Crisis urbanas: privilegios e inequidades
Ricardo Luis Mascheroni
Rebelión_19-03-2012
“El apetito por la ganancia rápida contribuye a la presente concentración de edificios altos… y es dañina desde el punto de vista del bienestar público. De manera que mirando más de cerca… se recibe una impresión más clara de la devastación urbana."
Lewis Mumford (1)
Estas reflexiones se basan en situaciones localizadas en la ciudad de Santa Fe, en torno a la insuficiencia, empobrecimiento y obsolescencia de servicios básicos, como electricidad, agua, cloacas y desagües, sobre todo en la época estival, los que se acrecientan y se acrecentarán con los años.
No obstante su origen localizado, las mismas pueden servir de parámetro para el análisis de cualquier situación conflictiva de ciudades o localidades del país y de países con similares gestiones gubernativas.
Consecuencia de ello, en la agenda mediática se han instalado temas como: crisis energética, inundaciones pluviales, desbordes cloacales y falta de presión y caudal de agua, que reclaman ingentes partidas en su atención y que afectan fundamentalmente a los sectores de menores recursos, que por lo general, ni siquiera son beneficiarios de un servicio de calidad.
Como todo depende del cristal con que se mire, creo, que la crisis no es de los servicios, sino que la crisis es de gestión urbanística, de falta de planificación, de construcciones y uso del suelo irracionales, insostenible y en beneficio de los sectores de mayor capacidad económica, en desmedro del resto de la comunidad.
Se ha hecho costumbre proclamar en el plano internacional, que los problemas sociales y ambientales deben ser afrontados por los responsables de los mismos, y no por el conjunto de la humanidad.
Esa correcta posición, no guarda correlato con la realidad nacional o local, ya que en lo interno, también hay responsables de calamidades, que casi nunca se hacen cargo de las consecuencias dañosas de su accionar.
IMPACTOS DE LAS CIUDADES
Existe acuerdo científico, que las ciudades pese a ocupar sólo el 2% de la superficie terrestre y contener al 50% de los seres humanos, contribuyen casi al 70% de los gases de efecto invernadero (GEI), que provocan el cambio climático, incrementando las temperaturas medias entre 3 y 6 grados.
Este cuadro origina un círculo vicioso, que dispara todas las demandas, provocando el colapso de todos los servicios, en especial los de energía y provisión de agua, exigiendo mayores gastos e inversiones en el sobredimensionamiento de la infraestructura, los que recaen sobre toda la comunidad.
Dentro de esta problemática, los edificios en altura, tienen un impacto avasallador en lo ambiental, ya que se estima que los mismos a nivel mundial y sin duda local, consumen en promedio el 60% del total de la energía, 25% del agua potable, 40% de los recursos naturales y son responsables del 40% de las emisiones de CO2, 30% de los desperdicios sólidos y 20% del agua contaminada.
A partir de estas cifras, fácilmente se puede concluir que un sector minoritario de la población de nuestras ciudades, provoca un impacto superior al resto de los habitantes, pero que casi nunca asume los costos, ya que los externaliza a toda la comunidad, la que debe hacerse cargo de los mismos sin recibir, en la generalidad de los casos, sus ventajas.
Agravando el despilfarro energético, estas montañas de cemento, a la par que frenan los vientos de superficie, absorben y retienen gran cantidad de calor, que en forma constante liberan al entorno durante la tarde-noche, incrementando las temperaturas mínimas de la época estival a niveles récords.
Esto lleva a que la amplitud térmica entre temperaturas mínimas y máximas, se vean reducidas a su menor expresión.
La vieja costumbre de salir a la vereda (más allá de la inseguridad), o sentarse en el patio, a la tardecita, a tomar fresco, ha desaparecido por la fuerza de estas perturbaciones.
A CONFESIÓN DE PARTE, RELEVO DE PRUEBAS
En una nota en el vespertino El Litoral, 19-02-12, con el Secretario de Planeamiento Urbano de Santa Fe, Arq. Eduardo Navarro se vislumbra un tímido reconocimiento de esta situación: “En cuanto a las falencias que podrían ocasionar en los servicios tantas torres nuevas concentradas en el microcentro y zonas adyacentes a los bulevares, Navarro dijo que desde hace un tiempo mantiene reuniones con las empresas que prestan los servicios de agua, cloaca y energía en la ciudad, y “han empezado a sincronizar sus planes de obras con las líneas hacia donde crece la ciudad”. Para el funcionario, “el área central es la mejor servida y la que tiene mejor tensión eléctrica y presión de agua”. Sin embargo, “puede llegar a presentar algún problema en las cloacas porque en algunos lugares las cañerías tienen diámetro reducido y requieren muchas reparaciones”.
Queda claro en la nota, que el área central (de los edificios) es objeto de privilegio por parte de las empresas prestadoras de los servicios de agua y electricidad, pero al momento de establecerse los onerosos aumentos en las tarifas, el mismo recae con igual fuerza sobre los vecinos (de menores recursos) de los barrios que viven padeciendo cortes (supuestamente programados) de agua y luz en horarios picos, lo que incide negativamente en su calidad de vida.
Este trato, a todas luces injusto e inequitativo, pone en un pie de igualdad a víctimas y victimarios, permitiendo que estos últimos se aprovechen del esfuerzo de todos.
No es un secreto para nadie que toda ciudad al aumentar su población, demanda mayores servicios, pero el irracional uso del suelo, la falta de planificación y gestión del crecimiento urbano y el incremento de la densidad de personas por Km2, la dispara aún más. Lamentablemente en la solución del problema, pagan justos por pecadores.
Aunque se intente mostrar una cara distinta, vía construcción de playones o caminos de penetración en algunos barrios, queda claro, que por lo general los estados municipales han desertado de la planificación urbana igualitaria y justa, renunciando su rol a favor de las corporaciones de la construcción y el negocio inmobiliario, que son quienes establecen las reglas de juego en base a su fabulosa rentabilidad y capacidad económica.
Tampoco extraña que en esta suerte de dejar hacer… dejar pasar…, se canten loas a la inversión inmobiliaria, por parte de fondos, que en muchos casos, su origen es incierto y que son subsidiados injustamente por los sectores que menos tienen y que nunca gozarán de los beneficios.
La dirigencia política, rara vez se anima a ponerle coto a los mercados o al poder económico corporativo, algunas veces porque no puede, otras porque no sabe y muchas por cuanto quiere ser parte de esos sectores, aunque la parafernalia discursiva diga todo lo contrario. No sólo los dirigentes sindicales se vuelven empresarios.
Existen funcionarios que tienen debilidad por los negocios inmobiliarios, prohijando todo emprendimiento en dicha dirección.
En torno a estas anomalías, vienen al caso y cobran valor las siguientes afirmaciones: "Las zonas que necesitan el control más estricto tienen el mínimo control, desde que la densidades de población levantan el valor de la tierra y esto, a su vez demanda aun mayores densidades". (2)
"Por desgracia hay enormes intereses creados para hacer de la naturaleza un infierno, y se gana muy poco dinero –en realidad nada- con dejar las cosas tal como están. De manera que es fácil ver cuál será el lado que pierda en un país dominado por el concepto venal de una economía siempre en expansión. La destrucción de la vecindad y la mala construcción puede ser organizada con fines de lucro". (3)
"Hilera tras hilera de grandes prismas o torres, crean un ambiente pobre.” (4)
“Los departamentos de gran altura, están lejos de constituir progreso. Cuando se descuidan cuestiones más esenciales, este tipo de modernismo y de urbanismo superficial, resulta un sarcasmo. Estos planificadores necesitan dirigir una mirada lúcida hacia las necesidades, deseos y esperanza del hombre y de la mujer actuales, y encontrar fórmulas que resuelvan estas necesidades en toda su diversidad." (5)
La Coordinadora Ciudadana de Defensa del Territorio (Esp.) expresa: "La especulación urbanística es un problema de estado: se trata sin lugar a dudas de un problema social, medioambiental y cultural grave del país. Nos encontramos ante un hecho histórico: nunca en la historia había tenido lugar una ocupación del suelo tan extrema y con impactos ambientales sin precedentes, que generan desigualdad, segregación y precariedad, una sociedad y un territorio desestructurados, destruyendo señas de identidad esenciales del paisaje y la cultura que es remplazada por el hormigón y el modelo estandarizado y globalizado de una cultura de masas ultraliberal. Se trata del mayor expolio social, medioambiental y cultural de la historia.
Por su parte Ecologistas en Acción (Esp.) dicen: "La especulación urbanística se está convirtiendo en el principal problema ambiental y social, ya que está destruyendo de forma irreversible nuestro recurso más preciado, el suelo, agravando otros problemas ambientales, como el aumento de la demanda del agua, el deterioro del paisaje, provocando un alarmante aumento de la corrupción."
Tampoco nadie parece acordarse, que en la mayoría de los casos las obras de infraestructura de servicios fueron pagadas con mucho esfuerzo por lo frentistas, mediante el sistema de contribución de mejoras, que ponderaba para el canon; los metros de frente, superficie del lote y metros construidos, y que hoy son aprovechados por los nuevos emprendimientos sin contraprestación alguna.
Notas:
1.- La Carretera y la Ciudad, Mumford, Lewis, Emecé, Pag. 142/143
2.- Op. Cit., Pag. 150
3.- Op. Cit., Pag. 285/286
4.- Op. Cit., Pag. 301
5.- Op. Cit., Pag. 48
Ricardo Luis Mascheroni es Docente e Investigador Universitario
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