domingo, 5 de septiembre de 2010


Sobrepesca. "El fin de la línea"
05-09-2010 Por Dr. Marcos Sommer

El mundo debería replantearse la manera en que se está midiendo el crecimiento económico. Durante mucho tiempo las prioridades de desarrollo se han centrado en lo que la humanidad puede extraer de los ecosistemas, sin pensar demasiado sobre como afecta esto la base biológica de nuestras vidas. En general, los intentos por impulsar el desarrollo humano y para detener la degradación del medio oceánico, no han sido eficaces durante la pasada década. Los escasos recursos, la falta de voluntad política y los continuos modelos derrochadores de producción y de consumo han frustrado los esfuerzos de poner en ejecución el desarrollo oceánico sostenible, o el desarrollo equilibrado entre las necesidades económicas y sociales de la población, y la capacidad de los recursos oceánicos y de los ecosistemas para resolver necesidades presentes y futuras.

El primer gran documental del mundo sobre los devastadores efectos de la sobrepesca.

• Debemos dejar de pensar que nuestros océanos son una factoría de producción de comida y darnos cuenta de que son enormes y complejos ecosistemas marinos. Debemos actuar ahora para proteger el mar de la sobrepesca desenfrenada, para asegurarnos de que haya peces en el mar para nuestros nietos y bisnietos. (Charles Clover, autor del libro "El fin de la línea".

• La sobrepesca es el gran desastre ambiental sobre el que la gente no ha oído hablar. Una reciente conferencia mundial sobre las poblaciones de atún rojo no tuvo prácticamente ninguna repercusión en los medios de comunicación de los Estados Unidos. Esperamos que ésta película realmente haga saltar las alarmas. Podemos resolver este problema empezando ahora mismo. (George Duffield, productor del film "El fin de la línea").

• Boris Worm, de la Universidad de Dalhousie (Canadá), afirma que la pesca industrial ha acabado en sólo cincuenta años con el 90% de los grandes peces, que sólo queda en los océanos terrestres el 10% de los atunes, tiburones, bacalaos, fletanes, meros y peces espada (Worm B. et al, 2005).

• Daniel Pauly relata que los subsidios globales a la pesca ascienden entre 30.000 y 34.000 millones de dólares al año. Estas ingentes ayudas han contribuido a producir una flota pesquera mundial que es un 250 por ciento mayor de la que se necesita para una pesca sostenible (Pauly D., et al. 2005, 2008).

• Marcos Sommer describe que la Pesca de Arrastre de Fondo es el método de pesca industrial menos selectivo que se practica aún en estos tiempos, destruyendo los fondos y las comunidades bentónicas (Sommer M., 2005, 2010).

• "El fin de la línea" es la primera gran película documental que muestra el impacto de la sobrepesca sobre nuestros océanos, tuvo su premier mundial en el Festival de Cine de Sundance en la Competencia de Cine Documental Mundial (Sommer M., 2009). El festival de Sundance se celebró en Park City, Utah (2009).

• La captura mundial de peces en los océanos alcanzó su pico en 1989 y comenzó a declinar desde entonces. A comienzos de los años 90, varios científicos informaron que 13 de los 17 mayores bancos de pesca del mundo estaban agotados o en franca disminución. Un ejemplo típico es el de los Grandes Bancos situados fuera de la costa de Newfoundland, en el Atlántico norte. Allí, luego de 350 años de explotación comercial, el abadejo, el bacalao y la platija casi desaparecieron, y la pesquería fue oficialmente cerrada hace algunos años (Worm B. et al, 2006).

• Más de mil millones de personas dependen del pescado como fuente de proteína animal, y 150 millones de empleos se originan en la pesca (FAO, 2005).

• Más del 75% de las 14.650 especies de peces marinos habitan las aguas costeras, pero sólo se consume un porcentaje pequeño (Sommer M., 2009).

En la película, vemos los efectos del amor mundial por el pescado como alimento. La película examina la inminente extinción del atún rojo provocada por el aumento de la demanda de sushi en Occidente; el impacto sobre la vida marina ocasiona una gran sobrepoblación de medusas, y las profundas implicaciones de un mundo futuro sin peces que podría causar hambrunas masivas (Sommer M., 2009), que no es sólo la necesidad de comer sino que, como lo definen los técnicos en alimentación y salud, es la "privación continua de alimento suficiente que impide llevar una vida sana" (Fig.1). Según los datos del Consejo Mundial de la Alimentación, de los 6000 millones de habitantes que tiene el planeta; cada año mueren, por causas relacionadas con el hambre, entre 40 y 70 millones; de éstos 15 millones son niños; lo que significa que cada día mueren por hambre 40 mil niños (FAO 2003).

En el esfuerzo que la humanidad tiene que desarrollar para producir alimento, el océano, que ocupa cerca del 75 por ciento de la superficie de la tierra, ofrece grandes posibilidades, ya que en él se desarrolla un gran número de seres vivos.

Los avances tecnológicos rápidos y los aumentos significativos en la población humana durante el último siglo han dado lugar a un aumento extensivo de la explotación global de las industrias pesqueras marinas, es decir ha aumentado la capacidad de pesca de las embarcaciones individuales (Sommer M., 2007). Los radares permiten a los barcos pescar en la niebla y en la oscuridad; los sonares ubican a los peces con precisión, y los satélites de posicionamiento geográfico localizan sitios productivos de modo que los buques pueden volver a ellos. Actualmente los buques pueden arrastrar por el agua redes de nylon de varios kilómetros de largo y realizar capturas de hasta 400 toneladas de peces (Fig. 2). El 40 por ciento de lo que pescan es "desecho" y se devuelve al océano. Solo en el noreste del Atlántico, la pesca colateral asciende a 3,7 millones de toneladas por año (Pauly D. et al., 2005).

Según la FAO (2005), alrededor del 50 por ciento de los recursos de la pesca marítima de todo el mundo está completamente explotada, el 25 por ciento está sometido a explotación excesiva y alrededor del restante 25 por ciento podría resistir porcentajes de explotación más elevados. A pesar de la alerta, la tendencia hacia el aumento de la pesca excesiva, observada a principio de 1970, todavía no se ha invertido.

A comienzo de los años 90, se sabia que 13 de los 17 mayores bancos de pesca del mundo estaban agotados o en franca disminución (Fig. 3) (Myers & Worm, 2003).

La pesca comercial redujo más de 90 por ciento la población mundial de peces grandes, lo que pone en peligro una fuente vital de proteínas (Fig.4) (Waston R. & Pauly D., (2001).

Según un nuevo informe de científicos y economistas de la Universidad de Columbia británica, los subsidios globales a la pesca ascienden entre 30.000 y 34.000 millones de dólares al año. Estas ingentes ayudas han contribuido a producir una flota pesquera mundial que es un 250 por ciento mayor de la que se necesita para una pesca sostenible (Pauly, D., 2009, Globefish 2009).

Desde el gigantesco pez espada hasta el poderoso atún de aleta azul y desde el mero tropical hasta el bacalao antártico, la pesca industrial ha esquilmado los océanos (Fig.5 y 6). No queda una frontera azul en pie, lamenta el biólogo marino Ransom Myers, de la universidad canadiense de Dalhousie. Myers y Boris Worm, de la Universidad de Kiel (Alemania), afirman en la revista Nature, un trabajo en el que advierten de que la pesca industrial ha acabado en sólo cincuenta años con el 90% de los grandes peces, que sólo queda en los océanos terrestres el 10% de los atunes, tiburones, bacalaos, fletanes, meros y peces espada (Myers R. A. and Worm B., 2003). Los dos investigadores han dedicado diez años a la recopilación de información de los caladeros más importantes. Han estudiado 47 años de censos de grandes peces predadores en cuatro plataformas continentales y nueve sistemas oceánicos. Su conclusión es que, si la tendencia no cambia, la actividad humana llevará a esas especies a la extinción en pocos años. Viviríamos entonces en un mundo sin atunes, peces espada, meros, tiburones, bacalaos son la megafauna, los grandes predadores del mar, y las especies que más valoramos. Su reducción no sólo amenaza su futuro como especies y el de los pescadores que dependen de ellas, sino que también puede desembocar en una completa reorganización de los ecosistemas oceánicos de consecuencias globales desconocidas (Worm B. & Myers R.A., 2003).

Otros de los problemas actuales es la ignorancia de los consumidores. Por ejemplo, el hoplostethus atlanticus (llamado en inglés "orange roughy"), que habita hasta a una milla de profundidad en las frías aguas cercanas a Nueva Zelanda, comenzó a aparecer en las pescaderías y los menús de restaurantes finos de Estados Unidos hace sólo una década, pero en ese corto lapso la especie se volvió amenazada de extinción.

Ahora, los científicos han aprendido que las especies que habitan en aguas frías y profundas crecen y se reproducen con lentitud. El hoplostethus atlanticus, por ejemplo, vive hasta 150 años y sólo empieza a reproducirse a los 30. Recientemente, las principales reservas de la especie cerca de Nueva Zelanda se agotaron. Sin embargo, todavía está disponible en pescaderías de Annapolis, Maryland, a 18 dólares el kilogramo, y no hay ninguna señal que indique a los consumidores que la especie está amenazada (Sommer M., 2005).

Desde un punto de vista biológico, la sostenibilidad de numerosas poblaciones está amenazada si se mantienen los niveles actuales de explotación y, por ahora, este riesgo es máximo en el caso de las poblaciones de peces fusiformes demersales con un elevado valor comercial (Fig.7, 8). Datos científicos manifiestan la delicada situación de las poblaciones de bacalao del Mar del Norte. La tasa de mortalidad por pesca alcanza actualmente máximas históricas y las cantidades de peces maduros mínimos históricos (Froese, R. and D. Pauly 2003).

El desarrollo de las poblaciones de peces depende de cuatro factores biológicos básicos:

Una población, considerada como número de individuos, se incrementará como consecuencia de la cantidad de reclutas que se incorporan a ella mientras que la biomasa de la población aumentará como resultado del efecto combinado del número de nuevas reclutas y del crecimiento individual de todos los peces de la población. El descenso de las poblaciones se debe a las muertes que se producen tanto por causas naturales como por la actividad pesquera siendo este último factor la razón principal de su declive en la mayoría de los casos.

El artículo de Pauly et al, (1998) demuestra que los humanos no sólo están pescando en aguas más profundas, sino también en niveles inferiores de la cadena alimentaría (Fig.9). Esto tiene implicaciones inquietantes, porque a medida que decaen los niveles inferiores, las posibilidades de recuperación de los superiores disminuyen todavía más. Los científicos en dicha publicación hablan ahora de un "colapso generalizado" de los ecosistemas marinos (Ludwig et al., 1993; Pauly y Christensen, 1995; Pauly et al., 1998). Es probable que la continuación de las actuales tendencias conduzca a un colapso generalizado de las pesquerías (Watson, R. & Pauly. D. 2001.).

El estudio de Pauly et al, (1998) examinó las dietas de 220 especies de peces y a cada una les otorgó una categoría numérica en la cadena alimentaría, del uno al cinco. La categoría uno corresponde al plancton, es decir, un conjunto de seres vegetales microscópicos que están en suspensión en las aguas marinas y realizan fotosíntesis, utilizando la energía del sol para convertir el agua y el dióxido de carbono en carbohidratos, y conforman el nivel más inferior de todas las cadenas alimentarías acuáticas. El nivel dos corresponde al zooplancton: pequeños animales flotantes que se alimentan de plancton. Los depredadores superiores como las cardúmenes de pargo cuberas (lujtanus cyanopterus) que habitan cerca de la plataforma continental, corresponden a la categoría 4,6.

Estos datos fueron combinados con otros de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO 1996) para realizar una estimación del "nivel trófico" de la cadena alimentaría oceánica donde los humanos están pescando. El nuevo estudio revela que el nivel promedio disminuye constantemente desde hace 45 años, a razón de un décimo por década. De las 220 especies estudiadas, al menos 60 por ciento son sobreexplotadas o explotadas al límite.

El "colapso generalizado" (Fig. 10) de los ecosistemas marinos comenzó a funcionar. En el mar del Norte por ejemplo, la población de bacalao a disminuido a tal extremo que la industria se concentra actualmente en el abadejo, una especie de segundo nivel en la pirámide ecológica que el bacalao suele comer. El abadejo consume pequeños organismos como copépodos y krill. El krill también come copépodos. A medida que disminuye la cantidad de abadejo, la población de krill se expande y la de copépodos se reduce drásticamente. Los copépodos son la principal alimentación de los bacalaos juveniles, esto impide la recuperación del bacalao Fig. 11).

La evolución pesquera (Fig. 12), que han experimentado las poblaciones desde comienzos de los años 60 hasta el período más reciente puede resumirse del siguiente modo:

- casi todas las poblaciones de peces fusiformes han experimentado un declive y el actual nivel de capturas no es sostenible en la mayoría de los casos;

- varias poblaciones de peces planos son objeto de un nivel de explotación excesivamente elevado, aunque algunas de ellas se encuentran próximas a una situación sostenible;

- las especies pelágicas y aquellas que se capturan para fines industriales se encuentra en mejor estado, aunque es necesario, para garantizar su sostenibilidad, que los niveles de capturas se mantengan en su nivel actual o se reduzcan;

- varias especies de altura presentan signos de sobreexplotación y algunos de ellos pueden haber alcanzado niveles críticos;

- en términos generales, la reducción de los niveles de explotación de la mayor parte de las poblaciones tendría repercusiones económicas y biológicas positivas.

Los científicos estiman que si la pesca continúa a los niveles actuales, veremos el fin de la mayoría de los recursos pesqueros hacia 2048 (Worm B. et al., 2005).

La película fue rodada durante más de dos años, documenta las actividades del periodista de investigación (y autor del libro “The End of the Line”) Charles Clover y sus enfrentamientos con los políticos y restaurantes célebres, quienes muestran poca preocupación por el daño que están causando a los océanos.

Uno de sus aliados es un antiguo criador de atún, reconvertido en denunciante Roberto Mielgo, que está tras la pista de aquellos que destruyen la población mundial del magnifico atún rojo.

Grabada alrededor del mundo –desde Gibraltar a las costas de Senegal y desde Alaska hasta el mercado de pescado de Tokio- con la participación de científicos de primera línea, pescadores indígenas, y funcionarios encargados de hacer cumplir las normas pesqueras, "El fin de la Línea" es una llamada de atención para el mundo.

"El Fin de la Línea" relata cómo la demanda de bacalao en la costa de Terranova a principios de los años 90 condujo al declive de la población de bacalao más abundante del mundo (Fig. 13) (Sommer M., 2009). En 1984 el capitán Paul Watson, fundador y presidente de Sea Shepherd (www.seashepherd.org) advirtió al gobierno canadiense de que los caladeros de bacalao del norte colapsarían debido a la sobrepesca a no ser que se tomasen medidas de forma inmediata. El gobierno ignoró la advertencia, por lo que en 1993 Sea Shepherd recorrió los Grandes Bancos (zona pesquera cercana a Terranova) y echó fuera a los arrastreros responsables de la sobrepesca. La película confirma que, tristemente, las predicciones de Sea Shepherd eran correctas.

El Norte industrial financió la consolidación de las flotas de pesca industrial del Sur en desarrollo, en los años 1960 y 1970, este proceso aceleró la reducción de los cardúmenes y llevó a que la mitad de la captura mundial se lleve a cabo en esos países pobres. La mayoría de la producción pesquera en esos países es exportada, ésta es la razón del porque el pescado no se ha convertido en un alimento básico en el hemisferio sur.

La película también relata cómo la alta tecnología de los buques pesqueros no deja rutas de escape para las poblaciones de peces y cómo plantear los criaderos de peces como una solución es una falacia.

La película hace directamente responsables de esta situación a los consumidores que inocentemente compran peces amenazados de extinción, a los políticos que hacen caso omiso de los consejos y las peticiones de los científicos, a los pescadores que rompen las cuotas y pescan ilegalmente y a la industria pesquera mundial que es demasiado lenta como para reaccionar frente a un desastre inminente.

El Fin de la Línea señala las soluciones, que son simples y factibles, pero la voluntad política y el activismo son esenciales para resolver este problema mundial.

Una de las preocupaciones mayores de los científicos es que las líneas de referencia (Pauly D., 1995, 1999) han cambiado para la mayoría de los ecosistemas marinos (Fig. 14). Esto significa que la gente ahora visita ambientes costeros degradados y los consideran preciosos, desconociendo cómo eran antes (Jackson, J.B.C et.al., 2001). Hoy en día la gente va a bucear en los bosques de Kelp (algas laminarias marinas, Macrocystis pyrifera) de California que están desprovistos de lubinas negras (black sea bass, Centropristis striata), de meros cola de escoba (broomtailed grouper, Mycteroperca xenarcha) y de viejas de California (sheephead, Semicossiphus pulcher) que antes los llenaban. Y estos buzos emergen con grandes sonrisas en sus caras por haber buceando en un bosque de algas laminarias marinas. Sin embargo, las líneas de referencia de la literatura nos demuestran el terrible cambio de ese ecosistema marino. Es fácil no darse cuenta de los cambios en los océanos, pues ellos son grandes y profundos. Sin embargo, los casos en donde se han estudiado los mismos patrones oceánicos por mucho tiempo, nos dan un vistazo de un cuadro muy preocupante. Por ejemplo, Jackson, ha documentado la casi completa desaparición del ecosistema que le ayudó a hacer su carrera: el estudio de los arrecifes de coral de Jamaica. Sobre ellos él dice: "Prácticamente no queda nada de las vibrantes y diversas comunidades de arrecifes coralinos que yo ayudé a describir en los años 70. Entre la sobrepesca, el desarrollo costero y el blanqueamiento de los corales, los ecosistemas se han degradado hasta ser montículos de coral muerto cubiertos de algas en aguas turbias" (Jackson, J.B.C., 1997, 2008).

Necesitamos controlar la pesca reduciendo el número de barcos pesqueros en el mundo, protegiendo grandes áreas del océano a través de una red de reservas marítimas donde no sea posible la pesca, y educar a los consumidores mostrándoles que tienen la posibilidad eliminar totalmente su consumo de pescado en beneficio de los ecosistemas oceánicos.

Entre los grandes desafíos del siglo XXI la sociedad tiene que aprender que los Océanos son fuente de vida como también puede serlo de muerte. Los océanos deben, por tanto, ser apreciados y protegidos; y si se relegan al olvido las necesidades ecológicas de los ecosistemas oceánicos; el estado del medio marino se convertirá en impedimento del desarrollo sostenible en lugar de un recurso para el mismo.

El mundo debería replantearse la manera en que se está midiendo el crecimiento económico. Durante mucho tiempo las prioridades de desarrollo se han centrado en lo que la humanidad puede extraer de los ecosistemas, sin pensar demasiado sobre como afecta esto la base biológica de nuestras vidas. Se puede decir que ha habido un progreso muy limitado en la reducción de la pobreza en los países en desarrollo, y la Globalización, por si misma, no ha beneficiado a la mayoría de la población mundial. En general, los intentos por impulsar el desarrollo humano y para detener la degradación del medio oceánico, no han sido eficaces durante la pasada década. Los escasos recursos, la falta de voluntad política, un acercamiento no coordinado, y los continuos modelos derrochadores de producción y de consumo han frustrado los esfuerzos de poner en ejecución el desarrollo oceánico sostenible, o el desarrollo equilibrado entre las necesidades económicas y sociales de la población, y la capacidad de los recursos oceánicos y de los ecosistemas para resolver necesidades presentes y futuras.

El rol de la ciencia marina se limita a ofrecer un abanico de posibilidades al gestor el cual deberá decidir cuál de las estrategias de gestión es la más recomendable para una determinada pesquería. Pero además, la gestión tiende hacia la cooperación y co-participación de otros actores involucrados en la pesquería. Para el desarrollo de una gestión basada en modelos o escenarios operativos que constituyen la base del marco de evaluación, aparte de la activa participación de equipos multidisciplinarios conformados por biólogos, economistas y sociólogos, se hace necesaria la colaboración de los grupos interesados en la explotación del recurso tales como representantes de la industria, grupos conservacionistas y gestores. La participación de los usuarios brinda una importante contribución que permite el desarrollo de los diversos escenarios de gestión y facilita el compromiso de los usuarios para cumplir las medidas de gestión acordadas. Además, este sistema integrado de participación hace que el proceso sea más transparente.

El papel de los científicos en este proceso es el de actuar como difusores de las nuevas herramientas desarrolladas, organizar y moderar las reuniones con los distintos agentes, y afrontar la difícil tarea de transformar el conocimiento tácito de todos los usuarios en modelos que pueden ser ejecutados en el ordenador. El uso de sistemas de gestión basados en distintos escenarios operativos se está extendiendo y lleva ya varios años que se aplica en Sudáfrica (Cochrane et al., 1998), Australia (Smith et al., 1998) y en la Comisión Ballenera Internacional (Kell L.T et al., 2006). Como podemos ver la activa participación de los grupos interesados no solo brinda un aporte de conocimiento empírico enriqueciendo el día a día de las actividades investigadoras pesqueras sino también crea transparencia y legitimidad, lo cual además incentiva el cumplimiento con las normas establecidas dado que han sido en parte desarrolladas y recomendadas por los mismos usuarios. Así, Hilborn (2003) sugiere que, a pesar que estos sistemas son difíciles de desarrollar e implementar, constituyen una alternativa que ha de jugar un rol decisivo en el futuro de la gestión pesquera.

La responsabilidad de proteger los océanos recae no sólo sobre los políticos quienes definen las condiciones nacionales e internacionales de protección de los ecosistemas, sino también es tarea de cada individuo. La exigencia a los políticos para que tomen medidas más efectivas frente a esta problemática deben de estar acompañadas del compromiso de cada uno de nosotros por actuar en una forma más responsable en la promoción de la defensa de las metas por la protección de los océanos.

Lo que ahora queda de todos los océanos ricos comparado con lo que existió entonces, es como el esqueleto de un hombre enfermo, tras ser devastados queda sólo el desnudo esqueleto…. Hay algunos océanos que ahora no tienen más que comida para copépodos; pero no hace mucho tiempo estuvieron llenos de cardúmenes de peces.

Les animamos a ver la película, a ser conscientes de nuestra responsabilidad personal y a actuar dónde puedan. Y seguimos dando la bienvenida a todo apoyo a nuestro trabajo de acción directa para salvar a los peces y a toda la vida salvaje de los océanos. http://www.endoftheline.com (en ingles)www.ecoportal.net

Dr. Marcos Sommer - http://www.oceanografossinfronteras.org

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