El cierre de Megaupload y el derecho cortocircuitado
Tesis Insustancial_21-01-2012
El cierre de megaupload es uno de esos momentos icónicos mediante los que generaciones futuras (o extraterrestres) comprenderán mejor nuestro modelo de sociedad. Y es que este hecho no se aprehende en toda su relevancia si atendemos solo a la privación de material audiovisual que padeceremos a partir de ahora; la trascendencia del cierre de megaupload radica en la eclosión definitiva y con alcance global de esa reinvención del derecho que no acabábamos de creer, pero que ya está aquí, con sopa o sin(de) ella. Y es que el derecho moderno ha sido, esencialmente, el modo de procurar titularidades cuyas cargas y privilegios, posteriormente, se negociaban en un marco de racionalidad determinado (decía Moulier Boutang que lo que caracteriza al capitalismo respecto de otros sistemas de relación es la invención jurídica de la empresa como titularidad que responde solo con su propio patrimonio, exonerando de responsabilidad patrimonial a la persona física).
La fijación de titularidades, históricamente, era cuestión de policía y guardiacivil-ización: cercamiento de campos abiertos, catalogación de mano de obra, delimitación de autorías... Sin embargo, llegada la economía de la información y el conocimiento -esa que, por definición, gesta su riqueza en "lo común"- parecía poco probable que la guardiacivil-ización actuara con el arrojo con el que se ha cerrado megaupload. Parecía poco probable porque es evidente que, en esta economía de lo común, seguir marcando titularidades precisas se revela cada vez más como una ficción insostenible e impracticable. Y sin embargo el derecho ha decidido cerrar megaupload, que es ese campo por el que todos habíamos caminado alguna vez, como esos campos que transitaban los paisanos del siglo XVIII hasta que un tipo uniformado se acercó a decirles que aquello era privado, es decir, privativo de otro, como un cepillo de dientes.
Parecía imposible que el derecho siguiera aplicando esta lógica en un mundo de productos inmateriales, reproducibles e intercambiables con inmediatez; sin embargo, el derecho ha sabido reinventarse: atrapar al ladrón habría supuesto el cortocircuito final, ya que entonces, con las cárceles más llenas que las calles, habría que darle otro nombre a nuestra sociedad. De este modo, el derecho ha decidido meter en la cárcel a determinados mediadores de la puesta en común, así como cerrar servidores que, hoy en día, son nódulos referenciales del proceso de compartir. Batalla ganada, orden reestablecido. Lo que el derecho no sabe, pero sospecha, es que estos servidores que hoy son una referencia por su capacidad distributiva, son solo el paso intermedio para un sistema puro de P2P en el que no habrá nódulos, sino redes entre usuarios. Será entonces cuando la lógica jurídica que hoy ha metido en la cárcel a los responsables de megaupload llame a nuestra puerta y, como un guardia civil decimonónico que ordena los campos, nos pida que le acompañemos. Será entonces cuando el derecho necesitará reinventarse de verdad o acabará encarcelándose a sí mismo.
La fijación de titularidades, históricamente, era cuestión de policía y guardiacivil-ización: cercamiento de campos abiertos, catalogación de mano de obra, delimitación de autorías... Sin embargo, llegada la economía de la información y el conocimiento -esa que, por definición, gesta su riqueza en "lo común"- parecía poco probable que la guardiacivil-ización actuara con el arrojo con el que se ha cerrado megaupload. Parecía poco probable porque es evidente que, en esta economía de lo común, seguir marcando titularidades precisas se revela cada vez más como una ficción insostenible e impracticable. Y sin embargo el derecho ha decidido cerrar megaupload, que es ese campo por el que todos habíamos caminado alguna vez, como esos campos que transitaban los paisanos del siglo XVIII hasta que un tipo uniformado se acercó a decirles que aquello era privado, es decir, privativo de otro, como un cepillo de dientes.
Parecía imposible que el derecho siguiera aplicando esta lógica en un mundo de productos inmateriales, reproducibles e intercambiables con inmediatez; sin embargo, el derecho ha sabido reinventarse: atrapar al ladrón habría supuesto el cortocircuito final, ya que entonces, con las cárceles más llenas que las calles, habría que darle otro nombre a nuestra sociedad. De este modo, el derecho ha decidido meter en la cárcel a determinados mediadores de la puesta en común, así como cerrar servidores que, hoy en día, son nódulos referenciales del proceso de compartir. Batalla ganada, orden reestablecido. Lo que el derecho no sabe, pero sospecha, es que estos servidores que hoy son una referencia por su capacidad distributiva, son solo el paso intermedio para un sistema puro de P2P en el que no habrá nódulos, sino redes entre usuarios. Será entonces cuando la lógica jurídica que hoy ha metido en la cárcel a los responsables de megaupload llame a nuestra puerta y, como un guardia civil decimonónico que ordena los campos, nos pida que le acompañemos. Será entonces cuando el derecho necesitará reinventarse de verdad o acabará encarcelándose a sí mismo.
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