domingo, 17 de enero de 2010


Publicado por Miguel Jara el 17 de Enero de 2010

Parece que hemos entrado en una nueva fase del caso la Gran Pandemia, la de gripe A, claro, esta si cabe más interesante y entretenida desde que el presidente de la Comisión de Salud del Consejo de Europa, Wolfgang Wodarg, ha denunciado públicamente al lobby de los laboratorios farmacéuticos y a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de organizar la psicosis de la gripe A. Esta tarde comentábamos vía telefónica en el programa de Radio Nacional de España (RNE), Asuntos propios, que dirige y presenta Toni Garrido y acompaña Tom Kallene, que prácticamente nadie se creía que la de la gripe A fuera una pandemia o mejor dicho, ya que también comentábamos cómo la OMS cambió la definición de pandemia para ajustarla a la de gripe A, que fuera algo preocupante. Las llamadas ciudadanas al programa así lo atestiguaban.

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Comentaba que el alegato de Wodarg es diríamos que imprescindible y la investigación sobre lo que ha ocurrido también aunque llega tarde. Sigo pensando que había datos suficientes para pensar que la industria farmacéutica estaba detrás de todo esto. Lo que debe dirimirse ahora es cómo se ha producido la psicosis, cómo se ha realizado de manera intencionada. Conocer quienes han sido sus protagonistas concretos y enjuiciarlos si procede. Está claro que existen lazos muy estrechos, tráfico de influencia y presiones -conflictos de interés, que se dice- entre ciertos laboratorios farmacéuticos e instituciones que trabajan con la OMS y departamentos de ésta.

Si queremos tener alguna oportunidad de que esto no vuelva a ocurrir -recordemos que no es la primera vez que se difunde globalmente una campaña de marketing del miedo para vender fármacos y tratamientos médicos- hay que explicarle a la ciudadanía la estructura intrínsecamente corrupta sobre la que pivota el sistema sanitario mundial. No sólo se hace lobby sobre la OMS sino que ésta es una práctica habitual -y legal- sobre gobiernos como el más poderoso del planeta y en cuyo país está sentada la mayor parte de los laboratorios farmacéuticos multinacionales, Estados Unidos:

Los grandes laboratorios son los mayores financiadores de campañas electorales en EE.UU.; En España la ley de financiación electoral no es clara y nos quedamos sin conocer cómo se financian los partidos; el Ministerio de Ciencia y Tecnología español tiene a su cabeza a Cristina Garmendia que antes de ser ministra era la presidenta del mayor lobby pro biotecnología en el que están buena parte de las farmacéuticas; la FDA, la agencia del medicamento estadounidense, recibe el 70% de sus ingresos de lo que le reportan los laboratorios en concepto de tasas para la aceleración de la revisión de sus fármacos; la EMEA, la Agencia Europea de Medicamentos, en tres tercios está financiada por la industria farmacéutica y a la hora de aconsejar a la Comisión Euroepa que apruebe la comercialización o no de un medicamento en Europa no realiza estudios independientes sobre el mismo sino que trabaja sobre la documentación que le presentan las farmacéuticas; ésta es la Agencia del Medicamento de referencia para todas las de Europa, incluida la española (AEMPS), como la FDA lo es para todo el mundo.

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De modo que no estamos sólo ante un caso de fallo de cálculos por parte de la OMS y de los gobiernos que hicieron caso a esta organización y se “equivocaron” al comprar demasiadas vacunas y antivirales. Ni siquiera estamos ante un caso de corrupción, tráfico de influencia o lobby de las farmacéuticas sobre la OMS. Estamos ante un problema estructural: los sistemas sanitarios del mundo pivotan sobre los intereses de los laboratorios farmacéuticos privados más grandes que influyen de manera sistemática, perfectamente estructurada y cotidiana sobre las altas instituciones encargadas de velar por la salud ciudadana.

Lo inteligente es que tanto la ciudadanía como los profesionales sanitarios y las personas honestas que hay en administraciones públicas e instituciones aprendan la lección (lecciones si tenemos en cuenta que entre otros precedentes estaba la de la gripe aviar -con tantas similitudes-). Hay que tomar medidas destinadas a devolver la ética a estos sistemas. A que los posibles conflictos de interés sean transparentes y evitables; a que las instituciones públicas encargadas de la salud ciudadana sean garantizadamente independientes; a que los profesionales sanitarios se formen e informen con independencia de los intereses privados y sigan practicando la desobediencia civil ante los mandatos sospechosos como ha sucedido con la vacunación del personal sanitario contra la gripe A.

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No haber aprendido nada de esta historia macabra como es la “pandemia” de gripe A, el mayor timo de la historia de la medicina o de la salud humana, sería caer en el error de creer que ante tamaño poder e influencia adqurida por los promotores de pandemias no puede hacerse nada. La resignación, como el miedo, paralizan. Es la hora de actuar para intentar que esto no vuelva a ocurrir. Al menos para intentarlo.

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