Transgénicos y salud
Rebelión...26/01/2010
Los transgénicos son organismos modificados genéticamente con biotecnologías que permiten crear plantas, animales y microorganismos, transgrediendo formas de vida y fronteras entre las especies. Un transgénico se genera cuando material genético de un virus o bacteria, vegetal o animal, es aislado e introducido al genoma de otro organismo; esto lo hace comportarse de manera diferente a organismos de su misma familia, género o especie.
Esta tecnología no es una simple prolongación de la mejora vegetal, llevada a cabo por la agricultura tradicional: al permitir franquear las barreras entre especies, crea seres vivos que no podrían obtenerse en la naturaleza, en un proceso rodeado de incertidumbres, que puede dar lugar a multitud de efectos imprevistos.
Esos avances impactaron en la medicina, la agricultura y la alimentación. En los últimos años, a partir de una industria biotecnológica altamente concentrada, se utilizan para generar nuevos cultivos y desde hace 13 años se siembran en Argentina variedades transgénicas de soja y maíz con resistencia a insectos o tolerancia al herbicida de Monsanto glifosato (Roundup).
Granos transgénicos peligrosos
Las empresas biotecnológicas pregonaban que disminuirían la desnutrición y el hambre. Pero, si bien aumentó la producción, también lo hizo la desigual distribución de los alimentos, de la tierra y de la tecnología, por lo que es más probable que nos alejamos de ese objetivo.
La industria biotecnológica afirma que la equivalencia sustancial de los nuevos alimentos transgénicos los hace igual de inofensivos que sus pares orgánicos, pero esta teoría no se sustenta en estudios imparciales.
Hoy está demostrado, por ejemplo, que el maíz MON863 genera daño hepático y renal en animales y por ello fue retirado de países europeos junto con otras variedades de maíz transgénico (la mayoría de estos países no autorizan cultivar transgénicos).
Para la Academia Norteamericana de Medicina Ambiental (1), existe una relación directa entre ingestión de alimentos transgénicos e infertilidad, desregulación inmune y genética, envejecimiento acelerado y desregulación de la insulina. Desde ese ámbito, se propone una moratoria de sembradíos transgénicos, para analizar en forma independiente la seguridad de estos alimentos.
En paralelo, este sistema de producción incorporó de manera masiva derivados de soja a la cadena alimentaria. La ingestión de esta leguminosa se vincula a mayor incidencia de cáncer, a trastornos tiroideos y de fecundidad y feminización. Excepto en tiempos de hambruna, los asiáticos (desde hace miles de años) la consumen sólo en pequeñas cantidades, como condimento y no como reemplazo de otros alimentos.
Paren de fumigar
El paquete tecnológico en la producción de transgénicos incluye, contra los pronósticos iniciales, la utilización de crecientes cantidades de plaguicidas. Se destaca el uso del herbicida glifosato y del insecticida Endosulfan. Ambos agrotóxicos, propiedad de las empresas Monsanto y Bayer, son seriamente cuestionados en el mundo por asociarse a mayor incidencia de cáncer, daños al cerebro, sistema nervioso e hígado, malformaciones congénitas, esterilidad, abortos espontáneos y alteraciones hormonales.
Son todas manifestaciones reportadas en las poblaciones colindantes con sembradíos de transgénicos y sujetas a fumigación regular con estos químicos, un lamentable ejemplo es la situación del barrio Ituzaingó Anexo, de la Ciudad de Córdoba.
El glifosato mata todo tipo de plantas, excepto las que poseen un gen de origen animal. Antes de la siembra, millones de litros de glifosato se aplican como colchón químico para impedir el crecimiento de malezas. Sólo sobrevive la soja transgénica.
Soja y Dengue
Los daños ambientales generados por la expansión de las plantaciones transgénicas se expresaron con claridad en Charata, Chaco. En la región y hasta el año 2000, las plantaciones de algodón ocupaban 60 por ciento de la superficie y los bosques nativos el 40 por ciento. Hoy existe 90% del territorio con soja y 10 % con bosques, miles de campesinos fueron desplazados y en el año 2009 tuvo la mayor concentración nacional de casos de Dengue. Charata es un lugar donde la biodiversidad fue exterminada y la estructura social distorsionada por la introducción masiva de sembradíos de soja transgénica.
En todo el mundo, ocho países concentran la producción de granos transgénicos; más de 170 no la autorizan. En Argentina, aprovechando el notable aumento de los precios de las commodities, el complejo sojero conforma el 24 por ciento de las exportaciones totales.
Un análisis actual de estos cultivos (2) encontró que no tienen más rendimiento que los tradicionales y consumen más agrotóxicos.
El beneficio para el estrecho grupo de multinacionales que poseen las patentes de semillas y químicos es enorme. Los daños a la salud, nunca cuantificados, están siendo reconocidos cada vez más.
Notas
(1) www.biodiversidadla.org/Principal/Contenido/Noticias/Alimentos
(2) http://www.ucsusa.org/food_and_agriculture/science_and_impacts/science/failure-to-yield.html
Medardo Ávila Vázquez es médico y Ex Secretario de Salud de la Municipalidad de Córdoba.
Esta tecnología no es una simple prolongación de la mejora vegetal, llevada a cabo por la agricultura tradicional: al permitir franquear las barreras entre especies, crea seres vivos que no podrían obtenerse en la naturaleza, en un proceso rodeado de incertidumbres, que puede dar lugar a multitud de efectos imprevistos.
Esos avances impactaron en la medicina, la agricultura y la alimentación. En los últimos años, a partir de una industria biotecnológica altamente concentrada, se utilizan para generar nuevos cultivos y desde hace 13 años se siembran en Argentina variedades transgénicas de soja y maíz con resistencia a insectos o tolerancia al herbicida de Monsanto glifosato (Roundup).
Granos transgénicos peligrosos
Las empresas biotecnológicas pregonaban que disminuirían la desnutrición y el hambre. Pero, si bien aumentó la producción, también lo hizo la desigual distribución de los alimentos, de la tierra y de la tecnología, por lo que es más probable que nos alejamos de ese objetivo.
La industria biotecnológica afirma que la equivalencia sustancial de los nuevos alimentos transgénicos los hace igual de inofensivos que sus pares orgánicos, pero esta teoría no se sustenta en estudios imparciales.
Hoy está demostrado, por ejemplo, que el maíz MON863 genera daño hepático y renal en animales y por ello fue retirado de países europeos junto con otras variedades de maíz transgénico (la mayoría de estos países no autorizan cultivar transgénicos).
Para la Academia Norteamericana de Medicina Ambiental (1), existe una relación directa entre ingestión de alimentos transgénicos e infertilidad, desregulación inmune y genética, envejecimiento acelerado y desregulación de la insulina. Desde ese ámbito, se propone una moratoria de sembradíos transgénicos, para analizar en forma independiente la seguridad de estos alimentos.
En paralelo, este sistema de producción incorporó de manera masiva derivados de soja a la cadena alimentaria. La ingestión de esta leguminosa se vincula a mayor incidencia de cáncer, a trastornos tiroideos y de fecundidad y feminización. Excepto en tiempos de hambruna, los asiáticos (desde hace miles de años) la consumen sólo en pequeñas cantidades, como condimento y no como reemplazo de otros alimentos.
Paren de fumigar
El paquete tecnológico en la producción de transgénicos incluye, contra los pronósticos iniciales, la utilización de crecientes cantidades de plaguicidas. Se destaca el uso del herbicida glifosato y del insecticida Endosulfan. Ambos agrotóxicos, propiedad de las empresas Monsanto y Bayer, son seriamente cuestionados en el mundo por asociarse a mayor incidencia de cáncer, daños al cerebro, sistema nervioso e hígado, malformaciones congénitas, esterilidad, abortos espontáneos y alteraciones hormonales.
Son todas manifestaciones reportadas en las poblaciones colindantes con sembradíos de transgénicos y sujetas a fumigación regular con estos químicos, un lamentable ejemplo es la situación del barrio Ituzaingó Anexo, de la Ciudad de Córdoba.
El glifosato mata todo tipo de plantas, excepto las que poseen un gen de origen animal. Antes de la siembra, millones de litros de glifosato se aplican como colchón químico para impedir el crecimiento de malezas. Sólo sobrevive la soja transgénica.
Soja y Dengue
Los daños ambientales generados por la expansión de las plantaciones transgénicas se expresaron con claridad en Charata, Chaco. En la región y hasta el año 2000, las plantaciones de algodón ocupaban 60 por ciento de la superficie y los bosques nativos el 40 por ciento. Hoy existe 90% del territorio con soja y 10 % con bosques, miles de campesinos fueron desplazados y en el año 2009 tuvo la mayor concentración nacional de casos de Dengue. Charata es un lugar donde la biodiversidad fue exterminada y la estructura social distorsionada por la introducción masiva de sembradíos de soja transgénica.
En todo el mundo, ocho países concentran la producción de granos transgénicos; más de 170 no la autorizan. En Argentina, aprovechando el notable aumento de los precios de las commodities, el complejo sojero conforma el 24 por ciento de las exportaciones totales.
Un análisis actual de estos cultivos (2) encontró que no tienen más rendimiento que los tradicionales y consumen más agrotóxicos.
El beneficio para el estrecho grupo de multinacionales que poseen las patentes de semillas y químicos es enorme. Los daños a la salud, nunca cuantificados, están siendo reconocidos cada vez más.
Notas
(1) www.biodiversidadla.org/Principal/Contenido/Noticias/Alimentos
(2) http://www.ucsusa.org/food_and_agriculture/science_and_impacts/science/failure-to-yield.html
Medardo Ávila Vázquez es médico y Ex Secretario de Salud de la Municipalidad de Córdoba.
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