lunes, 31 de mayo de 2010

Tres informes de la Academia de Ciencias de Estados Unidos urgen acción sobre el clima

News Science...31/05/2010


El clima del mundo está cambiando, los humanos son los responsables y los Estados Unidos deberían poner precio sobre el carbono pronto para detener las emisiones de los gases de efecto invernadero. Esta es la conclusión de tres informes (1) que el Congreso solicitó al Consejo Nacional de Investigación de la Academia de Ciencias (NCR siglas en inglés).

“Este es nuestro informe más exhaustivo sobre el cambio climático,” dijo Ralph Cicerone, presidente de la Academia Nacional de Ciencias (NAS, siglas en inglés), en una rueda de prensa para comentar el esfuerzo de más de dos años para realizarlo e involucrar a más de 90 científicos. “Analiza la realidad del cambio climático y como debería responder la nación… Hace hincapié en porque los Estados Unidos debería actuar ahora.”

Una razón es la fuerza de la ciencia del clima, dijo la científica ambiental Pamela Matson de la Universidad Stanford en Palo Alto, California, jefa del panel del NRC sobre el avance de la ciencia del cambio climático. “El cambio climático está ocurriendo, la Tierra se está calentando,” dijo. “Este cambio climático está causado principalmente por las actividades humanas… y ya está teniendo consecuencias.

Las palabras de Matson podrían recordar al informe de 2007 del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) que ha sido atacado duramente últimamente. Pero el nuevo informe, de 823 páginas, elaborado durante los pasados cinco años de investigación fue completado demasiado tarde para ser incluido por el IPCC. También muestra un esfuerzo previo del NAS y es más que un resumen de informes del Programa de Investigación sobre Cambio Global de los EEUU.

Los tres paneles del NRC también contaron con contribuyentes bastantes diferentes de los comprometidos en el IPCC. El economista Gary Yohe de la Universidad Wesleyan en Middletown, Connecticut, un veterano del IPCC, recuerda como el encuentro inaugural del panel sobre la adaptación a los impactos del cambio climático fue su primera reunión en una década en el cual tres cuartos de sus compañeros del panel era desconocidos para él.

Después de que el panel científico concluyera que la evidencia es lo suficientemente fuerte para justificar una acción inmediata, el segundo panel –sobre la limitación de la magnitud del futuro cambio climático- recomendó que hacer. Aunque al panel, presidido por el economista Robert Fri de Recursos para el Futuro en Washington, D.C, se le pidió que diera “información sobre la política relevante, pero no prescribir la política.” Recomendó, en palabras de Fri, que los “Estados Unidos coloquen un objetivo de emisiones de gases invernadero en la forma de un presupuesto de emisiones.”

El panel sugiere que “un rango representativo razonable para un presupuesto de emisiones doméstico” correspondería a “aproximadamente una reducción de las emisiones desde los niveles de 1990 del 80 al 50% para 2050. El 80% de la reducción sería similar al objetivo para 2050 apoyado por la Administración Obama y algunos miembros del Congreso.

La forma más rentable de alcanzar tal reducción de emisiones es poner precio al carbón, dice el informe, ya sea un sistema de tope y comercio (cap and trade), impuestos al carbono, o algo más o una combinación de los dos. Cualquiera que sea el medio específico para llegar al objetivo, “encontrar el presupuesto de emisiones es una tarea desafiante,” dijo Fri. “No podemos llegar allí sólo desplegando lo que sabemos hacer,” dijo. Se tienen que desarrollar nuevas energías aumentando su eficiencia energética, expandiendo las fuentes de energía bajas en carbono, extendiiendo la energía nuclear en una forma viable, y retirando la vieja tecnología.

Adaptarse a los impactos del cambio climático, el sujeto del tercer informe del NRC, ha tenido poca atención hasta ahora, dijo el director del panel Thomas Wilbanks del Laboratorio Nacional Oak Ridge en Tennessee. Como consecuencia, dice, “enfatizamos los procesos más que las acciones específicas” para adaptarse a estos cambios, que son ahora inevitables. Hay poca experiencia con adaptación en todo el mundo, hizo notar, y va a ser específica en localizaciones particulares. La investigación sobre adaptación ha sido también exigua. Las acciones simples con beneficios secundarios vendrían primero, dijo, pero los planes de contingencia deberían empezar para efectos tan severos, como la subida del nivel del mar de un metro o más a lo largo de la Costa del Golfo, ya que habría que evacuar a la población y a su infraestructura.

Traducido por Mario Cuéllar para Globalízate
http://www.globalizate.org/science290510.html

Noticia original:

http://news.sciencemag.org/scienceinsider/2010/05/three-academy-reports-urge-clima.html

Más información:

http://www.nap.edu/openbook.php?record_id=12785&page=1

Referencias:

(1) http://www.nap.edu/

domingo, 30 de mayo de 2010

Cómo sobrevivir sin petróleo
30-05-2010 Por Leopoldo Sánchez Grunert

Este es el Año Internacional de la Biodiversidad, pero el tañido de las campanas dando la alarma no deja de sonar pero la sordera mundial está demasiado extendida.

El último estudio sobre la diversidad biológica plantea que dentro de los seis hechos más destructivos de la biodiversidad desde la prehistoria, está la intervención-destrucción de la amazonía, al transformarla en una sabana.

Negocios y políticas como las que condujeron al actual derrame de crudo en el Golfo de México están minando la arquitectura vital del planeta, según la Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica,(GBO3), publicada hace pocos días.

La destrucción que está causando el derrame de miles de toneladas diarias de petróleo, ocasionado por la rotura durante la segunda quincena de abril de una plataforma ubicada en el Golfo de México de propiedad de la empresa British Petroleum sin duda, está provocando efectos devastadores en los ecosistemas marinos y costeros que, según expertos tendrá efectos por varias décadas.

Al decir de la ONU hace pocos días, las consecuencias de "Este tipo de negocios y políticas, repetidos miles de veces en los últimos 100 años, han puesto en peligro los pilares mismos de la vida terrestre, según el informe Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 3" (GBO3 por sus siglas inglesas).

El científico Thomas Lovejoy, jefe de biodiversidad del Heinz Center for Science, Economics and the Environment, con sede en Washington, y consejero jefe de la presidencia del Banco Mundial, ha coincidido en este estudio al decir que: “se distingue con claridad el perfil de lo que puede ser el sexto mayor evento de extinción de la vida en la Tierra” al referirse a la destrucción de la amazonia, que se advierte como uno de los puntos de inflexión en el colapso irreversible de este gran ecosistema del corazón de Sudamérica.

Una reciente investigación, reveló que la posible combinación de tres factores: el aumento de dos grados centígrados de la temperatura media global, el aumento en la pérdida de entre tres y cuatro por ciento más de la cobertura selvática original y agregado a lo anterior, los incendios forestales, puede desencadenar una enorme pérdida de especies y las abundantes emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, recalentarán aún más el clima. Los impactos en millones de habitantes de la región, “serían asombrosos”, dijo Lovejoy,agregando que “Debemos tomar el GBO3 como un gran llamado a despertar”.

En 2002, 123 países miembros del Convenio sobre Diversidad Biológica se comprometieron a acciones urgentes para frenar el ritmo de pérdida de especies. Ocho años después, con los datos proporcionados por esas mismas naciones, el GBO3 registra que las promesas no se cumplieron.

Interrogado Lovejoy acerca de por qué es importante la extinción de especies cuando contamos con todo tipo de tecnología, este contestó: “Usted no se alimenta de Internet”. “Tampoco se puede respirar sin las plantas que suministran oxígeno a la atmósfera, pero si se puede vivir sin petróleo, pero los países, porfiadamente relegan en sus decisiones la preocupación por los ecosistemas a un segundo, tercer o último lugar cuando se decide explorar en busca de crudo, minerales o madera”.

La petrolera británica BP fue eximida de controles ambientales para operar en el Golfo de México, añadió. Y no había planes para lidiar con un derrame importante de crudo. “Era un desastre anunciado, pero la empresa y el gobierno hicieron de cuenta que eso nunca ocurriría”.

“¿Cómo poner precio a los vastos humedales que existen desde hace cientos de miles de años ubicados en una vasta área donde está ocurriendo este desastre ecológico?”.

“Durante millones de años, las tortugas marinas han desovado en las playas arenosas del golfo de méxico. ¿Quiénes somos para llegar y en apenas unas décadas condenarlas a la extinción?”.

Si se asignara valor económico a los ecosistemas, se podría lograr una más in teligente administración de riesgos, ha sentenciado este científico.

En lugar de explotar crudo en el mar, la sociedad podría decidir elevar su eficiencia en el consumo de combustibles y aprovechas las fuentes energéticas de bajo impacto que existen en abundancia.

“Hay que elevar la importancia de la biología en la agenda de preocupaciones humanas”, afirmó Lovejoy. La cuestión es “cómo lograrlo antes de que ocurran terribles desastres”.

La infraestructura biológica del planeta peligra y es para quienes lo advertimos ,un imperativo ético luchar para frenar esta crónica ya demasiado anunciada.www.ecoportal.net

Leopoldo Sánchez Grunert - Director Nacional INIA

sábado, 29 de mayo de 2010


Un regalo envenenado de Monsanto y el respaldo de EEUU
Agricultores haitianos rechazan donación de semillas transgén
icas


Servindi...29/05/2010


Malestar y rechazo provocó la donación de toneladas de semillas transgénicas realizada por la transnacional Monsanto con el respaldo de la embajada de Estados Unidos, a la nación de Haití, empobrecida y golpeada por un devastador terremoto el 12 de enero de 2010.
Organizaciones sociales denunciaron que la multinacional planea crear lazos de dependencia con Haití debido a que las semillas sólo tendrán éxito con el uso de herbicidas, fertilizantes y otros productos químicos específicos de la empresa.

Otro motivo de rechazo es que las familias no podrán reaprovechar las semillas que brotaron, porque sólo la primera generación es adecuada para la siembra.

Según la denuncia efectuada por el padre inglés Jean-Yves Urfié, la empresa transnacional Monsanto ha ofrecido un regalo mortal de 475 toneladas de maíz transgénico, junto con fertilizantes asociados y pesticidas, mientras que aún se debate en el mundo las posibles secuelas negativas del consumo de cultivos transgénicos.

La donación será entregada por el Proyecto Winner (“Vencedor” en inglés), con el respaldo de la embajada de Estados Unidos en Haití.

La multinacional Monsanto ya comenzó a distribuir las semillas de maíz transgénicas en las regiones de Gonaives, Kenscoff, Pétion-Ville, Cabaré, Arcahaie, Croix-des-Bouquets y Mirebalais con la cooperación del gobierno haitiano.

Movilizaciones
En tanto, la sociedad civil y organizaciones campesinas anunciaron movilizaciones en rechazo al ofrecimiento de la transnacional.

Según Talles Gomes, periodista y miembro de la Brigada de Vía Campesina Brasilera en Haití, miembros de Vía Campesina Haitiana, están convocando a los campesinos a quemar y enterrar las semillas de maíz venidas del Ministerio de Agricultura.

En repudio a la acción ‘solidaria’ de la Monsanto, Vía Campesina está organizando para los próximos días 4 y 5 de junio, una marcha que partirá de Papay con destino a la ciudad de Hinche, capital del departamento Central.

Los campesinos haitianos aprovecharán el Día Mundial del Medio Ambiente que se celebra el 5 de junio para llamar la atención hacia lo que está sucediendo en su país.

Fuente:
http://www.servindi.org/actualidad/26153

viernes, 28 de mayo de 2010

El vertido de BP en el golfo de México
Predecir catástrofes

República.es...28/05/2010


Como sucede en casi todos los accidentes producidos en aparatos o instalaciones de compleja tecnología, la causa del enorme vertido de crudo petrolífero que está contaminando las aguas del Golfo de México desde el pasado 20 de abril parece ser una combinación de errores humanos y deficiencias materiales. No es este el lugar para comentar esos fallos y habrá que esperar a que concluyan las investigaciones del Gobierno de EEUU y de British Petroleum (BP) -la empresa responsable de la perforación- y confiar en que, como resultado de aquéllas, se tomen las medidas necesarias para que no se produzca otra catástrofe similar.

Se trata de algo parecido a lo que ocurrió con el avión de Spanair accidentado en Barajas en agosto de 2008, cuya tripulación intentó despegar con una configuración errónea de los flaps: se investigan los errores -en este caso, los fallos en las rutinas de mantenimiento y reparación- cuando ya es tarde para evitar el accidente. Se llegan a entender las causas de lo ocurrido, se atribuyen responsabilidades, se penaliza lo que sea punible y, lo que es más importante, se asegura rotundamente que “ese error no se volverá a producir”, rehaciendo manuales técnicos, comprobando nuevos procedimientos operativos, modificando componentes y corrigiendo, en suma, los defectos que condujeron al accidente. A ese accidente concreto, no a otros. Éstos todavía no se conocen, no se han producido y, como las balas que permanecen en el tambor del revólver del sheriff, no se sabe todavía a quién matarán.

No hay que extraer conclusiones equívocas de lo anterior. No se pretende censurar la tecnología aeronáutica, poniendo de relieve sus fallos y la posibilidad de que éstos puedan producirse en cualquier momento. Una vez más es necesario recordar que el índice de accidentes del transporte aéreo es mucho menor que el de la circulación rodada por carretera. Tanto aquél como ésta, además, responden a una necesidad humana, indiscutible y razonablemente lógica: la de viajar y desplazarse, que ya existía cuando los primeros homínidos abandonaron África y empezaron a poblar el mundo.

No podemos afirmar lo mismo de la necesidad de perforar la superficie de nuestro planeta para extraer hasta la última gota de los yacimientos de hidrocarburos que se esconden en el subsuelo. La dependencia de los hidrocarburos como fuente básica de energía que existe hoy en los países desarrollados, sobre todo en EEUU, tan irracionalmente arraigada, hace que las explotaciones petrolíferas sean cada vez más complicadas y peligrosas, a medida que los yacimientos de más fácil aprovechamiento van quedando agotados.

No es un fenómeno extraño la explosión y la consiguiente catástrofe en un pozo petrolífero, como consecuencia de la presión con la que repentinamente surgen el crudo y el gas desde las profundidades de la tierra cuando encuentran el camino expedito hacia la atmósfera. Ya en los años 50 del pasado siglo nos lo mostraba una película que marcó una época en la cinematografía -”El salario del miedo“-, en la que unos desesperados aventureros son contratados para transportar un cargamento de nitroglicerina a fin de cortar las llamas de un pozo incendiado en algún lugar de Sudamérica.

Desde aquellos manantiales de los que el denso fluido surgía naturalmente para uso de asirios y babilonios (y que probablemente inspiraron el “fuego sagrado” de Zaratustra), hasta los más recientes pozos petrolíferos perforados en el lecho de los océanos, la ansiosa búsqueda del deseado producto se hace cada vez más arriesgada y peligrosa. Ya no se trata de perforar las extensas planicies tejanas o mesopotámicas, sino de extraer petróleo en Alaska, de esperar a que el Ártico se descongele o perforar en aguas oceánicas cada vez más profundas. Se utilizan para esto máquinas robotizadas, que se manejan por control remoto, y se trabaja cada vez más cerca del borde de la catástrofe: ya no puede transportar Yves Montand por abruptas pistas su peligrosa carga de nitroglicerina para que, instalada junto al pozo en llamas, detenga con su explosión la alimentación del incendio y ponga fin al desastre, porque eso no es posible en las profundidades marinas, como se está viendo en el accidente caribeño aquí comentado.

El problema no es solo achacable a la tecnología, a los fallos mecánicos o a la imprevisión o incompetencia de los operarios responsables. La memoria anual de 2009 de BP lo explica con claridad: “BP trabaja en las fronteras de la industria energética. Desde el fondo del océano hasta las complejas refinerías, desde lejanas islas tropicales hasta los biofuels de la próxima generación, BP, revitalizada, logra una mayor eficacia, un impulso sostenido y un negocio creciente”.

Son los beneficios de las poderosas compañías petrolíferas los que impulsan esa tendencia a bordear la catástrofe. Y la implacable ley de una oferta forzosamente decreciente, impuesta por un recurso energético, los hidrocarburos, que van camino de su ineludible agotamiento definitivo. Pero mientras éste llega, la necesidad de sostener o aumentar las ganancias fuerza a extraerlos en condiciones más difíciles, con costes siempre más elevados, rendimientos cada vez menores y riesgos progresivamente acrecentados. Los accidentes se seguirán produciendo, a pesar de los constantes avances en la tecnología. Se trata de una predicción muy fácil de hacer y de confirmación casi garantizada.

Fuente: http://www.republica.es/2010/05/27/predecir-catastrofes/

jueves, 27 de mayo de 2010

Transgénicos, ¿la herencia de Prometeo?

Rebelión--27/05/2010


Cuentan que Prometeo desató la cólera de los dioses por robarles el fuego para hacer brotar la humanidad; ¿lirismo clásico o parábola de las incomprensiones sobre las herramientas del progreso?

Recientemente publiqué en el diario cubano Juventud Rebelde una información que rápidamente cumplió su cometido: lanzaba al debate público la inserción en Cuba del maíz transgénico en la provincia de Sancti Spíritus.

De inmediato los lectores evidenciaron esa savia de información y conocimientos que refresca la cotidianidad en la Isla, gracias a la primavera cultural de cinco décadas en Revolución. Especialistas y menos duchos en la materia vertieron sus criterios, cual pedradas en tejado de vidrio.

Condicionamientos científicos, éticos, sociales y políticos acompañaron la reacción pública contra una tecnología, conocida en Cuba, en primer lugar, por la estela de muerte y desamparo, provocada en el mundo capitalista, como anatema del neoliberalismo y las grandes transnacionales, al estilo Monsanto.

La brújula del oficio reporteril me indicaba entonces un nuevo objetivo en el ciclo de la información, el cual a veces impide la comunión con la almohada, a quienes sentimos el periodismo como sacerdocio, más allá de blasfemias en las rutinas productivas o herejías a la hora de esbozar la realidad.

Como la más elemental lección en cualquier academia mi tarea debía orientarse a profundizar sobre la nueva tecnología, insertada en varias provincias además de Sancti Spíritus. La ciencia cubana tenía la palabra. ¿Quién mejor para evacuar las dudas de un pueblo?

Algún aliciente debía encontrar tanta polémica, al escuchar las opiniones de los expertos que han salvado vidas a lo largo de todo el mundo y cuya ética queda probada en los innumerables legados de la medicina, la genética y la biotecnología de esta nación tercermundista, pero revolucionaria.

Sin embargo, allí donde más ha avanzado la ciencia encontré actitudes paleolíticas: se me negó información al comunicarme con el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de la provincia de Sancti Spíritus, una de las entidades más prestigiosas de su clase en el país y protagonista en la inserción del maíz transgénico. “La orientación viene de arriba”; me comentó el director de la institución, Julio Alfonso Rubí.

Paradójicamente la orientación venía del Doctor Carlos G. Borroto, Jefe del Programa Nacional de Biotecnología Agropecuaria en Cuba, radicado en La Habana, y quien paradójicamente en este mismo sitio Rebelión expuso: “me gustaría poder analizar este tema en los múltiples espacios de debate científico, técnico y social que tenemos en Cuba para ello”.

La frase citada aparece en la respuesta de este funcionario a uno de los lectores cubanos preocupados por la inserción del maíz trangénico, a quien también le reiteraba que creía “muy conveniente el debate, siempre que este sea respetuoso y basado en elementos científico- técnicos y no extrapolando situaciones foráneas, que son radicalmente diferentes a la forma que hacemos uso de esta tecnología en Cuba.”

¡Qué ironía! Después de persuadir a Borroto para que contribuyera a disipar cualquier inquietud sobre el nuevo cultivo, ante la opinión pública nacional este mantuvo su mutismo y echó por tierra todo el ejercicio retórico publicado en Rebelión, donde sí exponía justo lo que solicitábamos saber.

¿Argumentos? “Este tema lleva otro tratamiento en los medios cubanos” ¿Científico o comunicador? “Nuestro público no está preparado para recepcionar este asunto” ¿Cuándo lo estará, a la hora de comerse la mazorca, sin conocer qué tiene realmente en el plato? “El tópico no debe abordarse desde una sola provincia cubana”. De acuerdo, ¿cómo podemos estructurar esa investigación para compilar datos en otros territorios? “Lo siento, no puedo dar información”.

El directivo evidenció un profundo desconocimiento sobre la política informativa trazada por la dirección del país. ¿A caso puede considerarse secreto de Estado un acontecimiento que puede repercutir en la vida de millones cubanos? Por suerte, la Revolución cada vez más cierra filas a actitudes con tales valores museables, por resultar incompatibles con la transparencia que defiende nuestro proyecto social. Europa del Este demostró la incompatibilidad del socialismo con los jefes de vidrieras.

No respondo en estos momentos a la postura de ningún órgano de prensa. Desde mi misión social de periodista revolucionario y progresista, exijo compartir abiertamente con la opinión pública nacional todas las bondades que sobre la variante de maíz transgénico cubano expone el Doctor Borroto en su carta a Rebelión. Comparto muchos de sus criterios, los cuales resultarían bien aportativos y alentadores para nuestro pueblo. En naciones como México, uno de los mayores productores del maíz en el mundo, el debate ha sido constante y con la participación de movimientos civiles.

Coincido plenamente en que la posición de Cuba con respecto a la inserción de esta tecnología debe fijarse de inmediato, sin pretender extrapolar experiencias foráneas, pero tampoco desde un buró o una probeta, porque, como ya he expresado, resulta una decisión que debe involucrar a diversos sectores sociales, a partir del diálogo, la polémica, sin pretender establecer una verdad única con respecto a un tema en el que la ciencia no ha dicho la última palabra.

No corresponde menos a una democracia participativa como la nuestra consultar, aprovechar todo el acervo cobijado bajo el Alma Mater de una nación que venera al hombre y su naturaleza. Experimentar, desarrollar estudios de factibilidad profundos y con el concurso de todos.

Realmente no hay tecnología buena o mala per se, mas en nuestras manos está abonar el futuro. Una cuenta errada y unilateral en materia de cultivos transgénicos, equivaldría a una inecuación eterna, como la tortura del águila a Prometeo, desafiante símbolo de los censores del progreso.


Otros textos publicados sobre este tema:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=106216&titular=alerta-ecologista-contra-la-promoci%F3n-de-ma%EDz-transg%E9nico-en-cuba-

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=106604&titular=%BFtiene-la-ciencia-la-%FAltima-palabra?-

miércoles, 26 de mayo de 2010

El debate sobre el Maíz Transgénico FR-Bt1 en Cuba
¿Tiene la ciencia la última palabra?

Rebelión-26/05/2010


Me gustaría compartir algunos criterios, que a mi modo de ver, son necesarios a tomar en consideración en el debate que ha suscitado la multiplicación a gran escala nacional del maíz transgénico FR-Bt1 que promueven los compañeros del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) y de la filiar en Sancti Spiritus. Al mismo tiempo, y me sumo a la alerta que hiciera el compañero Narciso Aguilera Marín, en su artículo publicado en “Rebelión” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=106216 recientemente, y cuyo contenido fue hecho llegar a las editoriales de “Granma” y “Juventud Rebelde”. Me sumo también a la convocatoria de debate franco, honesto y respetuoso que el Dr. Borroto hizo en respuesta a la alerta que hiciera Narciso.

Pienso que el asunto merece investigación seria y sistemática, que genere una información que vaya más allá de la versión que constantemente transmiten los compañeros del CIGB. Ya es hora de dar un vuelco mediático en tan sentido, pues los peligros de la introducción a gran escala de esa tecnología ya están a simple vista, y se necesita mucho de la transparencia informativa para evitar problemas en nuestros campos, nuestra agricultura, el medio ambiente, y la salud del pueblo. Por ejemplo, la gente necesita saber que no debe coger ese maíz y sembrarlo irresponsablemente fuera de las áreas que se escogieron para el experimento. ¿Saben ustedes si estamos o no corriendo ese riesgo? A mi entender, esto una investigación periodística muy interesante y urgente, pues se sabe muy bien y se reconoce el precedente de indisciplina que existe en nuestra agricultura (véase de Ana Margarita González: “Lo que más falta en la agricultura es disciplina”, Trabajadores, 19 de octubre de 2009). No se pierda de vista tampoco que el ámbito agrario no es medio ambiente o ecosistema tan cerrado y relativamente controlable como una instalación de cultivos protegidos o laboratorios para la realización de experimentos científicos.

Sépase que investigaciones realizadas en nuestro país constatan que el público cubano no tiene la información necesaria y de calidad sobre lo que se está haciendo. Lo que se informa en la prensa no va más allá de la comunicación de los logros científicos del CIGB y de las bondades de los transgénicos, relacionadas con las recurrentes promesas de la espectacular producción, los altos rendimientos, y la reducción de los plaguicidas, labores, y costos. Para comenzar a indagar en este asunto de la percepción pública me parece importante comenzar con la consulta del artículoOrganismos modificados genéticamente: educación, información y percepción pública, de los investigadores Dalmau et al, que se publico en una entrega especial de la “Revista Biotecnología Aplicada” (Revista de la Sociedad Iberolatinoamericana de Biotecnología Aplicada a la Salud. Volumen 16, 1999. pp.57-61). En su artículo Plantas y alimentos transgénicos: percepciones sociales (Temas, No. 44, octubre-diciembre de 2005, pp. 65-73), José Manuel Machado Rodríguez, se refiere a investigaciones más recientes sobre el tema de la percepción pública. Sé también que los compañeros del Instituto de Higiene de los Alimentos del MINSAP hicieron una encuesta que también se puede consultar. Si bien se puede decir que el país no está en cero en esta materia, las encuestas que se han hecho abarcan una muestra poblacional muy baja para la magnitud que se necesita. Además, habría que analizar la calidad de la muestra, si quienes participaron están bien informados en el asunto, y muy importante, si la “ecuación transgénicos=desarrollo inexorable de la ciencia y la tecnología=solución del problema de la agricultura y la alimentación”, sesgue el criterio de los encuestados. Es de esperar que en un país que le otorga a la ciencia un grado alto de prioridad y reputación social- que bien lo merece- no es difícil darse cuenta que este riesgo esta ante nuestras narices.

Como es lógico, los compañeros del CIGB transmiten una imagen romántica de la ciencia y la tecnología, como quienes (ejemplo Einstein), se involucraron en la producción de la bomba atómica; después, como muy bien se conoce, Einstein abandonó esa imagen de la ciencia y reconoció la responsabilidad ética y social que le toca a los científicos, la cual va mas allá de su contribución al avance “al ultranza” de la ciencia y la tecnología. Pero no sé hasta qué punto se entiende que el error es parte de la ciencia, que hay controversias entre comunidades científicas, y que las evidencias científicas- en un mundo donde ciencia y mercado se dan la mano-se manipulan. El debate que hay que convocar en este asunto no es solo de incumbencia de científicos, sino que involucra a políticos, a tomadores de decisiones, y al público en general. Por la tanto, no hay que perder de vista que el CIGB es parte de la historia, y no toda la historia. Además, hoy se sabe muy bien que por encima de la evidencia científica estadística es necesaria la observancia del principio precautorio, como en el caso de la prohibición de que no encendamos el celular ni la PC cuando el avión está despegando o aterrizando, aunque se sabe que la posibilidad de una interferencia es de una por mil.

Volviendo al tratamiento mediático del tema. Sé que desde finales de los 80 nuestra prensa ha estado informando sobre el tema. Basta consultar el artículo de Flor de Paz Transgénesis verde, publicado el 21 de enero de 1999 (número especial del periódico Juventud Rebelde). Es un artículo que se limita a hablar de las ventajas de los transgénicos y de los logros del CIGB. Nada se habla ni de las incertidumbres ni los riesgos ni mucho menos de los debates. La misma fórmula funciona en el artículo de Mary Luz Borrego: Cuba desarrolla un maíz transgénico. La primera plantación, experimental, en el valle de Caonao, Juventud Rebelde, 2 de marzo de 2009. No se queda atrás el de Miguel Ángel Valdez Lizano, Promueven producción de maíz transgénico, publicado en la entrega del 16 de mayo del 2010, también de JR. Les reitero que en estos tres artículos se oye solo el parecer tecnoentusiasta y “bienintencionado” del CIGB; se silencian tanto los riesgos a lo que nos estamos exponiendo, como los debates que se han realizado, así como las opiniones, las objeciones y alertas de un conjunto importante de especialistas de diversas instituciones científicas del país que trabajan en el tema. Sugiero en esta misma perspectiva hacer un seguimiento de la alerta que hiciera, con mucha sabiduría filosófica, ética y política, el líder de nuestra Revolución, el Comandante Fidel Castro Ruz, en una de sus brillantes reflexiones (Rojas, Alexis. Carta de Fidel a un periodista de Juventud Rebelde », Juventud Rebelde, 12 de junio de 2008 donde tocaba el tema de los transgénico).

No sé si nuestra prensa conoce esos debates o simplemente no quiere divulgar las voces de quienes vienen alertando sobre los riesgos de la liberación de transgénicos en el país. Lo que si estoy seguro que el tratamiento que le ha dado al tema en nuestros medios está “ciegamente” del lado de las opiniones de los compañeros del CIGB. ¿Es que se les creen más a ellos porque son científicos y pertenecen al Consejo de Estado? ¿Es ignorancia mediática? No descarto que quienes planteamos las alertas – que en Cuba no son cazados como en otros países, donde las transnacionales han podido penetrar – no hemos sabido trazar una buena estrategia mediática sobre el asunto, y hemos sido incapaces de unir voluntades en las instituciones. Bueno, más bien creo que se conjugan muchos factores, y tampoco descarto el miedo, la inseguridad, la cobardía, la cautela, y el oportunismo, que muchas personas pudieran tener cuando se trata de emitir y divulgar una opinión supuestamente divergente a la opinión oficial. Sin embargo, no critico ninguna de las actitudes. A veces lo que pasa es que hay desconocimiento del tema. ¡La vida es compleja!

En Cuba las opiniones divergentes a la opinión oficial solían interpretarse como contrarias a la Revolución o alineadas a sus enemigos. Así ha pasado, por ejemplo, con el tema los de la exclusión racial y el racismo, la problemática del género y la homosexualidad, la corrupción y las drogas. Afortunadamente hoy se habla abiertamente de estos temas, tanto en el ámbito académico como público, lo cual es un paso importante para resolverlos. Yo recuerdo antes de los 90 que quienes estábamos trabajando en la problemática ambiental, nos veían como el embrión de un partido verde a lo cubano. Estuvimos expuestos a estas críticas, que, por lo general, se presentan en broma, pero los cubanos sabemos muy bien, que a través de las bromas se dicen muchas cosas serias. Después cuando vino el periodo especial, cuando la agricultura ecológica saco la cara y nos salvo del colapso alimentario, cuando el estado asumió la agroecología como orientación técnica fundamental de la agricultura, el lenguaje “ecologista” fue asumido hasta por sus críticos. En esto pudo haber funcionado el convencimiento sincero, pero también el oportunismo científico y político.

Me consta que los compañeros del CIGB han tenido voluntad de promover y participar en los debates. Por ejemplo, auspiciaron el 1 Taller sobre Organismos Genéticamente Modificados, sus repercusiones económicas, éticas y políticas, donde lograron la participación de representantes de instituciones importantes del país que tenían que ver de alguna u otra manera con el asunto de los transgénicos. En aquel entonces se supo los trabajos que ellos estaban haciendo, los avances que se habían logrado, y las regulaciones existentes en el país. No sé porque no se realizaron más talleres de ese tipo. Me consta también que los compañeros del CIGB han estado divulgando sus resultados en sus eventos de Biotecnología Habana, y que este ha sido un espacio donde compañeros que alertarnos sobre los transgénicos, hemos tenido oportunidad de participar, como mismo ellos han tenido la oportunidad de exponer sus puntos de vistas en eventos como los Talleres Nacionales de Agricultura Orgánica, que auspicia la Asociación de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF), en la Conversión Internacional de Medio Ambiente, que organiza el CITMA, y en la Conferencia Globalización y problemas del Desarrollo, que organiza la ANEC. Es decir, aquí tampoco estamos en cero, pero todo parece indicar que no es suficiente, y que la prensa nacional no se ha aproximado a esos debates ni a las opiniones que divergen con el CIGB. Mucho menos a dado seguimiento con todas las de ley a los experimentos, a no ser, hacerse eco de lo que dicen los compañeros del CIGB.

A los compañeros de la prensa les puedo sugerir un conjunto de trabajos de especialistas nuestros, es decir, cubanos, que también son científicos como los del CIGB, y cuyas suposiciones son también basadas en las ciencias. Esos trabajos se remontan a los finales de los 90. Bueno, en la Revista de Agricultura Orgánica (a partir de 1998) podrán encontrar un conjunto de artículos que alertan sobre los peligros de los alimentos transgénicos. Por ejemplo, lean el artículo de Lianne Fernández, Tania González y Zoila Fundora: La Biotecnología y sus riesgos, ( Agricultura Orgánica , Año 4, No. 2, mayo-agosto de 1998, p. 66), donde se alerta de los peligros a la biodiversidad que entrañan los cultivos transgénicos, y se llama a la toma en serio del principio precautorio. En esa revista de la ACTAF y en el Anuario de la Universidad Agraria de la Habana (UNAH), podrán ver que en el país hay un grupo de personas que vienen haciendo esas alertas, que hoy para mí habría que considerarlas de alarmas, dado la cantidad de hectáreas que se han sembrado de maíz transgénico. Consúltese también a Collazo Oduardo, Fidel. La modificación genética de los cultivos: ¿un nuevo paradigma para la agricultura? En publicación: Boletín Electrónico ISRI, no. 17 . ISRI, Instituto superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, La Habana, Cuba: Cuba. Febrero-Marzo. 2007 (Acceso al texto completo: http://www.isri.cu/Paginas/Boletin/boletin_9407.htm ), donde de forma resumida se habla del tratamiento internacional del tema, y se sugiere su análisis no solo desde el punto de vista científico, sino también económico, político y ético. Podrán encontrar reflexiones bioéticas importante en Acosta Sariego Juan Ramón.Bioética para la sustentabilidad. Publicaciones Acuario, Centro Félix Varela, La Habana, 2003. pp. 279-322, sobre todo el artículo de Acosta El gen egoísta, y en el capítulo que escribí para esta compilación. ¿Es que la prensa y el CIGB solo dan por ciencia las investigaciones y suposiciones basadas en quienes promueven los transgénicos? ¿Lo demás no es ciencia? Yo pienso que es fácil entender el por qué hay que plantear y replantear estas interrogantes. Pero me atrevo ir más allá a razonar del mismo modo cuando se trata de posiciones políticas y revolucionarias

Personalmente vengo tratando el asunto desde finales de los 90. Una síntesis de mi parecer la pueden encontrar en mi Habla un transgénico, publicado en el número de abril (2009) de la Revista Temas, y también en Transgénicos: no basta la buena fe ( IPS-Inter Press Service. Corresponsalía Cuba. Año 22 No.7 Abril, 2009. www.cubaalamano.net ). Pero pienso que una información más actualizada y sistemática que fundamentan esas alertas o alarmas desde el punto de vista científico y multidisciplinar es el libro Transgénicos: que se pierde, que se gana. Textos para un debate en Cuba (Editorial Acuario. Centro Félix Varela, Habana, 2009), que compilamos Fernando Funez y yo. Aquí verán alertas que vienen de especialistas de diferentes campos, tanto de las ciencias naturales, como de las ingenierías, y las sociales. Se aborda con mucho rigor sobre los riesgos no solo ecológicos y económicos, sino también sociales y políticos de los transgénicos. Muy importante es que en este libro se documentan las alternativas mejores que la agricultura transgénica (los trabajos de Funez, Montano, Vázquez, Nova, Lianne y Zoila) para resolver los problemas de la agricultura y alimentación en nuestro país, la necesidad de evitar la repetición de errores que se cometieron cuando se implementó una agricultura de Revolución Verde. En este mismo libro, sobre la necesidad de transparencia en el asunto les sugiero el trabajo de Carlos Delgado; en lo que respecta a los riesgos para la salud, véase el de Albuin y el mío; en cuanto a como se ve el asunto en el mundo y en Cuba por la parte de especialistas extranjeros, autoridades en la materia, véase los trabajos de Ribeiro, Rosset, Altieri, Wright, Mae y Chan. A quien les interese les puedo enviar una versión digital de esa “otra ciencia”, pero pueden descargarla en la WWW o llegarse al Centro Feliz Varela para obtener un ejemplar del libro. Aquí también se habla de ciencia, pero también de sentido precautorio, tanto en los aspectos ambientales, agronómicos y económicos, como en los de índole epistemológica, ética y política. El principio precautorio no se reduce a la prevención de los perjuicios, sino que incluye actuar en ausencia de evidencias científicas concluyentes, y la evitación de un camino de actuación riesgoso, cuando hay otras alternativas mejores.

En esta polémica, los compañeros del CIGB suelen decir que con agricultura agroecológica no se puede alimentar el mundo ni a la población cubana, que por eso hace faltan los transgénicos, que estos rinden más que las semillas convencionales, que con los transgénicos se disminuye el impacto ambiental, y cosas por el estilo. En Transgénicos, que se pierde, que se gana…se pone en entredicho esta opinión. Pero acerca de lo que significó el movimiento agroecológico de la ANAP, para que nuestra agricultura no colapsara en los duros años 90 (Periodo especial), y como esos campesinos, con un cerca del 30 % de la tierra, producían agroecológicamente el 67 % de nuestra alimentación, pueden ver en el libro-tesis de doctorado de Fernando Funez Agricultura con futuro (2009), y también el de Machín et al. El movimiento agroecológico de campesino a campesino(2010). Allí se ofrecen datos científicos de lo que hizo, está haciendo y hacen los campesinos agroecológicos cubanos. No por gusto la dirección del país presta especial atención y apoyo a este sector campesino (CPA, CCF, UBPC y campesinos individuales). Les sugiere también acercarse a los resultados de proyectos como los Faros Agroecológicos, el Arroz Popular, el de Fitomejoramiento participativo, que devino en PIAL (del INCA), y el Programa Nacional de Agricultura Urbana, que coordina el INIFAT, y que hoy se extiende a las zonas periurbanas (ver Discurso de Raúl Castro Ruz en la Asamblea del Poder Popular).

Me gustaría saber cuáles son para el CIGB las instituciones que tienen la última palabra en la ciencia, pues este mundo de las investigaciones y publicaciones científicas, no es tan santo como parece. Como muy se muestra en Monica Robin El mundo según Monsanto (2007), son muchas las puertas giratorias entre transnacionales (cuyo interés es comercial), instituciones científicas, agencias reguladoras, y la prensa. En las revistas no solo se colocan resultados y evidencias de investigaciones, sino también debates. Y en no pocas ocasiones hay escándalos y cosas desagradables como el caso de las publicaciones en torno a la contaminación transgénica en México en la Revista Molecular Biology. Todo esto indica que la ciencia es humana, la hacen los hombres, expresa intereses, y no es ideológicamente neutral. Si quieren adentrarse en el tema de las imágenes no convencionales de la ciencia y el desarrollo científico tecnológico, les sugiero los trabajos de Thomas Kuhn sobre historia de la ciencia, comunidades científicas, paradigmas, y revoluciones científicas, así también los de sociología del conocimiento de Robert Merton. En Cuba tenemos los trabajos de Jorge Núñez Jover, José Ricardo Díaz Caballero, Roberto Sotolongo, Carlos Delgado, Thalía Fung, y otras importantes personalidades del mundo científico, que nos entregan una imagen más realista y menos romántica de la ciencia

Por otro lado, compañeros, hay que considerar los debates que se han venido realizando en instituciones como la Unidad Experimental “Indio Hatuey” en Matanzas, la Universidad de la Habana, la Universidad Agraria de la Habana, el INIFAT, etc. Pero sería muy interesante que se entrevistaran a compañeros de la ANAP, de la ACTAF, la Fundación “Antonio Núñez Jiménez”, también que se viera bien al detalle qué es lo que realmente está pasando en los campos donde se sembró el maíz transgénico, pues hasta el momento, “la información que suministra” el CIGB, no permite evaluar ni cívica ni académicamente el estado de la cuestión. Yo pensaba que en Biotecnología Habana 2009 se iba a dar información al respecto, pero me quede esperando. Me parece muy edulcorada la información que apareció en Juventud Rebelde sobre la marcha de los experimentos, o más bien, la multiplicación de semillas que se están realizando. ¿Se le dijo al pueblo todo lo que se debía decir? ¿Se alerto a la gente de los peligros de sembrar ese maíz en otra parte? ¿No hubo indisciplina en tal sentido? ¿Se dispuso del agua, y los plaguicidas, que se requirieron? ¿Dónde se publicaron esos resultados? ¿Quiénes participaron en las investigaciones? Son cosas que hay que saber, aunque no creo que exista mala fe en los compañeros del CIGB, y que las cosas se hicieron con responsabilidad y rigor científico.

Compañeros del CIGB suelen decir que instituciones de prestigio como la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprueba los transgénicos, no sin recomendar ciertos cuidados. Eso es cierto, pero yo pienso que de los documentos de la OMS, se deriva que la tecnología de los transgénicos se acompaña de incertidumbres y riesgos, y que las advertencias que contiene tienen de trasfondo esencial la necesidad de tomarlas en serio, como en el caso del boxeo. Por cierto, documentos de la OMS han prescrito el boxeo, pero como se sabe muy bien que de todas maneras se boxea, entonces, recomienda un conjunto de medidas para minimizar los daños. Empero, el punto que quisiera dejar sentado es que es una cuestión no científica, sino de decisión política el grado en que las advertencias del OMS y otras instancias se tomen en consideración. Por otra parte, en la OMS como en toda instituciones hay puntos de vistas y puntos de vistas, y hasta divergentes, y como es natural, en la emisión de un documento intervienen pactos, acuerdos, y negociaciones, así como abusos de poder y maromas de todo tipo. Pasa como dije respecto a las revistas y las instituciones científicas. No es mi intención desacreditar a ciertas organizaciones, solo quiere que se tome en cuenta que en este mundo no hay nada sagrado.

Muchos piensan que la tecnología de los transgénicos se le puede igualar con un cuchillo que en buenas manos sirve para hacer cosas buenas y en malas manos cosas malas, lo cual suena con la frase de quienes dicen que hay terrorismo bueno y terrorismo malo, y que a veces para hacer un bien, hay que utilizar el mal. Amén de que desapruebo esa forma de razonar, creo que es importante no confundir entre una tecnología en sentido de técnica, equipo, maquinaria, insumo, etc. y una tecnología como todo un sistema (Tecnociencia o Sistema Tecnológico) donde hay implicados valores, rejuegos institucionales, transformaciones sociales, preceptos ideológicos, etc. Es decir, ninguna tecnología es social, cultural, ética ni mucho menos políticamente neutral. Otra vez les remito al libro de Jorge Núñez Jover La ciencia y la tecnología como procesos sociales, que habla en detalle de estas cosas. Considero que este es un enfoque importante para encarar el tema de los transgénicos desde todos los puntos de vista, y sobre todo, desde el punto de vista mediático.

Otro aspecto crucial es que nuestra prensa se ha hecho de la opinión del CIGB de que los transgénicos son iguales a los no transgénicos. Esa supuesta “equivalencia sustancial” es un subterfugio que han utilizado las transnacionales para imponer a toda cosa sus transgénicos y los productos asociados. Cuando se dice en la prensa que el maíz transgénico cubano tiene la misma forma y sabor que el convencional, se está apuntando a una supuesta equivalencia en cuanto al producto ya acabado, pero se oculta el proceso. Un transgénico es una modificación genética donde se fuerza a la célula a la aceptación de un gen foráneo. Y es precisamente aquí, en la incertidumbre de este proceder donde está el peligro a largo plazo. Las transnacionales usan el mismo subterfugio de la equivalencia sustancial, pero a la hora de patentar sus productos, si aceptan que son sustancialmente no equivalentes a los convencionales. No creo que el CIGB este al lado de las transnacionales, pero habla el mismo lenguaje demagógico.

Les sugiero atención y transparencia en este serio asunto. Finalmente, téngase en cuenta que quienes están interesados en que Cuba desarrollen los cultivos y alimentos transgénicos son las transnacionales, que han aplaudido la decisión cubana de extender el maíz transgénico (véase Memorias de Biotecnología Habana 2008).Yo se que el CIGB prefiere invitar a sus congresos a figuras importantes del mundo biotecnológico como Samuel Sansson y James Clive, y quizás menos a representantes de organizaciones campesinas y de izquierda como el MST o la Vía Campesina.

Apréndase de los problemas que han ocasionado, por ejemplo, los plaguicidas contaminantes persistentes, o COPS, de la contaminación de nuestros campos con marabú (aunque si no hay nada, es mejor que estén), de la Claire (pez gato), haciendo de las suyas, y un montón mas de problemas ecológicos, que se recogen en los diagnósticos que el CITMA hace sobre la situación ambiental de nuestro país. Piénsese también en nuestras conquistas ecológicas, reconocidas por la ONU, otras organizaciones internacionales, y hasta por el Banco Mundial (BM). Todo esto confirma que no todo lo tecnológicamente posible, es ecológica y socialmente conveniente. Créenme que nos las estamos jugando al pegado, el pellejo, o a la ruleta rusa con ese problema de los transgénicos. Duermo seguro y tranquilo de la comprensión y atención de este importante asunto por parte de nuestra prensa, y también de la sobrada sabiduría política de quienes nos dirigen, y las instancias que poseemos (la Asamblea Nacional) para la toma democrática de decisiones. Yo pienso que este problema requiere un tratamiento que aproveche las potencialidades de nuestro sistema político para una amplia convocatoria de participación en los debates y en las decisiones. No hace falta decir que la prensa ha de jugar un papel crucial en este acuciante desafío. Por último, veo, que hasta tanto este debate no tenga una convocatoria más abierta y transparente, que involucre hasta la Asamblea Nacional, lo más conveniente y sabio es establecer una moratoria a los experimentos con el maíz transgénicos FR-Bt1.

martes, 25 de mayo de 2010

P1000152-1.jpg image by satras
Entrevista a Lester Brown, ambientalista fundador del Worldwatch Institute y del Earth Policy Institute
El pico del agua

www.beppegrillo.it...25/05/2010




Lester Brown, uno de los ambientalistas más importantes del mundo, fundador del Worldwatch Institute y del Earth Policy Institute, plantea algunos conceptos muy interesantes. La extracción del petróleo no debe realizarse en las plataformas submarinas sin una seguridad absoluta, comprendidas en ella todas las salvaguardias hoy existentes.

El Golfo de México podría ser sólo el comienzo de una marea negra. El pico del petróleo –aquel momento en que el petróleo comenzará a escasear– vendrá acompañado del “pico del agua”. Los dos fenómenos modificarán la economía y nuestra idea de civilización. Esto no ha sucedido en los últimos decenios, pero sucederá. Lester Brown, que participó en la creación del documental “Terra reloaded”, producido por Greenpeace, escribió en su último libro “Piano B 4.0 – Mobilitarsi per salvare la civiltà" (Edizioni Ambiente) (Plan B 4.0, Movilizarse para salvar la civilización) algunas instrucciones para el futuro. Un plan para la supervivencia, pero también para un futuro mejor para las generaciones venideras.

Entrevista

El Chernobyl de la industria petrolera

Hace pocas semanas una plataforma petrolera de la BP (British Petroleum) sufrió una explosión y el petróleo está derramándose en el Golfo de México. Al mismo tiempo, en Europa, los Estados están fracasando. ¿Qué está sucediendo en el mundo?

No sabemos qué es lo que ha ido mal. Pero sabemos que BP estaba perforando en una zona donde el agua tenía una profundidad mayor de 1.000 metros y que el yacimiento se encontraba bajo 500 metros adicionales de piedra. El petróleo se encontraba, por lo tanto, bajo una enorme presión. Hay dos hipótesis. Algo se hizo mal o la presión en este yacimiento era demasiado elevada y la tecnología actual no está en condiciones de controlarla. Si es válida la segunda hipótesis es imperativo levantar una bandera roja en las perforaciones en alta mar y a profundidades notables, porque no se sabe con qué condiciones se encontrarán. Es posible que a pesar de que la tecnología de perforación en alta mar haya sido eficaz en el pasado, podría no ser adecuada para enfrentar los nuevos problemas que están surgiendo en condiciones extremas. Alguien ha dicho que este acontecimiento podría ser el Chernobyl de la industria petrolera, al menos para las perforaciones en alta mar.

Porque si este derrame de petróleo siguiera durante meses, el daño medioambiental y económico que originará será enorme. Lo interesante para la contabilidad nacional es que este acontecimiento hará aumentar el PIB en las regiones del Golfo de México, ya que todos buscarán controlar el problema. Pero luego seguramente disminuirá al perjudicar las economías locales, las playas, la fauna marina, la pesca y las industrias locales.

Probablemente hemos llegado al límite tecnológico para extraer cómodamente el petróleo de los yacimientos residuales. Estos derrames están influyendo en la opinión pública. Visto que sabemos que tenemos que abandonar el petróleo, ¿por qué corremos estos riesgos sólo para extraer el poco que queda? Creo que esto cambiará el modo en que pensamos en el futuro del petróleo y de todos los combustibles fósiles.

Es interesante observar que los valores que rigen el sobreconsumo de los recursos naturales son los mismos valores que dirigen el sobreconsumo de los recursos financieros, el excesivo consumo que supera la capacidad de los sistemas crediticios. Lo hemos visto en los Estados Unidos con la enorme deuda del sistema crediticio. Ahora se ha reducido un poco, pero los estadounidenses siguen sin preocuparse por el futuro. Esto lleva a problemas económicos y a problemas medioambientales, por el sobreconsumo de los recursos naturales y la interrelación entre los dos.

El mayor problema que el mundo enfrenta hoy es el crecimiento de la economía en los últimos cincuenta años –ha crecido cerca de cuatro veces– y el consiguiente aumento del consumo de los recursos naturales, mucho más allá del nivel sostenible. La agricultura está disminuyendo, la pesca está decayendo, los acuíferos están disminuyendo, los suelos se están erosionando y las sabanas se están desertificando. Estamos destruyendo lentamente, y quizá no tan lentamente, los sistemas naturales de sustentabilidad. Ninguna civilización puede sobrevivir más allá de la destrucción de sus propios sistemas naturales de sustentabilidad.

Me he preguntado de qué modo este sobreconsumo nos perjudicará. Mi pronóstico es que se traducirá en una crisis de disponibilidad alimentaria, en un aumento de precios, en un aumento de la inestabilidad política y en un número creciente de Estados que fracasarán. El número total de los Estados en vías de fracaso -Estados cuyos gobiernos no son capaces de garantizar la seguridad personal o alimentaria- está aumentando. Esto provoca una pregunta incómoda: ¿Cuántos Estados encaminados al fracaso se necesitan para hacer fracasar la civilización? Todavía no conocemos la respuesta a esta pregunta. Nunca hemos visto nada parecido.

La ignorancia de los economistas

La cuestión es: ¿Qué podemos hacer y cuánto nos costará? ¡Porque si no lo hacemos estamos acabados! La civilización no sobrevivirá si continúa con la habitual manera de administrar el mundo. Tenemos que hacer grandes cambios: disminuir las emisiones de CO2, estabilizar el crecimiento de la población, erradicar la pobreza -que está estrechamente relacionada con la estabilización del crecimiento demográfico- y restablecer la agricultura, la pesca, las reservas de agua, que son nuestro sistema natural de sustentabilidad. El problema es que se trata de un complejo sistema de cuestiones y los jefes de Estado habitualmente están aconsejados por economistas. Hay un montón de cosas que los economistas hacen bien, pero hay cosas que no saben hacer nada bien. Los economistas no se plantean el nivel de rendimiento sustentable de los sistemas naturales.

La economía simplemente no puede entender esto. No hay nada en la teoría económica que explique por qué la industria pesquera del bacalao en Canadá se fue a pique, o por qué se están derritiendo los glaciares en las altas planicies del Tíbet y China. La economía no explica por qué el casquete polar de Groenlandia se está derritiendo y el nivel del mar está subiendo. Los economistas están como excluidos del mundo real. Están alejados de la realidad, insertados en el cuerpo de la teoría económica. Intentan encontrar la mejor forma de hacer pequeños ajustes para adaptar el sistema y explicar lo que ocurre, pero la teoría económica fracasa cuando intenta explicar las relaciones fundamentales entre la economía global y los sistemas naturales de sustentabilidad. He observado que los economistas que aconsejan a Obama, al Secretario General de la ONU, al Banco Mundial o al presidente de la UE no entienden qué está ocurriendo en el mundo y no entienden la urgencia de reestructurar la economía energética mundial, por ejemplo.

La economía no explica el cambio climático. Por ejemplo, el derretimiento de los hielos en el extremo norte del Atlántico podría provocar la inundación de los cultivos de arroz en el delta de los ríos asiáticos, reduciendo drásticamente las cosechas. A menos que se estudien estas cosas, no es obvio intuir que el derretimiento de los hielos en Groenlandia está amenazando las cosechas de arroz en Asia, donde vive la mitad de la población mundial. Este tipo de complejidades son las que debemos administrar. Los economistas no tienen los instrumentos apropiados para definir las políticas adecuadas.

La mitad de la población mundial vive en países donde el nivel de los acuíferos se está reduciendo. Entre ellos los tres grandes productores de trigo: China, India y Estados Unidos. Hay también muchos países más pequeños: Arabia Saudí, Yemen, Siria, Pakistán, México y otros. Extrayendo agua de las reservas acuíferas más allá del nivel de reposición natural, estamos fomentando una burbuja en la producción de alimentos. Estamos aumentando artificialmente la producción de alimentos y agotando las existencias de agua.

El pico del agua

Cuando hayamos agotado las existencias de agua, el nivel de extracción deberá reducirse necesariamente al nivel de reposición natural. No se trata de hipótesis o temas de debate. Es la realidad. Por lo tanto tenemos burbujas alimentarias de dimensión significativa que antes o después estallarán, y no creo que el mundo esté preparado para esto. A mí me parece que las zonas irrigadas en Estados Unidos han alcanzado un pico y ahora están disminuyendo. Esto se aplica sin duda también a la India. Y podría valer también para China, aunque no estamos seguros, y para una cantidad de pequeños Estados: Arabia Saudí, Siria, México. Esto significa que probablemente hemos alcanzado el pico de extracción del agua al mismo tiempo que alcanzamos el pico de extracción de petróleo. Mucha gente habla del pico del petróleo pero pocos hablan del pico del agua.

Pero creo que ya nos encontramos en él ahora y pienso que tengo argumentos convincentes. El mundo, tras el pico del agua, será un mundo distinto de aquél que conocíamos antes del pico. En el transcurso de nuestras vidas el uso del agua para las zonas irrigadas, que significa el 70% del agua utilizada, disminuirá. Será un mundo muy diferente que aún no hemos imaginado. Lo mismo vale para el petróleo, naturalmente. En el transcurso de nuestras vidas el nivel de extracción ha aumentado y ahora disminuye. Será un mundo muy diferente.

Traducido para Rebelión por Jorge Aldao y revisado por Caty R.

Fuente: http://www.beppegrillo.it/2010/05/il_picco_dellac/index.html

lunes, 24 de mayo de 2010

La fiebre del petróleo que amenaza al Golfo de México y al planeta

Tom Dispatch...24/05/2010


La cuestión está clara: el drenaje masivo de petróleo del fondo del Golfo México podría consumar uno de los mayores desastres ecológicos de la historia de la humanidad. Lo peor es que es sólo un anticipo de lo que será la era del petróleo degradado, una época caracterizada por la creciente dependencia de fuentes de energía problemáticas y difíciles de conseguir. La partida se desarrolla en terreno peligroso, y lo que está en juego es el destino del planeta.

Es posible que nunca se llegue a dar con la causa precisa de la explosión que destruyó la torre petrolera de Deepwater Horizon el 20 de abril y mató a 11 de sus 126 trabajadores. Se ha hablado de fallos en una conexión submarina y en un aparato específicamente diseñado para prevenir explosiones. La falta de controles gubernamentales sobre los mecanismos de seguridad también tuvo su parte en el desastre, producido, seguramente, por una combinación de equipo defectuoso y errores humanos. En todo caso, aunque no se determine cuál fue el exacto disparador de la explosión, la razón de fondo está clara: la existencia de una empresa a la que el gobierno autorizó a explotar reservas de petróleo y gas natural en entornos remotos y bajo condiciones de operación altamente riesgosas.

Los peligros de la nueva fiebre del petróleo

Los Estados Unidos ingresaron en la era de los hidrocarburos con una de las principales reservas de petróleo y gas natural. La explotación de estos valiosos y versátiles recursos ha contribuido durante mucho tiempo a la riqueza y al poder del país, así como a la rentabilidad de gigantes de la energía como British Petroleum (BP) y Exxon. Este proceso, empero, condujo al agotamiento de la mayoría de reservas siutadas en tierra firme y sólo dejó algunas disponibles en áreas marítimas de difícil acceso en Alaska y el Ártico. Para mantener el suministro de energía, así como los ininterrumpidos beneficios de las grandes empresas del ramo, todos los gobiernos sin excepción han impulsado la explotación de fuentes energéticas remotas, con abierto desdén por los peligros humanos y ambientales que encierran estas operaciones.

La búsqueda afanosa de gas y petróleo ha entrañado siempre un cierto grado de riesgo. Después de todo, la mayoría de las reservas energéticas se encuentran bajo tierra entre sucesivas capas de rocas. Cuando las perforadoras llegan hasta ellas, las probabilidades de erupciones explosivas son altas. Es lo que se conoce como efecto "géiser". En los intrépidos inicios de la industria del petróleo, este fenómeno -bien conocido gracias a películas como Pozos de ambición (There Will Be Blood, según el título original en inglés)- era causa frecuente de importantes accidentes humanos y ambientales. Con los años, las compañías petroleras consiguieron prevenir los daños causados a los trabajadores o al entorno de los pozos. Ahora, sin embargo, la compulsión por disponer de las remotas reservas de Alaska, el Ártico y las profundidades marinas se está reeditando una peculiar y peligrosa versión de los intrépidos inicios de la industria. Las empresas se encuentran con riesgos inesperados, y su tecnología -diseñada para escenarios más benignos- resulta a menudo incapaz de ofrecer una respuesta adecuada a los nuevos desafíos. En consecuencia, cuando el desastre se produce, el daño ambiental es exponencialmente mayor que cualquiera que haya podido registrarse en los anales de la industria a lo largo del siglo XIX o a inicios del XX.

La operación Deepwater Horizon es un ejemplo de ello. BP, la empresa que gestionaba la torre petrolera y tenía a su cargo la supervisión de la perforación, lleva años inmersa en una frenética búsqueda de petróleo en zonas profundas del Golfo de México. El pozo en cuestión, conocido como Mississippi Canyon 252, tenía una profundidad de 1,5 kilómetros y estaba situado a unos 80 kilómetros al sur de la costa de Luisiana. El perforador, por su parte, se extendía unos 4 kilómetros más bajo tierra. A semejante profundidad, cualquier operación en el fondo del océano debe realizarse a través de robots manejados por control remoto por técnicos situados en el pozo. El margen de error admisible en estas circunstancias es mínimo, sobre todo en cuestiones de perforación y corte de capas rocosas. Aparentemente la operación Deepwater Horizon se caracterizó por una gran laxitud en materia de supervisión, de manera que cuando surgieron algunos problemas previsibles, fue imposible enviar técnicos que pudieran evaluar la situación y ofrecer una solución.

Acometer perforaciones en Alaska y en el Ártico entraña peligros aún mayores, dadas las condiciones climáticas y ambientales extremas con las que es menester lidiar. Cualquier pozo marítimo siutado en los mares de Beaufort o de Chukchi está expuesto a eventuales choques con trozos de hielo, a temperaturas extremas y a poderosas tormentas. Por otra parte, siempre será más difícil, en semejantes parajes, lidiar con derrames de petróleo como los de BP, da igual que sean marítimos o terrestres. Es más, un flujo incontrolado de petróleo en esas condiciones representará, sin ninguna duda, una amenaza letal para cualquier especie viva.

Las grandes empresas de energía aseguran que están blindadas contra tales peligros. Sin embargo, tanto el desastre del Golfo como la propia historia han puesto en ridículo dicha pretensión. En 2006, por ejemplo, un oleoducto en mal estado de BP propició el derrame de más de un millón de litros de crudo en unas lomas del norte de Alaska frecuentadas por manadas migratorias de caribús (como el derrame tuvo lugar en invierno, los caribús aún no estaban allí, lo que hizo posible alejar el petróleo de los bancos de nieve; de haberse producido en verano, los riesgos para la manada hubieran sido considerables).

Cuando hay petróleo de por medio, todo está permitido

A pesar de los peligros evidentes y de la ausencia de mecanismos adecuados de seguridad, diferentes administraciones, incluida la de Barack Obama, han apoyado la política de las grandes empresas y han favorecido la explotación de reservas de gas y petróleo en aguas profundas del Golfo de México, así como en otras áeras ambientalmente sensibles.

El gobierno ya asumió esta posición frente al tema con la Política de Energía Nacional (PEN), adoptada por el presidente George W. Bush en mayo de 2001. Liderados por el ex Director Ejecutivo de Halliburton, el vicepresidente Dick Cheney, los diseñadores de esta política advirtieron de que los Estados Unidos consideraron que la creciente dependencia de la importación de energía comportaba un auténtico peligro para la seguridad nacional. A resultas de ello, apostaron por un mayor aprovechamiento de las fuentes de energía locales, especialmente petróleo y gas natural. “Es un objetivo primordial de la Política de Energía Nacional diversificar las fuentes de aprovisionamiento” rezaba la declaración de principios de la PEN. “Y esto supone priorizar las fuentes locales de petróleo, gas y carbón” .

No obstante, como la propia PEN dejaba claro, los Estados Unidos estaban perdiendo sus reservas de gas natural o de petróleo convencionales y de fácil acceso, tanto terrestres como marítimas. "Es probable -se decía en el documento- que la producción de petróleo en los Estados Unidos decaiga en los próximos diez años; [de manera que] la demanda local excederá las propias capacidades productivas” . La única solución, se afirmaba, era aumentar la explotación de reservas de energías no convencionales, como el petróleo o el gas situados en el fondo martímo del Golfo de México, más allá de los bancos de arena continentales, en Alaska, en el Ártico e incluso recurrir a formaciones geológicas complejas como el petróleo o el gas bituminosos.

“La producción de gas y petróleo en áreas geológicamente estimulantes -continuaba el documento- es vital para todos los estadounidenses y para la seguridad energética nacional, siempre que resulte compatible con la protección del medioambiente” (esta última mención era un explícito añadido de la Casa Blanca dirigido a contrarrestar las acusaciones -desafortunadamente ciertas- en torno a la escasa sensibilidad gubernamental por las consecuencias ecológicas de su política energética).

La primera recomendación de la PEN consistía en el desarrollo de un "Refugio para la Vida Silvestre en el Ártico", una propuesta con amplio eco en los medios que se granjeó la inmediata desconfianza de los grupos ambientalistas. Sobre todo cuando se la veía acompañada por la apelación a una mayor exploración y explotación en las profundidades del Golfo y en los mares de Beufort y Cukchi, en el norte de Alaska. Aunque la perforación en el Refugio Nacional para la Vida Silvestre del Ártico fue finalmente bloqueada, la explotación en otras áreas se abrió camino con escasa oposición. En realidad, el Servicio de Gestión de Minerales (SGM), una agencia gubernamental probadamente corrupta, lleva años facilitando la concesión de licencias de exploración y perforación en el Golfo de México e ignorando de manera sistemática las regulaciones ambientales. Esta práctica, frecuente durante la era Bush, se mantuvo incólume con la llegada de Barack Obama a la presidencia. Obama, de hecho, autorizó con su firma el crecimiento masivo de las perforaciones marítimas, y apenas tres semanas antes del desastre de Deepwater Horizon, el 30 de marzo, anunció la realización de tareas de perforación, por primera vez, en vastas áreas del Atlántico, la zona oriental del Golfo de México y las aguas de Alaska.

Además de acelarar las exploraciones en el Golfo de México, pasando por alto las advertencias de científicos y funcionarios gubernamentales, el SGM también aprobó perforaciones en los mares de Beaufort y Chukchi. Todo ello a pesar de la fuerte oposición de grupos ecologistas y de los propios pueblos nativos, que temían que las operaciones pusieran en riesgo la supervivencia de ballenas y otras especies fundamentales para mantener su modo de vida. En octubre, por ejemplo, el SGM otorgó a Shell Oil una autorización provisional para llevar a cabo perforaciones en dos bloques del mar de Beaufort. Los opositores al plan han señalado que cualquier derrame de petróleo generado por dichas actividades entrañaría severos riesgos para especies ya amenazadas. Como de constumbre, sin embargo, las advertencias se ignoraron (el 30 de abril, 10 días después de la explosión del Golfo, el presidente Obama otorgó al Plan un sorpresivo visto bueno, cuando aún algunas tareas de perforación aún estaban pendientes de revisión).

El salón de la vergüenza de BP

Las grandes compañías energéticas tienen sus propias razones para sumarse a la explotación de opciones remotas de energía. Para evitar la caída de sus acciones, cada año se ven obligadas reemplazar el petróleo extraído con el de nuevas reservas. La mayoría de los yacimientos tradicionales, sin embargo, está agotada y algunos de los más prometedores en Oriente Medio, en América Latina o en la ex Unión Soviética se encuentran bajo control de empresas estatales como la saudí Aramco, Pemex, en México, o PDVSA, en Venezuela. Este panorama deja a las empresas privadas con áreas cada vez más restringidas en las que reponer sus provisiones. Ello explica que lleven tiempo inmersas en una búsqueda enloquecida de petróleo en el África subsahariana, donde muchos países todavía permiten una cierta participación privada. Lo cierto, sin embargo, es que incluso en estos casos deben afrontar la feroz competencia de empresas chinas así como de otras compañías de propiedad estatal. Las únicas áreas en las que aún pueden operar con las manos prácticamente libres son el Ártico, el Golfo de México, el Atlántico Norte y el Mar del Norte. No es casual que sea aquí donde están concentrando sus esfuerzos, con escasa o nula preocupación por los peligros que ello pueda suponer para la humanidad o para el planeta.

El ejemplo de BP es bastante elocuente. Originariamente conocida como Anglo-Persian Oil Company (más tarde, Anglo-Iranian Oil Company, y finalmente, British Petroleum), BP comenzó sus operaciones en el suroeste de Irán, donde gozó durante un tiempo del monopolio en la producción de crudo. En 1951, sus propiedades fueron nacionalizadas por el gobierno democrático de Mohammed Mossadeq. La empresa regresó a Irán en 1953, tras el golpe apoyado por los Estados Unidos que puso al Shah en el poder, y fue expulsada nuevamente en 1979 tras la revolución islámica. La compañía todavía conserva un pie en la inestable aunque rica en petróleo Nigeria, una ex colonia británica, y en Azerbaijan. Sin embargo, desde su absorción de Amoco (en su momento, Standard Oil Company of Indiana) BP ha concentrado sus energías en la explotación de las reservas de Alaska y en algunos yacimientos de petróleo degradado en el Golfo de México y en las costas africanas.

No por casualidad, el informe anual de BP de 2009 lleva por título "Operar en las fronteras de la Energía". Allí, de hecho, se señala con orgullo que “BP opera en las fronteras de la energía. Desde las profundidades marítimas a los entornos más complejos, desde remotas islas tropicales a la próxima generación de biocombustibles, una renovada BP trae consigo mayor eficiencia, un impulso sostenido y crecimiento empresarial. En el marco de esta declaración de principios, el Gofo de México ocupa un papel central. “BP es un operador líder en el Golfo de México” , señala el informe. “Somos el principal productor y proveedor en la zona, además de contar con el mayor área de exploración” [ … ] Nuevos descubrimientos, iniciativas exitosas, operaciones de alta eficacia y un amplio abanico de nuevos proyectos nos sitúan en inmejorable posición en el Golfo de México, tanto a corto como a largo plazo” .

Está claro que los altos ejecutivos de BP pensaban que un rápido incremento de la producción en el Golfo resultaría fundamental para la salud financiera de la empresa a largo plazo (de hecho, unos pocos días después de la explosión en Deepwater Horizon, la compañía anunciaba que había conseguido unos 6.100 millones de dólares de beneficios sólo en el primer trimestre de 2010). Queda por determinar hasta qué punto la concepción empresarial defendida por BP contribuyó al accidente de Deepwater Horizon. En todo caso, existen inidicios de que la compañía estaba inmersa en una frenética operación de consolidación del pozo de Mississippi Canyon 252, un paso previo al eventual traslado de la plataforma alquilada a Transocean a unos 500.000 dólares diarios a algún otro sitio de perforación rentable.

Si bien es probable que BP sea el principal villano en este caso, otras grandes empresas energéticas están implicadas en actuaciones similares, con cobertura del Gobierno y de algunos de sus funcionarios. Estas empresas y sus aliados gubernamentales aseguran que, con las debidas precauciones, es seguro operar en estas condiciones. El incidente de Deepwater Horizon, sin embargo, revela que cuanto más remota es el área de exploración, mayores son las posibilidades de que el asunto acabe en desastre.

Se nos dirá que la explosión en Deepwater Horizon fue un accidente desafortunado, una desgraciada combinación de gestión inadecuada y equipo defectuoso. Que bastaría con un control más estricto para disipar los riesgos de la perforación en aguas profundas. Pero el alegato no es de recibo. La falta de diligencia y los defectos técnicos pueden haber desempeñado un papel crucial en la catástrofe del Golfo. Sin embargo, la fuente última del desastre es la necesidad compulsiva de las grandes empresas de compensar el declive de las reservas convencionales de petróleo a través de la exploración en zonas altamente riesgosas. Mientras esta compulsión se mantenga los desastres continuarán. Tenedlo por seguro.

Michael T. Klare es profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College. Su último libro es Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy (Metropolitan Books).

Traducción para www.sinpermiso.info : Gerardo Pisarello (http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3345)