07-02-2010 Por Javier Rodríguez Pardo
El molibdeno aparece en Cerro Solo con una ley promedio de 0,3% sobre 1.500 toneladas, pero –según los geólogos que trabajaron en el yacimiento– la presencia asociada de renio es mucho más importante. Se trata de minerales que alcanzan elevada cotización en el mercado internacional y que generalmente no son declarados por las transnacionales. En la carpeta elevada al Ejecutivo provincial chubutense expusimos nuestra oposición al daño territorial y al saqueo que significaba regalar tres metales críticos y estratégicos.
Cerro Solo es un importante yacimiento de uranio ubicado en el centro norte de Chubut. En 1997 consultores de Nuclear Assurance Corporation International completaron el estudio de prefactibilidad, pero todo el esfuerzo, y los gastos del trabajo, lo afrontó la propia Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
El yacimiento se licitó en 1999 con un contenido de 4.600 toneladas de uranio, conforme a 410 perforaciones. En aquella oportunidad varias corporaciones mineras de Sudáfrica, Australia, Canadá, Francia y Estados Unidos desestimaron la concesión y una sola mega minera formalizó una propuesta pero rechazando el pago previo de 3 millones de dólares que reclamaba la CNEA (el Estado argentino) por sus investigaciones de campo ya efectuadas, dinero que era lógico recuperar.
Quien esto escribe le había entregado al gobernador de Chubut de entonces, Carlos Maestro (UCR), la información completa denunciando que la licitación no incluía debidamente la explotación de yacimientos importantes de molibdeno y renio que acompañaban al uranio, motivo de la oferta. El molibdeno aparece en Cerro Solo con una ley promedio de 0,3% sobre 1.500 toneladas, pero –según los geólogos que trabajaron en el yacimiento– la presencia asociada de renio es mucho más importante. Esta confirmación se mantuvo en silencio. Se trata de minerales que alcanzan elevada cotización en el mercado internacional y que generalmente no son declarados por las transnacionales. En la carpeta elevada al Ejecutivo provincial chubutense expusimos nuestra oposición al daño territorial y al saqueo que significaba regalar tres metales críticos y estratégicos.
A estas omisiones en la licitación había que agregarle una mayor: se licitaba por 4.600 toneladas de uranio pero el área extendida de Cerro Solo contiene más de 10.000 toneladas de este combustible nuclear y, por supuesto, buena cantidad de molibdeno y renio que habrían de llevarse por el mismo precio. El renio es un metal que se utiliza en aleaciones de acero en la industria aeronáutica y por el cual se llegó a pagar casi 25 mil dólares el kilo. En tanto el molibdeno, durante 2009, fue un mineral golpeado por el colapso económico mundial debido a los coletazos de Wall Street, pero se calcula que en el transcurso de 2010 superará holgadamente los 60 dólares por kilo.
Estos metales que vienen asociados se utilizan para mitigar los costos de la explotación madre, motivo principal de la extracción. Es decir, las mineras entienden que en los convenios o licitaciones de explotación estos subproductos costean la actividad extractiva, como si se tratara de un pacto, un acuerdo de partes, y por lo tanto no son denunciados en la aduana, a pesar de que las empresas mineras dedican plantas especiales de recuperación de estos elementos que suelen dejar miles de millones en dividendos. Estos metales acompañan al uranio de Cerro Solo.
Hace tiempo publiqué en diarios de Chubut que la prospección y exploración de Cerro Solo incluyó también la utilización de un avión DC3 equipado para rastrear una cuenca uranífera de enormes proporciones, que se extiende desde el centro norte de la provincia del Chubut hasta el centro de Santa Cruz. En Chubut, geólogos y técnicos de CNEA trabajaron en la obtención de muestras testigo y en el diseño de un área con cuatro cuerpos de uranio bien definidos. En los galpones de Los Adobes se hallan clasificadas las muestras testigo que responden a los distintos pozos prospectados y en la actualidad operan unas 50 personas a 450 pesos diarios de viáticos cada una, con sueldos aparte de 4.000 y 5.000 pesos mensuales, además de ropa, combustible, medios motrices, vivienda, asistencia médica. Un despilfarro. Son asalariados de lujo en un país diezmado por la desocupación y la pobreza. Son empleados que no consumen nada en las poblaciones aledañas, como Paso de Indios, un poblado de 1.070 habitantes que la CNEA utiliza como cabecera; incluso el agua mineral se les provee de la costa chubutense.
Invitado por la CNEA, dormí en Los Adobes, en pleno campo de la meseta chubutense, y allí discutí sobre esa mina, nunca remediada, abandonada por más de 25 años. Fue en 1997. Recorrimos Los Adobes, Cerro Cóndor y Cerro Solo, yacimiento conexo con los anteriores. Podríamos decir que las primeras explotaciones de la CNEA fueron para consumo doméstico (190 toneladas de uranio en total, de Los Adobes y Cerro Cóndor), ahora son más de 10.000 toneladas de uranio y siguen divulgando que se trata de combustible para las centrales nucleares del país. Todos sabemos que no será así. Las intrigas y discusiones internas en las oficinas de la Comisión dan cuenta de posiciones enfrentadas entre empleados de tinte desarrollista, nacionalista, neoliberal y algún ingeniero de la izquierda nacional pretérita. Unos y otros sostienen antagonismos acerca de un mineral que –especulan– “debería ser explotado masivamente en todo el territorio argentino”; esto es, mantener algunos yacimientos para producción local y licitar internacionalmente otros, dejar la explotación en manos de las transnacionales con alguna participación oficial, explotar el mineral para consumo propio únicamente, canjear parte por tecnología de punta, acumular cuencas propias de uranio como reserva futura al considerarlo crítico y estratégico (la cuenca del golfo San Jorge, aún en investigación), etc., compone parte de la discusión del sector, pero en la mayoría de estos profesionales el silencio resulta la consigna ideal para seguir manteniendo puestos de privilegio. El mismo silencio que oculta la desaparición de veinte físicos de esa institución a manos de la dictadura militar en los años setenta.
La autarquía de CNEA conserva el sello de su último mentor, el almirante Carlos Castro Madero. De ahí sale también la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) porque en realidad la CNEA se controla a sí misma. La CNEA y sus derivados integran un feudo de barones del átomo con total independencia, sostenidos y financiados por un pueblo que ignora muchas respuestas y que aún se pregunta cuál es el costo real del kilovatio núcleo-eléctrico, cuál será el costo real de Atucha II (la central de los escándalos financieros), cuándo se remediarán las minas de uranio, causantes de patologías terminales, abandonadas hace más de dos décadas, cuándo se ejecutará el PRAMU, proyecto de remediación de esas minas, cuándo se oficializará la contaminación comprobada por la Justicia y se cerrará en consecuencia el complejo nuclear de Ezeiza con sus trincheras oxidadas, sepulcro de residuos nucleares derramados sobre el acuífero Puelche; cuándo decomisarán las dos centrales nucleoeléctricas con su vida útil ya vencida y cuándo se sabrá el destino millonario de partidas presupuestadas manejadas libertinamente. ¿Cuándo?
Mientras tanto, varios juicios por corrupción y malversación de fondos de la CNEA aguardan sentencia, aunque son muchas más las causas judiciales que debería afrontar una institución sin control que administra de manera feudal el erario que le destina el Poder Ejecutivo Nacional, de quien depende en forma directa. Por ahora la expectación frecuenta el dictamen definitivo del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nº 1 (allanamientos en CNEA, NASA y Dioxitec 6/11/2007, por la desaparición de seis millones de dólares) y aguardamos también las sentencias del mismo Juzgado Nº 1 en la causa B103302/2007, Nº 7 Secretaría 13, causa 4415/2007, Nº 6 Secretaría 12, causa 5587/2007, y la del Juzgado en lo Penal Nº 8 por múltiples irregularidades detectadas por la SIGEN, pero habría que indagar desde su fundación en 1950 y veríamos el disparate de los valores proyectados de las plantas nucleares y su costo final. En realidad, la obtención de radioisótopos justifica el cinismo impúdico de la CNEA y la manoseada expresión “tecnología de punta”, porque, entendamos esto, criticar a la CNEA y opinar en contrario implica el riesgo de ser tildado de cavernícola. www.ecoportal.net
Este articulo fue publicado en la edición impresa de CRITICA domingo 31 de enero de 2010.- Javier Rodríguez Pardo es Autor de Vienen por el oro, vienen por todo.
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