La intensa protesta de la sociedad civil contiene la determinación del gobierno de Bulgaria de permitir el cultivo de organismos genéticamente modificados (OGM) en ese país. |
El parlamento búlgaro votó en primera instancia en enero de este año una ley que permite el empleo de OGM.
Mientas la norma aguarda la aprobación definitiva, la intensa presión de la sociedad civil obligó al Comité Ambiental del Parlamento a aceptar una moratoria de cinco años sobre el cultivo de transgénicos y a prohibir ensayos en campos con colmenas y plantaciones orgánicas.
Pero ahora los ambientalistas presionan para desechar del todo la nueva norma en vez de aprobar una moratoria de cinco años.
Bulgaria tiene desde 2005 una ley para regular los OGM, pero las autoridades locales la consideraron demasiado restrictiva y contradictoria con la legislación de la Unión Europea (UE) como para permitir la competencia en el mercado del bloque de 27 países.
La norma señala que la "liberación deliberada al ambiente y la colocación en el mercado" de cultivos transgénicos de tabaco, vid, algodón, rosa de Jericó, trigo y todas las verduras y hortalizas queda prohibida. Lo mismo se aplica para los OGM que no fueron aprobados por los países miembros de la UE, se restringe su utilización.
El parlamento declaró en enero estar a favor de reformar la ley de 2005 para aumentar la cantidad de tipos de OGM para los que se habilitan ensayos y disminuir la distancia permitida entre zonas de prueba y los sitios protegidos o las granjas orgánicas.
Pero según el viceministro de Agricultura y Alimentación, Preslava Borissov, prohibir los OGM en Bulgaria perjudicaría la competitividad del país, pues hay estados europeos que están realizando avances considerables en la producción de transgénicos.
"Yo tampoco quiero que mis hijos coman OGM, pero no creo que sea una razón para detenerlos", declaró a la agencia de noticias búlgara BTA.
Ambientalistas búlgaros temen que las reformas no hagan más que permitir la mayor contaminación con transgénicos del alimento para animales y de los comestibles para humanos, en especial porque en Bulgaria no es buena la legislación sobre el etiquetado de los productos.
Ya hubo contagio, mucho antes de que se aprobara la ley de 2005, pero también después con la habilitación de ensayos de cultivos OGM. El caso más sonado fue el del maíz híbrido, con características más deseables que la de cada línea progenitora.
Siete por ciento de los alimentos búlgaros estaban contaminados con más de 0,9 por ciento de OGM sin la adecuada identificación, según pruebas realizadas por la Agencia de Seguridad Alimentaria de Bulgaria entre 2004 y 2009.
Ya circulan en el mercado búlgaro alimentos contaminados con transgénicos, según un informe publicado por el grupo de Los Verdes en el Parlamento Europeo, en septiembre de 2009.
"La mayor parte del maíz transgénico cosechado en 1999 y 2000 fue probablemente utilizado para alimentar animales y entró en la cadena alimenticia humana a través de la carne y de los lácteos", señala en informe.
Bulgaria es sólo "un títere en la guerra de las corporaciones biotecnológicas, atrapada entre empresas productoras de semillas, como Monsanto y Pioneer, y las procesadoras de alimentos y comerciantes que quieren comprar productos no contaminados para el mercado de la UE", señaló Svetla Nikilova, directora de Agrolink, organización de ese país dedicada a la agricultura sustentable y a los productos orgánicos.
Importadores belgas y británicos ya advirtieron que dejarán de comprar maíz búlgaro si ese país tome medidas estrictas para evitar la contaminación entre la especie transgénica y la que ellos compran.
Ambientalistas de Bulgaria reclaman la prohibición total de MON810, el tipo de maíz híbrido propuesto por la estadounidense Monsanto a los agricultores búlgaros, porque, según ellos, el riesgo de contaminación es demasiado grande.
"Tras 13 años de cultivos transgénicos hay evidencia contundente sobre la imposibilidad de que coexistan con los orgánicos", advirtió la red For the Nature (para la naturaleza, FN, por sus siglas en inglés).
"La armonización con la legislación de la UE no puede ser un fin en sí mismo y no puede justificar decisiones unilaterales que acarrearán la contaminación irreversible de las tierras cultivables y de la naturaleza búlgara", según FN.
La organización considera que Bulgaria debe seguir el ejemplo de los seis miembros del bloque que prohibieron la semilla MON810, pese a que la UE permite su cultivo.
Agrolink y FN son algunas de las entidades que organizaron varias manifestaciones de protesta contra los transgénicos en enero y febrero en Sofía y otras ciudades de ese país, que ingresó a la UE en 2007.
Más de 8.000 personas firmaron las demandas contra los OGM, según Agrolink. Cuarenta y tres por ciento de los entrevistados búlgaros para una encuesta del Eurobarómetro de 2008 dijeron estar contra los transgénicos y 16 por ciento a favor.
Además, cinco municipalidades búlgaras se declararon libres de OGM tras una consulta popular.
Cientos de personas protestaron en Sofía y otras cuatro grandes ciudades búlgaras el 11 de este mes mientras el Comité Ambiental del Parlamento debatía los cambios a la legislación vigente.
La presión popular y las negociaciones directas con las organizaciones llevaron a ese órgano legislativo a aceptar la moratoria de cinco años y a aumentar la distancia entre los campos de ensayos de transgénicos y las granjas orgánicas.
"Tras las intensas presiones de la sociedad civil decidieron cambiar sus propósitos de modificar la ley", dijo Nikolova a IPS. "Veamos qué vota el parlamento. Todavía estamos negociando", apuntó.
Hay "políticos búlgaros que se amparan en la legislación de la UE para impulsar los OGM, pero los principales partidos están divididos al respecto", añadió.
Mientras que el centroderechista partido de gobierno Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria está a favor de relajar la ley sobre los OGM, las dos principales fuerzas de oposición, los socialistas y el Movimiento por Derechos y Libertades, son escépticas.
"Setenta por ciento de las tierras cultivables de Bulgaria son aptas para la agricultura orgánica, a diferencia del cinco por ciento que tienen otros países", señaló Lyutvi Mestan, del Movimiento por Derechos y Libertades, que representa a los búlgaros de origen turco. "No debemos desperdiciar un recurso como ese por una ley absurda", añadió.
La gran mayoría de los integrantes de esa comunidad cultivan tabaco en el sudeste de Bulgaria.
El temor de grandes tabacaleras como Phillip Morris ante la posibilidad de que se permitieran pruebas con especies transgénicas las llevó hace un tiempo a amenazar a los agricultores búlgaros con dejar de comprarles la producción.
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