Es la primera vez que se analiza el lecho oceánico, un lugar especialmente sensible a la radiación. Según los expertos, los elementos contaminantes detectados en el fondo marino como el yodo-131, el cesio-134 y el cesio-137 se pueden llegar a disolver en las aguas y mitigar sus efectos nocivos. Sin embargo, si se mezclan con el suelo marino aumentan las posibilidades de que entren en la cadena trófica, esto es, en el organismo de los seres vivos. De este modo, los animales marinos se irían contaminando los unos a los otros a través de la cadena alimenticia con elementos radiactivos consumidos por microorganismos en el lecho marino.
Precisamente hoy, la organización ecologista Greenpeace inició su análisis de las aguas internacionales del Pacífico que pudieran estar contaminadas por radiactividad. El buque Rainbow Warrior tomará muestras más allá de las aguas territoriales de Japón, ya que el Gobierno le denegó el permiso para analizar sus aguas.
Por otro lado, hoy se ha sabido que en Fukushima falló un control esencial para la medición de las emisiones de radiactividad en situaciones de emergencia que depende del Gobierno japonés. Según la agencia Kyodo, que cita fuentes cercanas a la materia, el sistema electrónico de detección desarrollado por la agencia de seguridad nuclear japonesa no funcionó correctamente durante los días críticos del accidente.
Este sistema, que hasta la fecha ha costado unos 230 millones de euros en su desarrollo y mantenimiento, es la fuente de información del organismo dependiente del Ministerio de Industria que se encarga de asesorar al Gobierno en crisis nucleares.
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