El debate sobre el pico de producción de crudo siempre se ha referido a la cuestión de las reservas y los costes. Sin embargo, son las tecnologías verdes y limpias las que ahora predicen el ocaso del petróleo.
Es ya una verdad a voces (entre las compañías petrolíferas y también los gobiernos) que incluso en una era en que nos enfrentamos a un cambio climático de consecuencias catastróficas y a los desastres que se derivan de él, como hemos visto esta semana en el golfo de México, la prospección petrolífera forma parte inevitablemente de nuestro futuro. Quizá sea una verdad a voces, pero empecemos por preguntarnos si es una verdad, simplemente.
Como en numerosas ocasiones ha dicho el ex director general de Shell, Jeroen van der Veer, la edad del «petróleo fácil» ha tocado a su fin. Esto quiere decir que la mayor parte del petróleo que queda por extraer se encuentra en arenas bituminosas, a profundidades abisales y en otros lugares de difícil acceso, como el Ártico. Todos estos son recursos cuya explotación resulta extremadamente cara, requieren largos plazos hasta que el petróleo llega a surcar los oleoductos y, en muchos casos, tienen un impacto social y ambiental polémico muy difícil de paliar.
Incluso sin aludir a los costes sociales y ambientales, podemos encontrar un punto débil en este tipo de proyectos de prospección: el techo que la economía global impone a los precios del crudo. A un precio de entre 65 y 90 dólares el barril, el margen para la rentabilidad a largo plazo parece estrecho. Con la economía global aún frágil y los precios del crudo recuperándose, es necesario preguntarse si la economía podrá soportar más subidas en éstos. Y, por supuesto, si el clima podrá soportar un aumento en las emisiones de dióxido de carbono.
Llevar el petróleo al mercado será cada vez más caro. ¿Provocará este mayor coste un crecimiento sostenido de los precios de explotación del crudo y, a su vez, un nuevo hundimiento de la economía global?
Durante la presentación de su último Informe Estadístico sobre Energía Global de BP, a principios de junio de 2009, el presidente ejecutivo de la compañía, Tony Hayward, afirmaba que, cuando el precio del barril de crudo supera los 90 dólares, el consumidor «comienza a modificar su conducta» y que, por encima de los 100 dólares por barril, «la demanda se hacía elástica». En otras palabras: si el petróleo se pone muy caro, no podremos comprarlo, y no lo compraremos.
La diferencia entre los periodos de recuperación que siguieron a las crisis petrolíferas de tiempos pasados y el actual es que una importante parte de la demanda de crudo de hoy día está protagonizando un sostenido declive. Esto es así especialmente en países desarrollados en los que la demanda de crudo ha sobrepasado su techo. Dicho de otro modo: la recesión actual ha disparado la destrucción de la demanda, no su supresión.
Es posible que el día del «pico del crudo» haya llegado, pero no de la manera que todo el mundo esperaba. En lugar de un pico de crudo, estamos presenciando un pico en la demanda del crudo. La edad del petróleo no terminará mañana, pero la idea de que seguirá vigente por los siglos de los siglos (con su corolario de tragedias y catástrofes) se ve seriamente cuestionada.
Contra este telón de fondo, el supuesto económico según el cual es necesario invertir en tecnologías limpias gana tanta transparencia como el supuesto medioambiental. Cuanto antes apliquemos medidas eficaces en el sector del transporte —fabricando mejores coches que utilicen menos combustible, aplicando tecnologías híbridas de última generación y fomentando la electrificación de los vehículos—, antes la industria petrolífera del siglo pasado se verá sustituida por las industrias de hoy, más limpias, seguras y económicamente estables. www.ecoportal.net
John Sauven es director de Greenpeace
Traducido por Miguel Marqués
Globalízate
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www.guardian.co.uk
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