domingo, 31 de enero de 2010

Los transgénicos usan más tóxicos

La Jornada...31/01/2010


Los cultivos transgénicos han significado un aumento sin precedentes del uso de agrotóxicos (herbicidas y otros plaguicidas). Un informe del doctor Charles Benbrook publicado a fin de 2009 (Impacts of genetically engineered crops on pesticide use: the first thirteen years, www.organic-center.org) analizando el uso de agrotóxicos en Estados Unidos en soya, maíz y algodón transgénico de 1996 a 2008, muestra que las variedades transgénicas aumentaron el uso de agrotóxicos en más de 144 millones de kilogramos en esos 13 años. Estados Unidos es el mayor y más antiguo productor de transgénicos, por lo que los datos son significativos a nivel global.

Es grave porque los agrotóxicos son un importante factor de daños ambientales (al agua, suelos, flora y fauna) y a la salud humana. Muchos son disruptores endócrinos (producen desequilibrio hormonal con disminución de la fertilidad o infertilidad) y/o afectan el sistema nervioso e inmunológico, entre otros problemas. Se ha comprobado que los alimentos elaborados con transgénicos, contienen residuos de agrotóxicos hasta 200 veces más altos que los elaborados con cultivos que no lo son, debido a la gran cantidad de agrotóxicos que se les aplica en la siembra.

La gran mayoría del aumento que registra este nuevo informe se debe a los transgénicos tolerantes a herbicidas, principalmente al glifosato, que en estos 13 años ha pasado a ser el veneno más ampliamente usado en la historia de la agricultura. El aumento ha sido progresivo, acumulándose a través de los años. En los años 2007 y 2008 se registró 46 por ciento del aumento total.

El motivo principal es el surgimiento de hierbas invasoras que se han hecho resistentes a los herbicidas. Al igual que con los antibióticos, el uso continuado promueve cada vez mayor inmunidad en los organismos que se quiere combatir. El glifosato ya ha provocado resistencia en un mínimo de nueve diferentes hierbas invasoras, de las cuales el mayor problema en grandes áreas al sur de Estados Unidos es el surgimiento de amarantoresistente a agrotóxicos. Debería ser un alerta para México, donde el amaranto, junto al maíz, es parte de la dieta usual y existe en todo el país.

Para enfrentar la resistencia de invasoras, los agricultores emplean dosis mucho mayores de glifosato y tóxicos que habían sido descartados por su alta peligrosidad (prohibidos en algunos países) como atrazina, paraquat y 2,4-D. Éste último es componente del Agente Naranja, arma química usada por Estados Unidos en la guerra de Vietnam, desarrollado justamente por Monsanto, la mayor empresa de agrotransgénicos.

El glifosato, que las empresas describían como inocuo –aunque nunca fue verdad y Monsanto fue multado por publicidad engañosa debido a esta afirmación– era considerado menos tóxico que otros herbicidas. Sin embargo, esta comparación se hacía con una cantidad igual del componente activo de diferentes químicos usada en un área similar. Actualmente, gracias a los transgénicos, la concentración del glifosato ha aumentado exponencialmente y el informe reporta que en ciertos casos se usan cantidades 100 veces mayores que de otros herbicidas por unidad de área, por lo cual finalmente tiene un impacto mucho mayor que incluso herbicidas clasificados como más peligrosos. Por otra parte, frente a la falla de efectividad, las empresas aumentan el porcentaje de componente activo en las fórmulas y le agregan surfactantes y otras sustancias para coadyuvar la acción del glifosato, lo cual aumenta y agrega impactos.

Andrés Carrasco, embriólogo de la Universidad de Buenos Aires, publicó en 2009 estudios en Argentina (segundo productor mundial de transgénicos) constatando graves afectaciones en anfibios y en salud humana por causa del glifosato, contrariamente a la creencia de relativa inocuidad del componente. Al igual que a otros científicos que han denunciado los verdaderos efectos de los transgénicos, Carrasco sufrió una vergonzosa persecución de parte de autoridades oficiales y académicas (respaldadas por Monsanto), que fue internacionalmente repudiada. (Ver Darío Aranda,Lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo, Página 12, 3/5/09)

Las empresas enfrentan el problema de las resistencia en malezas con más de lo mismo: creando transgénicos que tienen más cantidad de genes ajenos, para resistir aplicaciones simultáneas de varios agrotóxicos y con varias cepas de la toxina Bt para hacerlos insecticidas. El apilamiento de genes es muy lucrativo para las empresas –las semillas cuestan hasta el triple que las convencionales–, pero multiplican los riesgos de contaminación del ambiente, del flujo genético a otros cultivos y los riesgos del consumo, tanto por la presencia de nuevos elementos, como por la sinergia negativa que se crea entre ellos. Uno de los peores ejemplos de este tipo es el maíz SmartStax de Monsanto, con ocho rasgos transgénicos apilados, que aunque fue llevado a juicio en Canadá por no haber sido evaluados sus impactos en la salud, fue irresponsablemente aprobado recientemente por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), para su consumo en México.

Son varios los informes de probada solidez publicados en 2009, que derrumban los mitos sobre los transgénicos que nos quieren vender las empresas. Éste muestra que los transgénicos usan más venenos y contaminan más. Otros, que producen menos (Failure to Yield, UCS, 2009) o tienen daños y riesgos serios a la salud (Asociación Americana de Medicina Ambiental, mayo 2009). Hay que terminar de raíz con este experimento masivo donde nos envenenan a todos para favorecer el lucro de unas cuantas trasnacionales.

La autora es Investigadora del Grupo ETC

http://www.jornada.unam.mx/2010/01/30/index.php?section=opinion&article=023a1eco

sábado, 30 de enero de 2010


Más allá del imperialismo ecológico
30-01-2010 Por Jayati Ghosh

La disputa sobre el cambio climático no sólo es una batalla entre ricos y pobres: ilustra la futilidad de la obsesión del crecimiento económico. El imperialismo ecológico –el crecimiento del centro del sistema a tasas insostenibles, mediante la exhaustiva degradación ecológica de la periferia– está generando ahora un conjunto de contradicciones ecológicas a escala planetaria que ponen en peligro la biosfera en su conjunto

Y bien: la cumbre de Copenhague no transmitió ninguna esperanza de cambio substancial, ni siquiera una indicación de que los líderes mundiales sean suficientemente conscientes de la vastedad y urgencia del problema. Pero, ¿constituye eso una sorpresa? Nada indicaba en el tan jaleado periodo previo a la cumbre que los organizadores tuvieran de verdad la ambición de cambiar su curso y detener o invertir un proceso de crecimiento claramente insostenible.

Parte del problema reside en que la cuestión del cambio climático se describe cada vez más como competencia de intereses entre países. De este modo, la cumbre se ha interpretado como una lucha entre “los dos grandes culpables” –los EE.UU. y China– o entre un pequeño grupo de naciones desarrolladas y un pequeño grupo de países recién emergentes (el grupo de los cuatro, China, India, Brasil y Sudáfrica), o en el mejor de los casos, entre países ricos y pobres. El legado histórico del crecimiento en el pasado de los países ricos, que tiene una repercusión adversa real, se deja sentir vivamente en el mundo en desarrollo. No se trata sólo del pasado: las emisiones per cápita de gases de invernadero en el mundo desarrollado multiplican todavía por mucho las de cualquier país en desarrollo, incluida China. Así que los intentos de los comentaristas del norte de cargar las culpas sobre algunos países por hacer descarrilar el resultado se ven en la mayoría de los países desarrollados como una prueba más de un enfoque esencialmente colonial.

Pero describir esto como una lucha entre países pierde de vista el punto esencial: que la cuestión está vinculada a un sistema económico –el capitalismo– que depende de forma crítica del rápido crecimiento como fuerza impulsora, aunque este “crecimiento” no suponga una vida mejor para la gente. De manera que no se cuestiona la suposición de que los países ricos cuya población desciende deban seguir creciendo en términos de PIB, en lugar de encontrar formas distintas de crear y distribuir la producción para generar una mayor calidad de vida. No se debate el patrón de “crecimiento” de los países en desarrollo “con éxito”, que se ha producido en muchos casos al precio del aumento de la desigualdad, de mayor inseguridad material para un sector considerable de la población y un enorme perjuicio al medio ambiente.

Puesto que dichas cuestiones ni siquiera se pusieron sobre la mesa en la cumbre de Copenhague, incluso un resultado con “éxito” sobre la base de una declaración común apenas sí habría señalado la clase de cambio que se requiere. Pero eso no significa que el problema haya desaparecido; de hecho, es más apremiante que nunca.

Los optimistas creen que el problema se puede resolver con un resultado beneficioso para todos que se base en el crecimiento "verde" y las nuevas tecnologías que proporcionan una producción desmaterializada, de modo que el crecimiento tenga un impacto decreciente sobre el medio ambiente. Pero dicha esperanza se ve también limitada por la paradoja de Jevons (del economista decimonónico inglés William Stanley Jevons) [1], que establece que la expansión típicamente abruma de forma característica cualquier aumento de la eficiencia en el rendimiento de los materiales y la energía.

Así se elucida en un libro importante de reciente aparición de John Bellamy Foster. [2] Foster sostiene que una reorganización racional del metabolismo entre naturaleza y sociedad debe dirigirse no sólo al cambio climático sino a la panoplia entera de problemas ambientales. “El inmenso peligro al que se enfrenta hoy la especie humana (...) no se debe sólo a las limitaciones del medio ambiente natural sino que se desprende de un sistema social trastornado que gira sin control y más concretamente del imperialismo norteamericano”. (pág. 105)

¿Qué tiene que ver con esto el imperialismo? "El capital se abalanza contra barreras ecológicas que no pueden superarse a escala de la biosfera, como era anteriormente el caso, a través del "arreglo espacial" de la expansión geográfica y la explotación. El imperialismo ecológico –el crecimiento del centro del sistema a tasas insostenibles, mediante la exhaustiva degradación ecológica de la periferia– está generando ahora un conjunto de contradicciones ecológicas a escala planetaria que ponen en peligro la biosfera en su conjunto". (pág. 249)

Esto no significa que los intereses de la gente del centro se opongan inevitablemente a los de la gente de la periferia, puesto que en ambos casos se ven adversamente afectados por los resultados de esos desequilibrios ecológicos. Significa en cambio que va hoy en interés de todos nosotros pasar de una obsesión por un crecimiento que se dirige primariamente al aumento del beneficio capitalista a una organización más racional de la sociedad y de la relación entre la humanidad y la naturaleza.

Así pues, existe desde luego una solución en la que todos ganan, pero que no puede basarse en el paradigma económico existente. La buena noticia es que las alternativas más humanas y democráticas también tienen la probabilidad de ser más sostenibles ambientalmente. www.ecoportal.net

Jayati Ghosh es profesora de Economía de la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi, y secretaria ejecutiva de IDEAS (International Development Economics Associates). Colabora habitualmente con diversos medios periodísticos de la India, así como con varias organizaciones y movimientos sociales de corte progresista. Es también miembro de la National Knowledge Commission (Comisión Nacional para el Conocimiento) que asesora al primer ministro indio.

The Guardian, 21 diciembre 2009 Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

Notas:

[1] La paradoja de Jevons afirma que a medida que el perfeccionamiento tecnológico aumenta la eficiencia con la que se usa un recurso, lo más probable es que aumente el consumo de dicho recurso, antes que disminuya. Concretamente, la paradoja de Jevons implica que la introducción de tecnologías con mayor eficiencia energética puede, a la postre, aumentar el consumo total de energía.

[2] John Bellamy Foster, The Ecological Revolution: Making Peace with the Planet, Nueva York, Monthly Review Press, 2009.

viernes, 29 de enero de 2010

Contra la industria de la represa y a favor de la vida

Biodiversidadla...29/01/2010


El furor por represar ríos para generar electricidad tuvo su auge en los años 70: durante esa década se construyeron 5400 diques por año de promedio en todo el mundo [1]. El saldo es que hoy más de la mitad de los ríos del planeta están represados y alrededor de 80 millones de personas han sido desplazadas de sus tierras. Si bien el furor cayó en picada tanto en Europa como en los Estados Unidos -debido a razones económicas y a las críticas por impacto ambiental de estos mega proyectos- en la región sur del continente americano países como Brasil se obstinan en continuar con ese modelo.

Los grandes complejos hidroeléctricos iniciados en la década del 70 en Brasil tenían la finalidad de generar energía para un rápido proceso de industrialización. Para ello fue necesaria la expropiación de grandes áreas rurales en un tiempo relativamente corto, por lo cual poblaciones enteras fueron obligadas a abandonar sus viviendas, tierras y trabajos [2]. Robson Formica explica que allí está el origen del movimiento que integra: “En los años 60 y 70 el gobierno militar hace un relevamiento de los potenciales hidroeléctricos de Brasil. Desde los años 80 son diversos los sectores que contribuyen con información y apoyo concreto a las localidades amenazadas por los emprendimientos de represas (como la Central Única de los Trabajadores, el Movimiento de los Sin Tierra y las comunidades eclesiales de base, principalmente). Surgen las organizaciones locales y regionales de los afectados por represas que después, ya en los inicios de los años 90, pasan a constituir un movimiento nacional a partir de una plataforma mínima”.

El capitalismo en Brasil desarrolla un modelo energético basado en represas. Según Robson, “con la crisis capitalista de los años 70 varios sectores, como el metalúrgico, con capitales de origen japonés o europeo, comienzan a invertir en países del tercer mundo. Brasil recibió a muchas de esas empresas como forma y sinónimo de llevar el país al progreso. Estas empresas necesitan para producir sus mercancías altísimas cantidades de energía eléctrica. Como tenemos una cantidad abundante de ríos entonces se impulsa la hidroelectricidad, que en comparación con otras fuentes se torna mucho más barata, algo fundamental para la mirada del capital”.

La construcción de represas dio lugar en Brasil, al igual que en el resto del mundo, a la conformación de una industria de la represa, esto es, al armado de una red de empresas particularmente interesadas en este tipo de obra pública, donde aparece “toda la obra civil, el abastecimiento de los materiales para construcción, la ingeniería”. Pero también está implicado “todo un proceso de corrupción que estas grandes obras proporcionan. Son muchos intereses que se cruzan y que confluyen para que este modelo se constituya, se afirme y se vaya reproduciendo”, afirma Robson. Otra organización que lucha contra las represas, pero en Chile, opina en este sentido: “¿por qué se han construido demasiadas represas en los ríos del mundo? Muchas veces existen intereses creados de compañías de ingeniería y agencias gubernamentales que se ganan la vida construyendo grandes represas y utilizan su músculo político y financiero para asegurar que esto siga sucediendo” [3].

¿Por qué hablar de afectados? ¿A quién le importan los afectados?

El propio organismo creado por el Banco Mundial para estudiar el tema, la Comisión Mundial de Represas (WCD), estima que son como mínimo unos 40 millones de personas las que han sido desplazadas por este modelo energético de represas. Más grave aún, y también reconocido por la WCD, “en demasiados casos, este desplazamiento físico es involuntario y en base a la coerción y la fuerza”, afirmando que incluso se ha recurrido al asesinato de pobladores.

El organismo, que fue creado para investigar lo que el propio BM había financiado anteriormente, asumió que “las personas desplazadas enfrentan una amplia gama de riesgos de empobrecimiento que incluyen quedarse sin tierra, sin trabajo, sin vivienda, marginadas, sin seguridad alimentaria, con mayor morbilidad, pérdida de los recursos comunales, y desarticulación comunitaria que puede producir una pérdida de la capacidad de resistencia socio-cultural” (el informe fue publicado en noviembre del 2000).

“Hasta los años 90 -explica Robson- las empresas que controlaban las represas eran del propio Estado, por lo que había mayor posibilidad de hacer presión para que las personas desplazadas por estas obras fueran reubicadas en áreas con condiciones mínimamente parecidas a las que vivían antes. Aunque se obtenían logros, lo principal seguía estando, o sea todo el impacto desde el punto de vista cultural, psicológico, de la convivencia, de la relación con la naturaleza, con el río”. Para dar detalle de esto, Robson enfatiza: “las personas fueron trasplantadas a regiones a más de 300 km de donde vivían, apartadas de sus familias y amigos”.

Pero, como parte del proceso de consolidación y avance del neoliberalismo, a mediados de los 90 comienza la privatización del sector eléctrico en Brasil. A partir de allí se tornaron aún peores las condiciones para reclamar por parte de los afectados. Según Robson, “se inicia una etapa en la cual no hay más reconocimiento de nuestros derechos y desaparece la posibilidad de reclamar”. Por eso los afectados vienen realizando diversos tipos de acciones directas, como ocupaciones, marchas, enfrentamiento en los canteros de obra e incluso en los predios públicos del gobierno, reconociendo que en este enfrentamiento “la correlación de fuerzas es muy desigual”.

Como respuesta a estas luchas, el Estado ha recurrido a la persecución y criminalización de activistas y organizaciones. “Recientemente varios compañeros fueron presos por hacer una ocupación en la represa de Tucuruí [4], una obra que empezó en los años 70 y donde todavía hay problemas por el reconocimiento de derechos. Entonces los compañeros ocuparon una obra complementaria en Tucuruí, una hidrovía, para reivindicar un área productiva para poder sustentarse. Por pedir eso fueron fuertemente reprimidos y algunos estuvieron más de 50 días encarcelados sin proceso judicial. Hay una gran persecución política y policial a la que nos someten”, relata Robson.

Energía y Medio Ambiente

Los embalses que producen las represas muchas veces son “vendidos” como un atractivo turístico y natural por parte de los gobiernos locales. Se desarrollan en estos lagos artificiales deportes náuticos y se siembran peces de distintas especies para promover la pesca deportiva. La intención es clara: generar consensos a partir de un marketing verde sobre una infraestructura que lejos está de conciliarse con la naturaleza.

La WCD reconoce que los embalses pueden “trastornar significativamente todo el régimen de flujo, alterando dramáticamente el entorno ribereño cambiando la temperatura del agua. Las represas alteran el hábitat natural, permitiendo en muchos casos que las especies exóticas de plantas y animales eliminen a las especies nativas”. La WCD también afirma que “las represas grandes han causado la pérdida de la biodiversidad acuática, de pesquerías aguas arriba y abajo, y la utilidad de las planicies inundables, humedales y los ecosistemas ribereños y de esteros, con sus ecosistemas marinos adyacentes, río abajo”. Bajo el doble manto de una propaganda verde y la utopía del “desarrollo”, los diques siguen avanzando gracias a los intereses de la industria de la represa, anegando también la posibilidad de crecimiento de otros tipos de generación de energía, no destructivas y sostenibles. Las opciones alternativas para la oferta de energía renovable y sostenible podrían incluir la biomasa, las energías eólica, solar, geotérmica, del océano y la cogeneración. Son opciones que merecerían ser exploradas más allá de lo “testimonial” en el sur del continente.

Un caso emblemático de esta utilización de la propaganda de “progreso” se está dando también fuertemente en Chile. Se trata de un demencial proyecto de construir 5 mega represas sobre los ríos Baker y Pascua, en el extremo sur de la patagonia chilena y que implicará la construcción de un tendido eléctrico de alta tensión de 2270 Km de extensión, con torres de entre 50 y 70 metros de altura que atravesarán una de las zonas más ricas en biodiversidad del mundo, incluyendo áreas protegidas y territorios indígenas. Entre la zona inundada por los diques y el área afectada por las torres, “el impacto” (forma de denominar a la destrucción) será equivalente a la superficie de la ciudad de Buenos Aires, que son los datos de mínima reconocidos por la empresa.

Por su parte en Brasil, según Robson, el problema del impacto social y natural de este tipo de modelo energético es “un tema que se debate cada vez más porque en los próximos 10 años el gobierno pretende construir 78 represas hidroeléctricas como parte de lo que denomina Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC)”.

“Con Lula la lógica del modelo continúa viva”

El proceso de “desarrollo energético” que lleva Brasil ya se cobró más de 1 millón de afectados y, para Robson, con el actual gobierno encabezado por Lula da Silva “hay una intensificación: la lógica del modelo continua viva”. El plan, que se llama Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), tiene como fin el incremento de los recursos energéticos, “en especial la hidroelectricidad, por lo que los proyectos se intensificaron”. Aquí están incluidas las 78 represas mencionadas por Robson.

Este plan, que se enmarca en la estrategia del IIRSA [5], “implica a más de treinta represas para la región amazónica”. Dos mega obras ya están en curso, “una es sobre el río Madeira, que va a afectar a casi 25 mil personas”, destaca Robson. La otra es más conocida por el grado de resistencia que se está logrando por parte de las poblaciones locales y la solidaridad de varios sectores: se trata de la represa hidroeléctrica de Belo Monte. Se estima que Belo Monte será la tercera represa en importancia del mundo con una producción de 11,3GW en los meses de crecida. Costará alrededor de 30 mil millones de reales y afectará (desplazará) a cerca de 30 mil personas. “La región amazónica pasa a ser un objetivo de las empresas transnacionales y no sólo para la construcción de hidroeléctricas, también hacen exploración de minerales, control de la biodiversidad, control del agua, y provocan con eso la expulsión de los pueblos originarios, campesinos y pueblos ribereños”, afirma Robson. Y continúa: “el problema de la región amazónica no se refiere sólo a Brasil, porque incluso las empresas están yendo a Perú y Colombia para construir hidroeléctricas. Brasil les aporta la capacidad técnica de la empresa estatal Eletrobras, que se encarga de la gestión del sector eléctrico en Brasil”.

La usina hidroeléctrica de Belo Monte se posará sobre la cuenca del río Xingú, en el estado de Pará, región norte de Brasil. A la devastación de esa región amazónica hay que sumar la interrupción del transporte fluvial -único acceso para ribereños e indígenas-, el manejo forzado de familias, la desestructuración territorial y diversos perjuicios socio-económicos. Desde el gobierno del Estado de Pará se esfuerzan por generar un maquillaje verde [6] mediante reservorios testimoniales. Mientras tanto, el IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables) anunció hace pocos días que dará la licencia ambiental requerida para el inicio de la licitación y posterior construcción de la obra.

Las organizaciones de los pueblos indígenas aseguran que se están violando sus derechos consagrados por la Constitución Federal y por el célebre Convenio 169 de la OIT. Según la legislación vigente en Brasil, se debe consultar previamente a las comunidades afectadas por los grandes proyectos. También se debe realizar una serie de audiencias públicas con la población de cada localidad afectada para evaluar los impactos ambientales de las obras. Hasta la fecha sobran las irregularidades en el proyecto de Belo Monte.

Consultado acerca de cómo piensan enfrentar estas amenazas, Robson explica que mediante la confluencia “con los demás movimientos sociales, principalmente con los que integran la Vía Campesina en Brasil, como el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra, el Movimiento de Pequeños Agricultores, Movimiento de Mujeres Campesinas, Federación de Estudiantes de Agronomía, y otros más con quienes integramos la Vía Campesina como espacio de articulación. Intentamos organizar las regiones más preocupantes. Además tenemos limitaciones que están en función del tamaño del país, desde el alojamiento de compañeros hasta la formación. Ahora estamos buscando construir una alianza y relación con los pueblos originarios porque hay una tradición fuerte de resistencia de ellos, principalmente en la región amazónica, entonces es fundamental que podamos juntar los esfuerzos de las organizaciones para fortalecer la resistencia”, finalizó.

Contacto:

Movimento dos atingidos por Barragens no Brasil (MAB)

Otros recursos sobre la temática:

Patagonia Chilena Sin Represas

Afectados por Yacyretá

Red Latinoamericana contra represas y por los ríos, sus comunidades y el agua

Ver también en Biodiversidadla el caso de los afectados por Yacyretá

Por Marcelo Maggio para la Agencia de Noticias Biodiversidadla


NOTAS

[1] “Guía Ciudadana sobre la Comisión Mundial de Represas”. // La Comisión Mundial de Represas (WCD) fue establecida por el Banco Mundial y la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) en mayo de 1998 en respuesta a la creciente oposición a las represas grandes.

Fuente original: http://biodiversidadla.org/content/view/full/54359


jueves, 28 de enero de 2010

El fracaso de Copenhague

Rebelión...28/01/2010


La gravedad de los problemas ambientales es algo ya evidente para todos en este siglo XXI que comienza. Esta coyuntura histórica de la humanidad ha sido producida por la industria contaminante y las formas de vida consumistas, de modo que uno de los principales objetivos para el desarrollo humano en nuestros días debería ser detener la destrucción ambiental, reduciendo la actividad económica que lo produce. Pero parece que el modelo económico predominante, basado en el mercado, no puede prescindir de ese tipo de industrias que producen la contaminación, como el petróleo, el armamento, las químicas, los automóviles, la agricultura y la ganadería industrializadas, etc. Y también parece que las poblaciones de los países desarrollados no quieren renunciar a esa forma de vida que les proporciona tantos placeres y comodidades, por muy injusta que sea ese sistema de producción. Esa impotencia es la que se ha escenificado en Conpenhague al comienzo de este invierno.

Especialmente grave es el calentamiento global de la Tierra provocada por los gases de efecto invernadero, que provienen del uso de los combustibles fósiles en la industria y el transporte. Hay suficientes pruebas documentales y estudios científicos sobre ese hecho, que ha sido ampliamente difundido por los medios de comunicación. Y las consecuencias de ese fenómeno son potencialmente catastróficas para el bienestar de millones de personas en todo el mundo, y en definitiva de toda la humanidad; pues aunque no queramos todos los seres humanos dependemos unos de otros en una civilización mundializada, como es la nuestra. Por eso existe un Protocolo de Kyoto, en el que la mayoría de los países de todo el mundo se comprometieron a reducir las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas causante del aumento de temperatura en la Tierra. Aunque algunos países como EE.UU. y China no han firmado ese acuerdo internacional, su importancia es enorme como primer paso para un compromiso serio de todos en pro de la sostenibilidad de la vida humana en la Tierra.

Sin embargo, el acuerdo de Kyoto cumple en el año 2010 su plazo de vigencia, y esa circunstancia exige la renovación de los compromisos internacionales sobre el medio ambiente. Por eso se ha celebrado la cumbre de Conpenhague en diciembre del 2009, para afrontar la imprescindible tarea de resolver los problemas ambientales, si es que de verdad se quiere dejar un mundo habitable a las futuras generaciones. Pero lo que se ha escenificado en Conpenhague es la impotencia para resolver los graves problemas de la humanidad actual. Después de una campaña de propaganda en la que los dirigentes de las principales potencias económicas del mundo se comprometían a una reducción significativa de los gases que provocan el efecto invernadero, el acuerdo alcanzado no compromete a nadie a nada. Como en la fábula, los montes parieron un ratón asustado.

No es casualidad que se eligiera el comienzo del invierno para hablar del efecto invernadero. Pues a en unas semanas una ola de frío –de esas que suelen venir en invierno-, magnificada por los medios de comunicación, recorrió Europa haciéndonos olvidar que la temperatura está subiendo. No es casualidad tampoco que el presidente de los EE.UU., cual emperador mundial, haya sido recientemente galardonado con el premio Nobel de la Paz por sus méritos de guerra en Oriente Medio, gracias a que el conflicto se extiende cada vez más en Irak, Palestina, Yemen y Afganistán,... La comedia política está bien escenificada. El emperador romano Calígula, para demostrar su origen divino, nombró embajador a su caballo, ¡nosotros todavía no hemos llegado a tanto!

Éste Premio Nobel de la Paz, se dignó asistir al encuentro de Conpenhague para recoger los aplausos de los asistentes a la cumbre, sin prometer milagros imposibles que sólo pueden simularse en los programas electorales. Donde dije digo, digo Diego. Es por otra parte sorprendente, sin que a nadie le extrañe o le importe un ápice, que en la catástrofe de Haití los EE.UU. se dediquen a ocupar la isla militarmente, en lugar de llevar personal sanitario y alimentos. Previamente una campaña de propaganda sobre la violencia de los hambrientos y los enfermos, nos ha convencido de la necesidad de esa invasión. Pero la evidencia, para el que quiera pensar más allá de las telarañas de los prejuicios, apunta a que los EE.UU. no disponen de otro recurso económico más que los militares, pues en ello se han gastado el presupuesto durante los últimos 30 años de neoliberalismo. La economía capitalista liberal es capaz de esos milagros, al convertir un factor de destrucción como el ejército en un recurso para socorrer a las víctimas de las catástrofes naturales. En cambio un país que mis alumnos consideran pobre y nada envidiable, como es Cuba, es capaz de enviar más de 600 médicos para aliviar la situación de los sufrientes haitianos. A mi esa capacidad para la solidaridad internacional sí me parece envidiable, y no nuestros gloriosos ejércitos humanitarios.

Disculpen Vds. que me haya apartado un poco del tema del artículo, pero aunque no lo parezca está relacionado con lo que ha pasado en Copenhague. En la cumbre casi todo resultó rocambolesco, como la política imperial, como la vida misma en este comienzo de un siglo que se anuncia terrible. Por ejemplo, para remachar el clavo de la incuria con el martillo de los herejes -ahora diestramente blandido por los demócratas de toda la vida-, la represión se ha cebado con los manifestantes pacíficos, que intentaban llamar la atención de la opinión pública mundial sobre la importancia de tomar acuerdos fundamentales para la humanidad en la cumbre climática. Esa represión había sido planificada previamente y se promulgaron las leyes adecuadas para que se hiciera eficazmente. Y esto es la demostración más palpable de que ya se había previsto el fracaso de la Cumbre; y de que ese resultado ha sido fruto del boicot a los acuerdos internacionales por parte de los gobernantes de los países desarrollados. Incluso representantes de primera fila del ecologismo mundial han tenido que pasar unas semanas en la cárcel. No digamos nada de las noticias sobre las detenciones masivas de ciudadanos, ni sobre las penosas condiciones de retención en naves industriales –los lectores pueden encontrar esa información en los medios alternativos-. Pues al fin y al cabo, todo esto es ‘pecata minuta’, comparado con lo que están sufriendo las gentes del mundo ‘subdesarrollado’, invasiones, ataques preventivos, asesinatos selectivos, torturas en campos de concentración, hambrunas, pestes, etc…

Sin embargo, en medio de la ceremonia de la confusión, hubo quien puso un ápice de razón. Pero mis querido lectores no respirarán aliviados, al saber que la razón la pusieron los políticos más denostados del mundo. Con la intervención de los presidentes sudamericanos Hugo Chávez y Evo Morales, se puso un poco de cordura en la cumbre. Su disidencia frente a los cambalaches y enjuagues de la cumbre ha dado un toque de honestidad a la reunión. Gracias a ellos no todo está perdido, para quien de verdad cree en la humanidad y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Gracias a Morales y Chávez se ha podido mostrar a las claras la división de la humanidad actual entre los países pobres y los países ricos; los primeros sufrirán los efectos devastadores del cambio climático, como sequías, inundaciones, huracanes, etc.; los segundos son los causantes del problema.

La negativa de los ricos a rebajar un poco su cotas de consumo en bien de la humanidad, proviene del egoísmo más ciego e ignorante. La insolidaridad de los ricos no es sorprendente, incluso cuando, como ahora, se acerca a una actitud criminal; lo que sorprende es que hoy en día haya tanta gente cuyo único objetivo en la vida es ser rico a costa de lo que sea –incluidos sus propios descendientes-, gente que sólo se preocupa de cuidar de su propio bienestercaiga quien caiga. Ese egoísmo sin disfraces en lo que se nos presenta como la libertad, nuestra libertad. Eso no tiene nada que ver con la verdadera sabiduría, con una tradición de dos mil quinientos años de filosofía: la cultura europea ha perdido el norte; ya los perdió en el siglo XX con sus dos guerras mundiales y sus regímenes fascistas y no ha sabido recuperarlo. Pues ahora llevamos treinta años de neoliberalismo y nos hemos acostumbrado a la mentira institucionalizada, sin que eso nos preocupe demasiado, porque estamos ocupados en mirarnos el ombligo, sin reconocer nuestras responsabilidades ni nuestros deberes. Nuestro mundo está derivando rápidamente hacia una situación histórica muy crítica. Quizás se repitan situaciones históricas que parecían superadas y que no debían volverse a repetir. Veremos si el insigne Premio Nobel de la Paz 2009 no está preparando otra guerra contra aquellos países que atreviéndose a contruir su propio camino histórico son verdadera la esperanza de la humanidad.

miércoles, 27 de enero de 2010


¿Cuales semillas para alimentar a los pueblos?
27-01-2010 Por Dominique Guillet

La semilla, es el principio de la cadena alimenticia. El que controla la semilla, controla la cadena alimenticia y así, controla a los pueblos. Desde hace más de un siglo, los promotores de la agricultura moderna occidental, apoyados por las potencias financieras de la petroquímica, se dedicaron intensamente a destruir las semillas campesinas y las variedades tradicionales, destruyendo al mismo tiempo los suelos, asfixiándolos con violentos venenos. La agroquímica le ha robado la tierra a los campesinos y se beneficia en detrimento de la humanidad y del planeta.

La semilla, es el principio de la cadena alimenticia. El que controla la semilla, controla la cadena alimenticia y así, controla a los pueblos.

Durante 12.000 años, por lo menos, los campesinos y las campesinas del mundo entero han producido sus propias semillas, han mejorado, seleccionado y creado nuevas variedades de cereales, legumbres, frutas y plantas de fibras. Además, las agriculturas campesinas eran agriculturas respetuosas de la Madre Tierra. En los tiempos antiguos, no se hablaba de “protección de recursos genéticos” y de “agricultura sostenible”: sabíamos en lo más profundo que una civilización que pierde sus semillas y destruye sus suelos es una civilización que se está muriendo.

Desde hace más de un siglo, los promotores de la agricultura moderna occidental, apoyados por las potencias financieras de la petroquímica, se dedicaron intensamente a destruir las semillas campesinas y las variedades tradicionales, destruyendo al mismo tiempo los suelos, asfixiándolos con violentos venenos. La agroquímica le ha robado la tierra a los campesinos y se beneficia en detrimento de la humanidad y del planeta. El secreto de este éxito es muy simple, se trata de un verdadero acto de prestidigitación. Desde 1900, la agricultura moderna ha creado variedades altamente susceptibles a una plétora de parásitos y de enfermedades (pretendiendo por supuesto, todo lo contrario) y que necesitan, en el campo, recurrir a químicos muy fuertes.

Este paradigma “farsante” que es el fundamento de la agricultura moderna, hace aún grandes estragos en la actualidad. Tomemos el caso de la India, que va verdaderamente por un mal camino: se ha autorizado el cultivo y la comercialización de tres variedades de algodón genéticamente modificado sobre superficies que representan un cuarto de las superficies algodoneras del planeta, las cuales son cultivadas por un millón de pequeños campesinos indios. Esta autorización abre la puerta para la introducción de otras especies genéticamente modificadas, como la mostaza, la soya y por supuesto el célebre “golden rice” mejorado en vitamina A con la introducción de un gene de junquillo, del cual hay que consumir varios kilos cada día para poder obtener su ración de dicha vitamina (una mini-farsa). En la India el campo había sido preparado desde hace mucho tiempo, para facilitar la imposición de estas “chapucerías” tecnológicas. Desde 1986, el profesor Swaminathan salía en cruzada con el objetivo de instruir (de adormecer) a la clase política para que la India pudiera integrar los OGM sin demasiada agitación. El profesor Swaminathan, quien fue el padre de la revolución verde en la India, y director del IRRI (Instituto de las Filipinas que ha creado las variedades de arroz de “alto rendimiento”), es un gran amigo de Monsanto y se hace actualmente el apóstol, en la India, del desarrollo de la agricultura orgánica (y sostenible, se entiende) con la adopción de los organismos genéticamente modificados (¡una enorme farsa!). Al mismo tiempo, los campesinos productores de algodón se suicidan (entre 10000 y 15000 en unos cuantos años) y alrededor de 300 millones de personas en la India sufren de hambre o malnutrición.

Hay que remontar a principios de los años 1900 para descubrir los diferentes actos de prestidigitación que salieron del gran sombrero de los mentores o mentirosos, de la agroquímica. Varios niveles de realidades ilusorias pueden así ser comprendidas: realidades científicas, jurídicas y técnicas que se entrelazan íntimamente para formar bellos espejismos en el desierto del pensamiento único.

En 1907, Hugo de Vries redescubre las “leyes genéticas” de Mendel y dos escuelas de genética se enfrentan entonces fuertemente: la escuela de los mendelianos y la escuela de los biométricos. Los mendelianos estudian antes que nada, los caracteres monogénicos en las plantas: la flor de una especie o variedad dada es o blanca o roja, cuando el color es codificado por un solo gene. Los biométricos estudian más que todo los caracteres poligénicos en las plantas: la flor de una especie o variedad dada, puede ser blanca o roja pero también rosada, en sus numerosos matices, cuando el color rojo es codificado por varios genes. Desde el principio de su carrera, los mendelianos tienen suerte de descubrir una resistencia a una roya del trigo de carácter monogénico y convierten este único descubrimiento en paradigma: La resistencia de las plantas a las diferentes agresiones (hongos, virus, bacterias, etc.) debe ser monogénica. El gran fitopatólogo Vanderplank calificará después la resistencia monogénica como resistencia vertical y la resistencia poligénica como resistencia horizontal.

Mala suerte para los vendedores de químicos: la casi totalidad de las variedades tradicionales campesinas (mejoradas desde hace miles de años por selección en masa) poseía una resistencia poligénica u horizontal, cuando en una planta, un nivel de resistencia flaqueaba, otros hacían frente. Pero por buena suerte para los vendedores de químicos, cuando la resistencia monogénica o vertical de las variedades agrícolas creadas a partir de 1910, sucumbía, la planta se moría si el campesino no utilizaba químicos.

¿Qué piensan ustedes que ocurrió? Las variedades tradicionales fueron totalmente erradicadas en provecho de las variedades modernas dotadas de resistencias monogénicas, verticales. Al día de hoy, se gastan 36 billones de dólares cada año, en fungicidas y pesticidas y a pesar de eso, hay 20% de las cosechas de alimentos que se pierden todos los años, a escala planetaria, bajo el ataque de bacterias, hongos, virus, etc. Y aún más, el aumento en el número de enfermedades vegetales es proporcional al aumento, con los años, del uso de fuertes químicos en los campos. Hoy, hay más de 300 enfermedades graves que “atacan” las plantas comestibles. Todo esto constituye un círculo vicioso inexorable: el aumento de los químicos en el suelo, por los desequilibrios que esto suscita, permite que se manifiesten nuevas enfermedades vegetales y a los científicos se les hace fácil introducir cada año nuevas variedades que muestran nuevas resistencias.

Pocas personas parecen plantearse la interrogante evidente, saber por qué las variedades modernas que se pretenden resistentes, requieren cada año 36 billones de dólares en productos fitosanitarios y por qué, a pesar de ese arsenal, una quinta parte de la cosecha se pierde anualmente. ¿Será esto un encantamiento colectivo?

Se debe precisar, en este punto de nuestra exposición, que en los años 1920, la introducción de los híbridos F1 precipitó grandemente la erradicación sistemática de variedades tradicionales. Los híbridos F1, de la misma manera que el dogma de la resistencia monogénica de los mendelianos, constituye otra pieza escogida de la pseudociencia que podríamos fácilmente calificar de mitología. Arrullados por las ilusiones de una superproductividad, los campesinos abandonaron sus variedades antiguas, que se reproducían de manera estable, para adoptar híbridos de primera generación. Las variedades F1 (obtenidas a partir de linajes llamados puros pero, de hecho, completamente debilitados) están sometidas a la degeneración por definición, y contribuyen así a la creación de un sublime mercado cautivo: los campesinos, hortelanos y los jardineros deben comprar de nuevo sus semillas todos los años. Jean-Pierre Berlan, director de investigación al INRA (Instituto francés de investigación agronómica), ha demostrado ampliamente la superchería del concepto de heterosis o de vigor híbrido (1).

Otra ola de hechizo colectivo se manifiesta desde 1961, en la Convención de París, con la creación de la UPOV: una unión internacional para la protección de las obtenciones vegetales. Los estados, o más bien las multinacionales que los “aconsejan”, se inventaron completamente un marco legal que les permitiera sentar su hegemonía sobre un sector que aún controlaban sólo parcialmente, es decir el sector semillero: en el término de 30 años, más de mil empresas semilleras fueron adquiridas en el hemisferio norte por las multinacionales petroquímicas.

La UPOV instituye la posibilidad de un depósito de patente sobre toda variedad nueva creada. El concepto de obtención vegetal es en sí una vasta superchería: ¿cómo puede depositarse una patente sobre una variedad ligeramente modificada o seleccionada, que es el producto de cientos o miles de años de labor campesina?

En la actualidad 10 multinacionales controlan cerca del 50% del sector semillero mundial. Las cuatro primeras son DuPont (que compró Pioneer Hi-Bred), Syngenta (una fusión de Novartis y de Astra-Zeneca, siendo ya Novartis misma una fusión de Ciba-Geigy y de Sandoz, los dos mayores contaminadores del río Rhin), Monsanto (muy conocida por su “Terminator”) y Limagrain (una pequeña cooperativa de la Limagne (2) que ha hecho fortuna gracias al maíz híbrido F1 del INRA, y por tanto gracias al dinero de los contribuyentes franceses). Estas mismas 10 multinacionales, pero debe ser sin duda una coincidencia, controlan igualmente el 60% de los agroquímicos.

Es edificante hoy en día, abrir el catálogo del Agrupamiento Nacional Interprofesional de Semillas, creado por Pétain (3) en 1945 y modificado en 1961, como por casualidad, el mismo año de la Convención de París. En la rúbrica “tomates”, uno descubre que 96% de las variedades inscritas son híbridos F1, 3% son variedades fijas (reproducibles de manera estable) protegidas por patentes de 20 años y 1% únicamente son variedades del dominio público.

Es esencial precisar que todo aquello que se consume en el plato de un europeo está registrado en uno de los catálogos nacionales de la Comunidad Europea. Esto quiere decir que es estrictamente prohibido por la ley, cultivar para el consumo o para la semilla, un vegetal o un cereal de una variedad que no esté inscrita en uno de esos catálogos.

La UPOV intenta tragarse, poco a poco, a todo el planeta. Irak constituye una de sus últimas presas. La UPOV acaba, así, la obra de otra vasta mitología a escala planetaria, conocida como la revolución verde, nombrada así sin duda, por el color verde del dólar, a la prosperidad del cual ha contribuido fuertemente. La revolución verde, según la teoría oficial, ha creado y cultivado variedades altamente productivas de arroz y de trigo que han salvado a la India del hambre.

En primer lugar, ¿qué quiere decir alta productividad, cuando se sabe que, según los archivos británicos, la India producía en el estado de Tamil Nadu, alrededor de 1750, hasta 13 toneladas de arroz por hectárea, y esto en condiciones de agricultura totalmente sostenible? El profesor Richcharia, gran experto sobre el arroz en la India, había obtenido, hace varios años, rendimientos de 10 toneladas por hectárea con variedades tradicionales.

En segundo lugar, ¿qué hay de la factura oculta? Las variedades de la revolución verde han sido altamente productivas gracias a la utilización masiva de insumos (fertilizantes de síntesis, pesticidas, herbicidas), y a la utilización de sistemas muy modernos de irrigación intensiva. De esto resulta que los mantos acuíferos están agotados, el aire, la tierra y el agua están extremadamente contaminados. Además, los recursos genéticos han sido erradicados: había más de 100 mil variedades de arroz en la India antes de la revolución verde, no queda ahora más que unas cincuenta. Los campesinos pobres fueron a aglutinarse en cinturones de miseria, los campesinos arruinados se suicidaron o vendieron sus tierras a los banqueros o a Cargill (4). Las mujeres han perdido su rol privilegiado de proveedoras de la alimentación de la célula familiar. La agricultura, que era fundamentalmente femenina, diversificada y orientada hacia la seguridad alimentaria ha devenido una monocultura masculina con productos que tienen un valor comercial en el mercado nacional o internacional.

La gran farsa continúa: una segunda revolución verde invadió al Tercer Mundo, la de la biotecnología y de los organismos genéticamente modificados, mientras que, durante cuarenta años, los apóstoles de la primera declararon que aquella era la solución milagrosa y definitiva contra el hambre en el mundo. Las multinacionales, en un gran impulso humanitario, estiman que el hemisferio sur puede también beneficiarse de su generosidad y aprovechar los billones de dólares que ellos han invertido (con la ayuda financiera de la investigación pública) en la elaboración de criaturas vegetales tan fantásticas que uno pierde su latín: ¡Lycopersicon lycopersicum var. porcus o Zea mays var. escorpionus!

Las primeras criaturas de los agrónomos aprendices de brujo, de principios del siglo pasado, se habían llamado “híbridas”, del griego “hybros”, por monstruo o quimera. ¿Cómo llamaremos a esas nuevas quimeras, cuyos genomas son una mezcla de genes provenientes del ser humano, del animal, de la planta, así como de antibióticos, virus y otras sustancias patógenas?

Este mundo de quimeras transgénicas ha podido ver la luz gracias a la velocidad fulgurante en la evolución de la informática.

Vamos ahora a interesarnos en la naturaleza de la semilla y en la relación que ella tiene con su ambiente.

Como todo ser vivo, la semilla se define como portadora de dos facultades complementarias: aquella de reproducirse mientras conserva sus características existentes y aquella de modificarse, de evolucionar. La agricultura y la conservación de las semillas están basadas en esa primera facultad, mientras que la selección y el mejoramiento varietal están fundados en su segunda facultad. Existe, además, una relación muy íntima entre la semilla y lo que ella manifiesta, a saber la planta, por un lado, y por otro lado el ambiente. La semilla crea un ambiente así como el ambiente crea la semilla.

Durante miles de años, la semilla era libre, ella está ahora prisionera. Ella ya no puede reproducirse: los híbridos F1 son estériles o degenerativos. Esta esterilidad llega a su paroxismo con el gene “Terminador” (que ha sido legalizado de manera muy discreta en EEUU) el cual programa la planta genéticamente para que se suicide. El cultivo in vitro (creación de plantas a partir de unas células) es otro ejemplo de esta aniquilación del ciclo vital de la planta, de la semilla a la semilla. La agricultura occidental moderna ha destruido el principio femenino en el seno de la semilla. En cuanto a su capacidad de evolución en el campo, ¡no soñemos más con esto! Esta capacidad ha sido remplazada por un concepto nebuloso de “fijismo”, otra obra maestra de la mitología agrícola occidental. Las semillas ya no evolucionan en el campo, ellas son fabricadas completamente, en los laboratorios de la agroquímica.

Aún más, no solamente ya no pueden reproducirse y evolucionar, ¡sino que ya no pueden reproducirse por ellas mismas! Los híbridos F1, las variedades de la revolución verde y los transgénicos sólo pueden desarrollarse gracias a un arsenal de insumos. Ellas son de alguna manera estériles e improductivas.

Es en el marco de esta impostura que se debe restituir la primera ofensiva de la industria semillera, a principios del siglo pasado, que vendió muy caro, a los campesinos, semillas “certificadas”, o sea indemnes (exteriormente) a todo parásito, pero programadas genéticamente para ser altamente susceptibles a una plétora de enfermedades. Este tipo de programación o “encarcelamiento” llega hoy a su paroxismo con los genes llamados “traidor” o con los GURTs “Tecnologías de restricción del uso genético” de las cuales la FAO estudia en estos momentos su impacto potencial sobre la agrobiodiversidad y los sistemas de producción agrícolas. La semilla está programada genéticamente para no desarrollarse, a menos que se trate en el campo con tal o cual producto químico.

Esperamos que esta exposición deje claramente establecido el hecho de que la naturaleza de la semilla apela a un tipo de agricultura. Las semillas antiguas, las variedades alimentarias tradicionales apelan a una agricultura sostenible, respetuosa de la madre Tierra. Las semillas F1, o de alta productividad, o genéticamente modificadas, apelan a una agricultura totalmente asistida por la tecnología: irrigación masiva, fertilizantes de síntesis, fungicidas, pesticidas, herbicidas, cosecha mecánica, etc. Y recíprocamente.

La agricultura orgánica intensiva y productivista ofrece un ejemplo agudo de ese principio fundamental: hasta hace poco, 95% de las verduras orgánicas producidas venían de semillas híbridas F1 provenientes de la agroquímica. Cuando uno quiere producir hectáreas de lechugas orgánicas, sólo va a poder utilizar variedades muy modernas, resistentes a las 23 cepas de Bremia lactucae, una podredumbre blanca de la lechuga. Cuando uno quiere producir tomates orgánicos en invierno, bajo túnel plástico calentado con petróleo, sólo podrá utilizar variedades muy modernas resistentes al verticillium, al fusarium, etc.

Este tipo de agricultura orgánica que recurre al monocultivo, a cultivos fuera de temporada, a insumos “orgánicos” que son los desechos de la agroquímica (harina de sangre, harina de hueso, harina de plumas, estiércoles convencionales calentados a muy altas temperaturas, mosto de uvas o de insumos “orgánicos” que son biomasa robada al Tercer Mundo (guano, borujo de ricino, fibra de coco) es muy poco distinta de la agricultura convencional y, por cierto, utiliza la mayor parte del tiempo, las mismas semillas. Se podía encontrar en los mercados orgánicos, durante varios años, más de 20 variedades de coliflor que tenían un gene de rábano (es una forma de transgénesis) y tenemos serias dudas en cuanto a la naturaleza de algunos tomates orgánicos llamados “larga vida” (“long life”).

Desde hace varios años, de igual manera, se encuentran, en el mercado, semillas orgánicas e incluso “Demeter” (5) y ¡qué son semillas híbridas F1! ¿Para cuándo las semillas OGM orgánicas?

Algunos nos considerarán quizás como dulces añoradores del pasado, o como protestones empedernidos. Sin embargo, tratemos de imaginar cuán “competentes” serían las variedades campesinas tradicionales si se le hubiesen confiado a los campesinos, billones de dólares (aquellos que se han utilizado para hacer las chapucerías tecnológicas) con el fin de mejorar, de seleccionar y de conservar los recursos genéticos para alimentar a una población planetaria en constante aumento.

Con semillas tradicionales vigorosas y un suelo muy fértil se hacen milagros. John Jeavons, con su asociación Ecology Action, en California, ha probado, desde hace treinta años, que una horticultura biointensiva puede alimentar anualmente a una persona (vegetariana) con solamente la décima parte de una hectárea, en clima templado. Según su sistema, la huerta está constituida por 60% de plantas de fibra (maíz, girasoles, quínoas, amarantos de grano, etc.) que van a permitir refertilizar el suelo al hacer compost vegetal; 30% de plantas de calorías (zanahorias, remolachas, nabos, etc.) y de 10% de plantas de vitaminas y oligoelementos (tomates, berenjenas, chiles, melones, etc.). En clima tropical o subtropical, se puede así alimentar a dos personas (vegetarianas) con un décimo de hectárea, con la sola condición de contar con agua para irrigar. De acuerdo con estos principios del método biointensivo, los 150 millones de hectáreas de tierra arable que están disponibles actualmente en la India podrían alimentar a 3 billones de vegetarianos. ¿Dónde está el problema?

Nosotros no podríamos finalizar esta muy breve exposición sobre la naturaleza de la semilla sin evocar algunas bellas imágenes de cosmogonías mucho más espirituales que el paradigma occidental moderno, seco y estéril. En la cosmogonía andina, por ejemplo, la del Reino de las Cuatro Tierras (el antiguo reino Inca), la semilla es un ser vivo y forma parte de Pachamama, la Madre Tierra, y de la comunidad, al igual que los hombres y los animales, el agua, los vientos, las divinidades y los espíritus de la naturaleza.

La semilla posee su propia cultura: ella vive con nosotros y nos cuida, pero ella se va, también, cuando no es apreciada o cuando es maltratada. Cuando una nueva semilla llega a la huerta, se le debe manifestar afecto, hay que cortejarla para que se pueda quedar. Y cuando está cansada, los campesinos andinos piensan que hay que hacerla viajar a otros biotopos, a otros jardines. En cuanto a Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía y de la agricultura biodinámica, la semilla es una entidad masculina, un pedazo de sol, una semilla de estrella, que va a fecundar a la Madre Tierra: la planta surge de este acoplamiento.

¡Qué puedan las semillas de estrella volver con el fin de que la Madre Tierra sea de nuevo fértil y acogedora, pues las semillas no son nuestras semillas, ellas son el regalo de la Vida a ella misma! www.ecoportal.net

Este texto es una traducción del artículo “Quelles semences pour nourrir les peuples?” de Dominique Guillet, publicado en la séptima edición del manual de producción de semillas “Semences de Kokopelli”, páginas 43 a 46, 2007. Traducido por François Aymonier y Mayra Marín.

Notas:

(1) Ver el artículo de Jean Pierre Berlan “Breve historia de la selección” disponible en el sitio
http://kokopelli-seed-foundation.com/

(2) La Limagne es una comarca francesa que corresponde a un llano fértil de producción de cereales en agricultura intensiva.

(3) El mariscal Pétain dirigió el gobierno francés, colaborador de los nazis, de 1940 a 1945.

(4) Cargill es una corporación multinacional dedicada a los productos agropecuarios.

(5) Demeter es la diosa de la agricultura y la cosecha de los griegos, también es el nombre del sello que certifica a los agricultores que trabajan con el método de agricultura biodinámica

Comunicado de RAP-AL Chile
Nuevamente intentan ocultar la intoxicación por plaguicidas

Rebelión...27/01/2010


Un nuevo caso de intoxicación masiva por plaguicidas se produjo la semana pasada en la comuna de Coltauco, en Rancagua (Región de O’Higgins) donde 40 temporeras fueron prácticamente fumigadas por un avión, mientras efectuaban labores de retoque de uva de exportación en el fundo Santa Rosa de la Agrícola Vial. El Secretario Regional Ministerial de Salud doctor Genaro González Fierro inició de inmediato el respectivo sumario sanitario, pero la Asociación Chilena de Seguridad, por boca del funcionario Carlos Moya, intentó nuevamente y en forma descarada, desmentir la información asegurando que se trataba de una "crisis de ansiedad colectiva" de las trabajadoras y no de una intoxicación. Esta es una práctica histórica de la ACHS que busca ocultar los casos que está obligada a recibir y denunciar. Sólo falta ahora que el SAG se sume al intento de negar los hechos, como ya hizo cuando cerca de 500 trabajadores resultaron intoxicados en noviembre pasado, en la Región del Maule.

Conducta empresarial

El senador por la zona Juan Pablo Letelier denunció los hechos considerando inexplicable que una empresa que exporta fruta a exigentes mercados externos, donde hay leyes muy claras, viole las normas. Agregó que además de negligencia pudiera haber una actitud culposa que deberá ser investigada por la justicia.

Las trabajadoras fueron atendidas en la Asociación Chilena de Seguridad con síntomas claros de de intoxicación aguda por plaguicidas, es decir mareos, vómitos y desmayos. Esto ocurrió alrededor del mediodía del viernes 22 de enero. El SEREMI Genaro González afirmó por su parte que las mujeres fueron afectadas por la propagación de un fungicida con el que se fumigó parte del fundo dos horas antes de que el grupo comenzara sus labores. La norma regional establece que debe ser con cuatro horas de antelación. Funcionarios del Departamento de Salud Laboral de la región se encuentran en terreno recogiendo datos para el sumario sanitario.

Según se informó en la prensa, a las 11.30 horas del viernes se inició una segunda fumigación cerca de donde cosechaban. "Estábamos trabajando y apareció una neblina de humo. Todas empezamos a sentirnos mal, mareadas y a vomitar. Estaban fumigando a cinco metros de nosotras", comentó una de las temporeras atendida en la Asociación Chilena de Seguridad de Rancagua (ACHS).

Tres fallecidos este año

Hasta noviembre de 2009, según la Red de Vigilancia Epidemiológica REVEP del Ministerio de Salud, se habían producido en esa región de la zona central 3 brotes (intoxicaciones masivas), de origen laboral; había 71 casos registrados de intoxicaciones y 3 personas habían fallecido por intoxicación aguda producida por plaguicidas. 19 personas de esa región intentaron suicidarse en 2009, ingiriendo plaguicidas.

Estimaciones basadas en los antecedentes oficiales, a los que se suman los últimos casos conocidos públicamente, permiten elevar el total de intoxicaciones registradas en el país en 2009, a una cifra total muy superior a los 700 casos. En 2008 se registraron 849 casos, según REVEP, superando la cifra de 2007 que ascendió a 727 casos. El total de intoxicados en 2009 aún no es publicado oficialmente por la REVEP, sin embargo se dieron a conocer las estadísticas enero-noviembre con un total de 391 casos de intoxicaciones registradas y 8 fallecidos. Ese informe no incluye el brote más masivo de la historia del uso de plaguicidas en Chile, ocurrido el pasado 23 de noviembre en la Región del Maule, que elevará considerablemente la cifra. El informe oficial (www.epi.minsal.cl/ ) adelanta que "probablemente son más de 300 los trabajadores afectados" por ese brote. Las informaciones recogidas por RAPAL llevan la cifra a un número cercano a los 500 afectados. Hay que recordar que se estima que por cada caso que se registra oficialmente, hay otros cuatro que no son notificados a la autoridad sanitaria, lo que hace que la cifra real sea superior a los tres mil casos anuales.

Tampoco está disponible aun la cifra oficial de intoxicaciones registradas en diciembre de 2009. El período que va entre septiembre y marzo concentra el mayor número de casos y brotes de intoxicación aguda por plaguicidas, por hechos que ocurren fundamentalmente en los predios de la agroexportación. En esa región hay registradas un total de 5.010 empresas agrícolas y el trabajo rural concentra un 33% de la fuerza de trabajo regional, con cifras que se acercan a los 99.000 trabajadores, la mayor parte de ellos temporeras y temporeros que desarrollan su trabajo en precarias condiciones de seguridad y respeto a sus derechos laborales.

Un informe oficial del Departamento de Salud Ocupacional de la Región de O'Higgins sobre aplicaciones aéreas realizadas en Rancagua el año 2008, revela que se realizó un total de 90 fumigaciones, sin denuncias de intoxicación registradas asociadas a este hecho en ese período. En la región, el total de aplicaciones aéreas ascendió ese año a 431, muchas de las cuales se hacen utilizando plaguicidas altamente tóxicos, tales como el insecticida organofosforado Lorsban.

Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina

(RAP-AL) Chile

Contactos: 3416742, cel. 900 23729 y 885 8227

martes, 26 de enero de 2010


Notas sobre el cementerio nuclear

corriente[a]lterna...26/01/2010


Nuestro país es el único de la UE que, disponiendo de centrales nucleares en funcionamiento desde los años 60, aún carece de sistema centralizado de gestión de los residuos radiactivos de alta actividad. No es un hecho casual, desde la década de los 80 han venido desarrollándose notables luchas ciudadanas que han impedido la construcción de cementerios nucleares. Las movilizaciones de Aldeadávila de la Rivera (Salamanca), contra el proyecto del Berrocal (Toledo), contra las zonas candidatas a almacenar el cementerio definitivo (las llamadas zonas ZOA, en diversos puntos de la península con especial relevancia en Córdoba y Burgos), contra el almacenamiento de pararrayos radiactivos, contra el intento de ubicar el almacén nuclear en Trillo en diversas ocasiones de los años 80, 90 y en este siglo, contra el proyecto de proponer a Peque (Zamora) para el cementerio transitorio,… explican esta demora. En todos los casos un activo movimiento ecologista que ha sabido dinamizar y construir amplios movimientos sociales, ha obstaculizado el desarrollo de la industria nuclear sabiendo encontrar su talón de Aquiles. Como venían reflejando las encuestas y se está viendo claramente en estos días, la sensibilidad social contraria a estas instalaciones es muy viva y ello hace que percuta directamente en todos los partidos políticos, incluidos los mayoritarios, que se ven abocados a adoptar posiciones en contra de un acuerdo unánime de los mismos partidos suscrito en 2004.

No sobra en este contesto reflexionar sobre algunos aspectos de interés. ¿Por qué vuelve el gobierno central, con el indisimulado impulso del Ministro Miguel Sebastián, a agitar el avispero del cementerio nuclear?. La respuesta hay que buscarla en las negociaciones de dicho Ministro con el sector eléctrico para acabar con el déficit tarifario y que concluyeron con el Decreto-Ley 6/2009, hoy convalidado en ley, al que la propaganda gubernamental consiguió bautizar como el del Bono Social. He escrito en otro momento sobre los pormenores de esta ley (node/3555 y node/4582 ) por lo que me limitaré a comentar lo que hace al caso. En el citado decreto se contemplaba, entre muchas otras cosas, que era responsabilidad de los propietarios de centrales nucleares afrontar el coste de gestión de dichos residuos que no había sido cubierto por un porcentaje que grababa los precios eléctricos hasta 2005. Desde ese momento, con la excepción de los residuos de alta actividad de Vandellós I, cuya compañía propietaria ya ha desaparecido tras su cierre, todos los residuos radiactivos serán costeados por sus productores y no tendrán el apoyo indirecto de la factura eléctrica. No es difícil imaginarse que la contrapartida que las compañías eléctricas fijaron en dicha negociación fue que el gobierno enfrentara la evidente oposición social que se generaría y sacara adelante el sistema de gestión más barato posible. El llamado Almacén Transitorio Centralizado (ATC) o por hablar en términos más claros, el cementerio nuclear temporal. Se prevé que dentro de unos 60 años, muy probablemente prorrogables, dichos residuos serán almacenados bajo tierra en el Cementerio Definitivo (Almacén Geológico Profundo-AGP- en la jerga nuclear). Algunas de las críticas dentro del PSOE al Ministro se deben a que está bastante extendida la idea, entre quienes conocen la negociación Gobierno-eléctricas, de que el resultado fue claramente favorable a las compañías eléctricas y que ahora, en plena crisis de popularidad del Gobierno, es especialmente inconveniente añadir un nuevo frente de conflictos que puede terminar pagándose en las próximas elecciones autonómicas y municipales.

Otro aspecto a comentar es el sistema de gestión elegido. Se viene insistiendo machaconamente en el modelo elegido: el ATC de Habog (Holanda), ofrecido como un modelo de seguridad y ausencia de conflictos sociales. Se oculta cuidadosamente que en Holanda sólo funciona una central nuclear de unos 500 MW de potencia mientras que en nuestro país funcionan en la actualidad 8 reactores nucleares con una potencia nuclear de 7.800 MW y se han cerrado ya, tras producir sus correspondientes residuos, otras dos plantas con una potencia mayor que la Holandesa. La cantidad de residuos nucleares a gestionar es por tanto significativamente mayor que en Holanda. Tampoco se entiende muy bien por qué la empresa pública de gestión de estos residuos (Enresa) financia generosamente los viajes a esa “maqueta” de Habog de periodistas, vecinos de los pueblos cercanos a centrales y de cualquier curioso que se muestre interés. ¿Para qué necesita un monopolio hacerse propaganda basada además en información sesgada?.

Se viene insistiendo además en que la oposición al cementerio se debe a una hábil manipulación del ecologismo de la ignorancia de mucha gente conseguida tras activar sus miedos más irracionales. El argumento se derrumba cuando se piensa en la elevada radiotoxicidad de las 6.700 toneladas de residuos de alta actividad que se van a gestionar y en la multitud de posibles accidentes en la fase de traslado al emplazamiento, manipulación de los residuos, los derivados de refrigeración inadecuada, desgaste de materiales, posibles sucesos catastróficos como incendios, inundaciones, atentados,….Y recordando que, cuando los daños potenciales son muy altos, incluso probabilidades bajas comportan riesgos que mucha gente juzga inaceptables. Pero más allá de una discusión que es poco comprensible para profanos podría formularse a quienes así argumentan lo siguiente objeción. Desde el año 1989 viene pagándose a los municipios cercanos a las centrales nucleares por parte de Enresa una cuantía que está en función de los residuos de alta actividad generada. Según el VI Plan de Residuos Radiactivos, las poblaciones cercanas a las centrales nucleares habrán recibido desde el inicio de esta aportación, hasta 2010, 413,5 Millones de euros de 2006. Si el riesgo no existe, ¿En concepto de que se les paga?. La respuesta sólo puede ser o que el riesgo existe o que se les paga para mantenerlos en silencio, o las dos cosas.

Podría además manifestarse una nueva objeción. Los residuos de Vandellós I están almacenados en Francia por ausencia de emplazamiento donde ubicarlos en nuestro país. Se trata de unos residuos especiales ya que dicha central, cerrada desde 1989, era de grafito-gas y de tecnología francesa. Según ha manifestado Enresa si dichos residuos no vuelven a nuestro país en la fecha estimada deberán abonar una cantidad diaria de unos 60.000 euros, que podría ser en parte recuperada en el momento de la vuelta. Se trata de un contrato firmado por dos empresas gestoras de residuos nucleares de dos países. ¿Por qué se paga una cantidad tan alta por una actividad sin riesgo ni oposición social en el país de almacenamiento?. ¿No está suscrito el contrato por dos empresas solventes y conocedoras de los riesgos que implica?. Es evidente que el riesgo existe en mayor cuantía de lo que proclaman los sectores pronucleares. La respuesta a esta nueva ofensiva nuclear debe volver a ser la que tan buenos resultados ha dado hasta ahora: La movilización social.


Fuente:
http://www.anticapitalistas.org/node/4786
Transgénicos y salud

Rebelión...26/01/2010


Los transgénicos son organismos modificados genéticamente con biotecnologías que permiten crear plantas, animales y microorganismos, transgrediendo formas de vida y fronteras entre las especies. Un transgénico se genera cuando material genético de un virus o bacteria, vegetal o animal, es aislado e introducido al genoma de otro organismo; esto lo hace comportarse de manera diferente a organismos de su misma familia, género o especie.

Esta tecnología no es una simple prolongación de la mejora vegetal, llevada a cabo por la agricultura tradicional: al permitir franquear las barreras entre especies, crea seres vivos que no podrían obtenerse en la naturaleza, en un proceso rodeado de incertidumbres, que puede dar lugar a multitud de efectos imprevistos.

Esos avances impactaron en la medicina, la agricultura y la alimentación. En los últimos años, a partir de una industria biotecnológica altamente concentrada, se utilizan para generar nuevos cultivos y desde hace 13 años se siembran en Argentina variedades transgénicas de soja y maíz con resistencia a insectos o tolerancia al herbicida de Monsanto glifosato (Roundup).

Granos transgénicos peligrosos

Las empresas biotecnológicas pregonaban que disminuirían la desnutrición y el hambre. Pero, si bien aumentó la producción, también lo hizo la desigual distribución de los alimentos, de la tierra y de la tecnología, por lo que es más probable que nos alejamos de ese objetivo.

La industria biotecnológica afirma que la equivalencia sustancial de los nuevos alimentos transgénicos los hace igual de inofensivos que sus pares orgánicos, pero esta teoría no se sustenta en estudios imparciales.

Hoy está demostrado, por ejemplo, que el maíz MON863 genera daño hepático y renal en animales y por ello fue retirado de países europeos junto con otras variedades de maíz transgénico (la mayoría de estos países no autorizan cultivar transgénicos).

Para la Academia Norteamericana de Medicina Ambiental (1), existe una relación directa entre ingestión de alimentos transgénicos e infertilidad, desregulación inmune y genética, envejecimiento acelerado y desregulación de la insulina. Desde ese ámbito, se propone una moratoria de sembradíos transgénicos, para analizar en forma independiente la seguridad de estos alimentos.

En paralelo, este sistema de producción incorporó de manera masiva derivados de soja a la cadena alimentaria. La ingestión de esta leguminosa se vincula a mayor incidencia de cáncer, a trastornos tiroideos y de fecundidad y feminización. Excepto en tiempos de hambruna, los asiáticos (desde hace miles de años) la consumen sólo en pequeñas cantidades, como condimento y no como reemplazo de otros alimentos.

Paren de fumigar

El paquete tecnológico en la producción de transgénicos incluye, contra los pronósticos iniciales, la utilización de crecientes cantidades de plaguicidas. Se destaca el uso del herbicida glifosato y del insecticida Endosulfan. Ambos agrotóxicos, propiedad de las empresas Monsanto y Bayer, son seriamente cuestionados en el mundo por asociarse a mayor incidencia de cáncer, daños al cerebro, sistema nervioso e hígado, malformaciones congénitas, esterilidad, abortos espontáneos y alteraciones hormonales.

Son todas manifestaciones reportadas en las poblaciones colindantes con sembradíos de transgénicos y sujetas a fumigación regular con estos químicos, un lamentable ejemplo es la situación del barrio Ituzaingó Anexo, de la Ciudad de Córdoba.

El glifosato mata todo tipo de plantas, excepto las que poseen un gen de origen animal. Antes de la siembra, millones de litros de glifosato se aplican como colchón químico para impedir el crecimiento de malezas. Sólo sobrevive la soja transgénica.

Soja y Dengue

Los daños ambientales generados por la expansión de las plantaciones transgénicas se expresaron con claridad en Charata, Chaco. En la región y hasta el año 2000, las plantaciones de algodón ocupaban 60 por ciento de la superficie y los bosques nativos el 40 por ciento. Hoy existe 90% del territorio con soja y 10 % con bosques, miles de campesinos fueron desplazados y en el año 2009 tuvo la mayor concentración nacional de casos de Dengue. Charata es un lugar donde la biodiversidad fue exterminada y la estructura social distorsionada por la introducción masiva de sembradíos de soja transgénica.

En todo el mundo, ocho países concentran la producción de granos transgénicos; más de 170 no la autorizan. En Argentina, aprovechando el notable aumento de los precios de las commodities, el complejo sojero conforma el 24 por ciento de las exportaciones totales.

Un análisis actual de estos cultivos (2) encontró que no tienen más rendimiento que los tradicionales y consumen más agrotóxicos.

El beneficio para el estrecho grupo de multinacionales que poseen las patentes de semillas y químicos es enorme. Los daños a la salud, nunca cuantificados, están siendo reconocidos cada vez más.

Notas

(1) www.biodiversidadla.org/Principal/Contenido/Noticias/Alimentos
(2) http://www.ucsusa.org/food_and_agriculture/science_and_impacts/science/failure-to-yield.html

Medardo Ávila Vázquez es médico y Ex Secretario de Salud de la Municipalidad de Córdoba.