Ya Friedman (2009) estableció una relación entre la desestabilización del mercado y de la madre naturaleza, teniendo, según él, ambas las mismas causas, y escribió sobre un colapso mayúsculo en la responsabilidad individual e institucional de actores clave tanto del mundo natural como del financiero: se privatizan los beneficios obtenidos del ambiente y sociabilizan las pérdidas creando cadenas perversas de riesgo creciente, evitando ser responsables de ellas más tarde e implantado una cultura de la irresponsabilidad.
En el mundo financiero -y que hoy adaptamos a la realidad ambiental- existe un principio conocido como YNE/TNE: “Yo no estaré o tú no estarás cuando todo vaya mal”, esto expresado en palabras cotidianas: yo me acomodo ahorita, otro vendrá atrás y resolverá; yo no estaré. Bajo este principio somos creadores de riesgo y constructores de miseria, generadores de más activos tóxicos y promotores en el sistema socio ambiental de la inequidad, del desequilibrio y de malestar.
En materia ambiental podemos ir en otra dirección: “lo legal debe ir de la mano con lo ético”. Si no soy yo, quién, si no es ahora, cuándo. Este debe ser un principio que rija no sólo la acción ambiental sino cualquier actividad del acontecer diario de la humanidad. No es casual que un principio financiero tenga su eco en un principio ambiental y viceversa. Somos en esencia una red social. Ya Friedman (2009) estableció una relación entre la desestabilización del mercado y de la madre naturaleza, teniendo, según él, ambas las mismas causas, y escribió sobre un colapso mayúsculo en la responsabilidad individual e institucional de actores clave tanto del mundo natural como del financiero: se privatizan los beneficios obtenidos del ambiente y sociabilizan las pérdidas creando cadenas perversas de riesgo creciente, evitando ser responsables de ellas más tarde e implantado una cultura de la irresponsabilidad.
La desestabilización de la madre naturaleza pudiera desembocar en una crisis ecológica, es decir, pudiera ocurrir un crack del crédito ecológico derivado de infravalorar los activos medioambientales que constituyen la base de toda la vida y prosperidad sobre esta tierra (Informe WWF, 2008), tal como han ocurrido crisis en el mundo de las finanzas repetidamente y cada vez más frecuente en los últimos años. Más crítico aún, algunos países basan su crecimiento y desarrollo en el capital ecológico de otras naciones del mundo y así viven en crisis permanente, cabalgándola y corriendo la arruga. Cabría preguntarse, ¿hasta cuándo subsistirá esta inestabilidad?, ¿tenderá a estabilizarse la relación del hombre con su medio ambiente por la vía de la ruptura abrupta o la confrontación social?, ¿o más bien la estabilidad se alcanzará por la vía del cambio de la estructura legal y político territorial existente y el reacomodo de la sociedad alrededor del capital ecológico? Todas las anteriores y cualquier otra pudiera ser la respuesta acertada.
Generalmente los humanos tendemos a no visualizar, comprender ni aceptar cambios a grandes escalas, tendemos a rechazarlos y sólo la llegada de las crisis nos hace vencer la resistencia. De nuevo, como se dice el argot financiero, estamos más cercanos al 50% de ocurrencia de un cambio ambiental drástico, que del 5% de ocurrencia.
Es urgente que los ciudadanos y los líderes construyamos una manera más sostenible de suplir nuestras necesidades y crear riqueza en equilibrio con nuestros recursos ambientales. Hoy día estamos sufriendo los efectos de la falta de acciones y de la toma de decisiones éticas desde hace muchos años para prevenir problemas ambientales. Tenemos tareas responsables pendientes como sociedad, como colectivo que quiere perpetuar su especie y conservar activamente los recursos naturales que poseemos como nación, que nos pueden dar independencia, ventajas comparativas y seguridad estratégica; todo esto solo en la medida en que los manejemos y gestionemos inteligentemente, lejos del principio YNE/TNE, caminando por la relación miedo-esperanza de forma tal que siempre predomine la esperanza y no perdamos el rumbo, lo cual equivale a decir no infravaloremos el riesgo y no esquivemos la ética.
Como país, no debemos seguir enganchados en ataques y guerras entre grupos, debemos concentrarnos en nuestro avance, en la Venezuela que queremos y generar oportunidades para todos por igual. El comenzar por un cambio de actitud del liderazgo global nacional con una agenda clara y compartida de país permitirá formar nuevas generaciones bajo un paradigma de desarrollo sostenible, con avances tecnológicos y financieros pero sin excesos ni préstamos ambientales predatorios. No nos hace ricos el tener una lista inmensa de inventario de riquezas sino el saber gestionarlas sosteniblemente en el tiempo.
Venezuela debe ser el producto de la sinergia de todos los venezolanos, de todo su talento humano alineado con un norte y con una direccionalidad. Podemos comenzar por el factor ambiental a agruparnos en torno a una agenda común, al fin y al cabo el ambiente es el espacio más democrático e incluyente que existe, todos necesitamos respirar aire puro, todos necesitamos tomar agua limpia y todos dependemos de alimentos cultivados en suelos fértiles.
Tenemos esta oportunidad antes de transitar por las elecciones próximas a celebrarse donde elegiremos nuestros representantes ante la Asamblea Nacional. Conocemos los problemas ambientales más acentuados que tenemos: generación ilimitada e incontrolada de residuos, falta de calidad de agua y de tratamiento de las aguas servidas para verterlas responsablemente al ambiente, disminución de la diversidad biológica, pérdida de suelos fértiles por invasiones incontroladas, quemas y deforestaciones, falta de oferta estratégica de energías limpias que poco a poco reemplacen las fósiles altamente contaminantes. En las crisis salieron y salen nuestras debilidades. Dicho coloquialmente: bajó la marea y nos dimos cuenta quien no tenía traje de baño.
Qué modelo de país queremos para resolver eficaz y oportunamente estos problemas y ejecutar soluciones adecuadas a un marco legal moderno que reduzca la curva de aprendizaje, que promueva la innovación, las nuevas tecnologías y el avance de nuestras generaciones propiciando progreso exponencialmente. Qué tipo de leyes necesitamos en un período de transición ambiental para crear incentivos que promuevan, por ejemplo, el salto quántico en el mercado de las energías limpias y de los procesos ecológicamente eficientes.
Necesitamos oír propuestas legales de la mano con principios éticos, enmarcadas en la convicción de que si no somos nosotros quién y si no es ahora cuándo -muy lejos del principio YNE/TNE- para avanzar ambientalmente, y luego de oírlas, discutirlas abiertamente para generar una agenda legal de país y cubrirla en lapsos de tiempo oportunos antes de seguir rebotando de crisis en crisis. De no hacerlo, la globalidad que apunta hacia esa vía nos seleccionará, nos apartará, y estaremos marcados por el rezago en el desarrollo de nuestro país. Podemos cambiar y hacer que esta escena se pierda pronto en nuestro retrovisor.www.ecoportal.net
Evelyn Pallotta. Biólogo ecólogo. Analista ambiental. Actualmente Directora General de Ecología y Ambiente del Estado Miranda. Republica Bolivariana de Venezuela.
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