Mientras el campo teórico se sintetiza en doctrina de salud, el campo práctico lo hace en política de salud. Teoría y práctica de salud, dos momentos necesarios de una actividad única, se enriquecen y potencian en un proceso dialéctico, sin que exista ningún tipo de antinomia real ni aparente.
La doctrina en salud se construye trabajando en el campo concreto de la salud del ser humano; la teoría se elabora a partir de la práctica, durante el proceso social de producción de la atención a la salud; de ahí que puede afirmarse que nada es más práctico que una buena teoría y que el conocimiento es un saber, un actuar según ese saber, y un saber según ese actuar .
Ambos polos creadores son los que inspiran la programación y ejecución de nuestras acciones de salud. Quienes formulan la doctrina y quienes deciden en materia de política de salud, deben ser hombres con criterio práctico, experimentados en el hacer cotidiano de los problemas de salud, pero con una sólida base de conocimientos. La sabiduría, en gran medida producto de la experiencia, permite que el juicio discriminativo y la toma de decisiones se lleven a cabo en una maraña de sucesos complejos, y es ella la que asiste a la inteligencia para la mejor adecuación a los propósitos que deben llevarse a cabo mediante la política de salud.
1. DOCTRINA
El campo teórico o abstracto es el campo del saber, de las ideas generales y de las generalizaciones potencialmente universales, esto es, principios y categorías que pueden aplicarse en cualquier empresa de salud y en cualquier lugar del mundo, pero que de ninguna manera diluyen lo concreto en un abstracto inexistente.
Es este campo el que se sintetiza en doctrina, en un conjunto de normas y principios orientados hacia la acción; no toma en cuenta las condiciones particulares de espacio y de tiempo, del aquí y ahora concretos, ni tampoco toma en cuenta los medios instrumentales con los que esa teoría se llevaría a cabo; el donde, cuando, como y con qué , no aparecen contemplados en esta fase, pero no deja de ser un momento absolutamente necesario de toda actividad humana.
Esa doctrina debe estar fundamentada en conocimientos regidos por normas de acción objetivas y subjetivas; en otras palabras, la doctrina, como cuerpo sistemático de enseñanza inspiradora de nuestras acciones, realiza la armonización de disciplinas fundamentales del campo teórico: la ciencia, la técnica y la moral.
1.1 Las ciencias físicas, biológicas y sociales aportan al conjunto del saber, conocimiento metódicamente adquirido sobre el fenómeno biológico y social que denominamos salud.
Las ciencias de la salud viven nutriéndose de problemas vinculados a la vida en salud o enfermedad del ser humano, en el medio ambiente en que desarrolla su existencia. Salud y enfermedad constituyen una unidad dialéctica; son manifestaciones de un mismo proceso de relación específica, continua, recíproca e indisoluble, entre el ser humano y las condicionantes o determinantes físicas, biológicas y sociales de su medio circundante.
La salud, necesidad esencial, primaria y permanente del ser humano es un fin en sí mismo.
El nivel de salud que ha logrado una población, envuelve apreciaciones que se mueven en el campo político, en el socioeconómico y en el nivel axiológico, es decir, en la escala de valores de la conducta humana.
La doctrina basada en los conocimientos que aporta la ciencia, se rige por normas de acción objetivas y también subjetivas, es decir por la moral. Su principio fundamental consagra que el goce máximo de salud que se puede lograr, es un derecho esencial de los seres humanos y que incumbe al Estado a través de su órgano representativo el Gobierno, hacer efectivo ese derecho, sin ningún tipo de discriminación socioeconómica, política, racial, religiosa, de género o geográfica.
A su vez, corresponde a los integrantes de la comunidad el deber de cuidar su salud y el derecho a participar plenamente en todas las etapas del proceso de producción social de salud, para que aquel derecho tenga vigencia plena y efectiva.
Representa pues, no sólo reconocer el derecho sino también sus consecuencias políticas y socioeconómicas. La recomendación 69 de la XXVI Reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT realizada en 1944 en Filadelfia; la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobada en 1948 en su Asamblea General y la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, revelan la coincidencia de pensamientos y de propósitos de gobernantes, estadistas, sociólogos y especialistas en salud pública, en relación al derecho a la salud, como principio fundamental de filosofía social.
Esta obligación del Estado de contribuir al bienestar individual, familiar y social, se cumple específicamente en la medida que se integran acciones orientadas a los seres humanos y al medio físico, biológico y social en que viven.
Estas acciones exigen el desarrollo simultáneo de actividades en otros sectores del desarrollo socioeconómico del país: trabajo y salario, alimentación, vivienda, vestimenta, educación, recreación, vialidad, transporte, comunicaciones y seguridad social, todos componentes del nivel de vida, que también son determinantes del nivel de salud.
En este aspecto la salud es un medio, es un instrumento del desarrollo, que posibilita el logro pleno de las capacidades del ser humano, su satisfacción en el quehacer y su cooperación eficiente y solidaria para el bienestar común.
1.2 La aplicación del conocimiento científico para el mejoramiento del ser humano, constituye el rol de la técnica en el campo teórico; pues la técnica no es sólo hacer, sino pensar cómo aprovechar el saber científico para satisfacer necesidades específicas del ser humano. De allí se extraerán las normas específicas que van a regir la acción.
El progreso tecnológico en el campo de la salud nació unido al método científico que busca cómo examinar el fenómeno salud, para extraer sus determinantes. Además investiga, experimenta y prueba hasta que encuentra el procedimiento que regirá la acción práctica, convertido en norma técnica. El aporte de la técnica ha sido muy importante fundamentalmente a lo largo del último siglo, como aplicación del método científico al servicio de la salud.
1.3 Definida la doctrina como fundamento teórico de nuestras acciones, cabría preguntarse si es tan indispensable, cuando las necesidades en salud que debemos atender exigen dedicar nuestros esfuerzos en el campo concreto de la atención a la salud.
Una breve incursión etimológica puede ayudarnos a dar respuesta a esta interrogante.
Docto , docencia y doctrina nacen de la misma raíz latina; y aunque en el devenir histórico parecen haber perdido toda relación original, permanecen esencialmente ligadas. El que posee saberes (docto) está en condiciones de enseñar (docencia) los conocimientos, principios y normas de actuación (doctrina) en su campo de saber específico, en este caso la salud.
Pero como resultado del acúmulo de conocimientos científicos en el campo de la salud en este último siglo, hemos ido a una división del trabajo cada vez mayor, dando lugar a la especialización en la ciencia y en la técnica, con la consiguiente pérdida de integralidad en la comprensión de los problemas de salud y por lo tanto en sus posibles soluciones.
Ello va acompañado de una lamentable parcelación de la enseñanza, haciendo que los profesionales de la salud se transformen en eruditos de sus reducidas parcelas del saber y del quehacer técnico cotidiano y en ignorantes de todo lo demás. En nuestro campo de la medicina, al decir de Sigerist, quien no sabe más que medicina, ni medicina sabe .
En consecuencia, y para superar esa fragmentación, la gigantesca magnitud de los conocimientos obliga a un trabajo multi e interdisciplinario, que involucre a los profesionales, técnicos y auxiliares de todas las Ciencias de la Salud, y a todos los sectores sociales relacionados con la salud. Debe ser una actividad intersectorial e interdisciplinaria.
Estas razones fundamentan la importancia de una doctrina de la salud, porque ella es el sustento teórico de nuestras acciones y porque además, si doctrina conlleva enseñanza, es el legado a transmitir a las generaciones que nos sucederán. Esa importancia es aun mayor en el campo de las ciencias y las técnicas de la salud, por tratarse de disciplinas de destino social. La Salud Pública, dada su peculiar naturaleza, es ejercida no sólo por quienes han hecho de ella una profesión, sino también por aquellos que nos vemos relacionados con grupos sociales en calidad de dirigentes en otros campos de la función pública.
El logro de los fines de la salud pública organizar la comunidad con el objeto de prolongar la vida en forma productiva -, requiere de una tarea colectiva, con la participación organizada, consciente y responsable de todos los integrantes de la sociedad.
1.4 No trabajamos para la comunidad, sino en y con la comunidad.
Este postulado básico de filosofía de las ciencias de la salud debe presidir nuestra conducta social. En la medida en que nos apartamos de él, se desvirtúa nuestra misión como agentes sociales impulsores de un cambio, que debe ser realizado por todos. El secreto del valor de los trabajadores de la salud no reside en lo que piensan, sino en la relación entre lo que piensan y lo que hacen, conjuntamente con los integrantes de la comunidad. Resulta necesario fundirse en la población, integrarse auténticamente en ella, pensar en una mejor vida en salud para todos y actuar en consecuencia.
1.5 La doctrina sólo podrá perfeccionarse y con ello mejorar la calidad formativa de quienes profesan la función sanitaria, en la medida en que la técnica pueda apoyarse con bases sólidas en los conocimientos científicos y en la medida en que los preceptos éticos se integren en la conducta de los trabajadores de la salud. La ciencia sin humanismo puede trabajar con átomos o con genes, pero nunca trabajará con seres humanos.
Las Ciencias de la Salud, por estar al servicio del hombre, deben tener tanta ciencia como conciencia. Por sobre todas las cosas quien estará siempre presente es el ser humano, principio, medio y fin de las actividades que realizamos.
1.6 Por todo ello no podríamos concebir una doctrina en salud sin considerarla como una conjunción armoniosa y tridimensional: científica, técnica y humanística.
Así surgen tres principios doctrinarios fundamentales para hacer efectivo el derecho a la salud:
1. El de la universalidad: que la atención llegue a todos los individuos, familias, grupos sociales y población en su conjunto.
2. de la continuidad: reconocimiento al derecho a la salud del ser humano durante el transcurso de toda su vida.
3. de la integralidad de las acciones
a. tanto en el ser humano sano o enfermo, como en el medio natural y social en que vive
b. tanto en lo somático y psicológico como en lo social
c. tanto en la conducta en salud del trabajador de la salud, como en la conducta en salud de la comunidad
d. tanto en la estructura administrativa del sector salud, como en otros sectores del desarrollo socioeconómico del país, tendientes todos a lograr el mejor nivel de salud y de vida
Integrar significa juntar varias partes para formar un todo; y obliga a pensar y actuar con un sentido global, holístico, en todo aquello que implique la existencia de partes claramente definidas, que pueden ser unidas.
1.7 Es menester desarrollar una conciencia de investigación en el campo de la Salud Pública y es allí donde la Universidad tiene una misión de las más importantes. Sin la luz de la ciencia la técnica perderá su rumbo, será un puente tirado al vacío y que no se sabe adonde nos puede conducir.
Ciencia y técnica deben aplicarse para un cambio sustancial de la salud, cambio que debe estar encadenado con muchos otros procesos sociales, tendientes todos a la creación de una nueva sociedad más justa y solidaria.
1.8 Una concepción integral de la gestión en salud
La concepción integral que en lo doctrinario orienta nuestro trabajo en la producción social de salud, debe apoyarse a su vez en una concepción integral de la gestión o administración de los servicios de salud.
La satisfacción de las necesidades en salud de la población deben realizarse mediante una gestión de salud que desarrolle el proceso de administración en cada una de sus etapas: planificación, organización, implementación, dirección, control y evaluación, de acuerdo a una metodología racional y científica; única manera de lograr la mayor eficacia de los servicios de salud, con la mayor satisfacción del personal, y el mayor beneficio para quienes reciben los servicios. Se conjugarán así la eficacia y la productividad, con los mejores resultados, medidos en términos de efectividad en el logro del mejor nivel de salud a que puede aspirar la población.
1.9 Una mejor atención de salud para todos, se puede lograr mejor mediante un Sistema Nacional de Salud, con absoluta prescindencia de intereses ajenos al mejor servicio, e integrado a su vez por Sistemas Locales de Salud.
Así lo exige la salud moral de la nación, y en ello debemos estar vitalmente comprometidos todos los trabajadores de la salud.
Hugo Villar: Médico, fue director del Hospital de Clínicas y candidato del Frente Amplio a la Intendencia de Montevideo, consultor internacional en temas de gestión de salud. Uruguay.
Aron Nowinski: Médico, asistente del dr Villar en el Hospital de Clínicas, consultor internacional en gestión de salud. Uruguay.
Publicado en Bitácora. Suplemento dominical de La República. Montevideo, Uruguay Domingo 3 de julio de 2011 - Año X - Nº 427http://www.bitacora.com.uy/
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