Como por arte de magia, de magia negra diría, las empresas exportadoras de pescados están transformando a nuestros ríos y mares continentales en este tipo de geografía, donde los recursos ictícolas marchan inexorablemente a su total extinción, producto de la pesca irracional e insustentable, agravado con el uso de tecnologías y barcos factorías, cuya tasa de extracción supera holgadamente a la tasa de reproducción natural.
El presente título suena casi a una contradicción, ya que una de las características distintiva del desierto es la ausencia casi absoluta de humedad. Pero más allá de ello, es sabido, que por lo general al término lo usamos en forma de adjetivo para indicar soledad, despoblamiento o ausencia de vida.
Tan incorporada tenemos esta acepción, que cuando asistimos a algún paseo o lugar y no encontramos a nadie, lo primero que expresamos es: No había un alma, el lugar era un desierto!!!.
Reivindicando el concepto de desierto húmedo, debo decir que los argentinos, mejor dicho un pequeño número de ellos, pero muy ávidos, con la mirada cómplice de otros pocos, y la inacción e indiferencia de muchos, se han convertido en hábiles y laboriosos constructores y hacedores (como hoy se gusta decir) de este tipo de paisajes o páramos.
Como por arte de magia, de magia negra diría, las empresas exportadoras de pescados están transformando a nuestros ríos y mares continentales en este tipo de geografía, donde los recursos ictícolas marchan inexorablemente a su total extinción, producto de la pesca irracional e insustentable, agravado con el uso de tecnologías y barcos factorías, cuya tasa de extracción supera holgadamente a la tasa de reproducción natural.
Si Ud. es un pescador habitual, o en su caso, de aquellos que cada tanto despuntaba el vicio a la orilla de algún río, arroyo o lago, seguramente ya está al tanto de esta lamentable realidad. Pero si nunca pescó en su vida, pero como muchos, regularmente camina en la costa, en cualquier costa y es de los que siempre se acerca a algún pescador y pregunta; “sacó algo maestro o como está el pique”, también le habrán informado que el pique desapareció junto con los peces.
Nadie duda ni pone en tela de juicio la legalidad de estas actividades, pero tampoco debemos olvidar que los recursos naturales, en este caso los peces, son parte del patrimonio común de las actuales y futuras generaciones y destinados al uso, goce y aprovechamiento de todos y no sólo de un grupito de personas.
La Constitución Nacional expresamente contempla esta situación en el artículo 124, cuando expresa: “Corresponde a las provincias el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio”.
Aclaro que los peces son recursos naturales y que cuando la carta magna en el artículo transcripto, habla de la provincia, no habla de su gobierno, sino del Estado, que no son la empresas, sino que somos todos.
Desde distintos ámbitos, ya sea clubes de pesca, cabañeros, gente del río, organizaciones ambientales y una parte importante de la comunidad científica, se levantan voces que alertan sobre este ecocidio. Por lo que hoy por hoy, para darnos cuenta de esta situación, no hace falta ser ningún entendido, ni mucho menos valernos de largos y trabajosos evaluaciones e investigaciones de campo.
No obstante esta realidad incontrastable y conocida por todos, parecería ser que, según estudios realizados por el INSTITUTO NACIONAL DE LIMNOLOGIA (INALI), la UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL (UNL), el CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS Y TECNICAS (CONICET), y la SUBSECRETARIA DE PESCA Y ACUICULTURA de la SECRETARIA DE AGRICULTURA, GANADERIA, PESCA Y ALIMENTOS del MINISTERIO DE PRODUCCION, junto a técnicos de las Provincias de ENTRE RIOS y SANTA FE, la cosa no es tan así, a tenor de lo que se desprende textualmente de los fundamentos del decreto firmado por el Gobierno Nacional el 21-7-09, que afirma: “Que los estudios demuestran que tanto la especie sábalo (Prochilodus platensis) como sus principales acompañantes se mantienen en estado sostenible y en calidad sanitaria apta”, lo que permite que hasta el 31 de diciembre de 2010, se puedan seguir exportando: sábalo, surubí, tararira y boga.
Que “se mantienen en estado sostenible y en calidad sanitaria apta”, significa en palabras sencillas y entendibles para todos, que se puede seguir pescando, total hay peces para rato.
Probablemente coincidamos en que alguien no está diciendo toda la verdad, o que quienes dicen que el río se muere, son unos alarmistas irracionales, entre los que me incluyo.
Casi es sospechoso o por lo menos poco claro, que Argentina sea el ÚNICO país del mundo que exporta peces de sus ríos Interiores, especies que además tienen un alto valor ambiental, deportivo y turístico.
Somos unos vivos bárbaros, la tenemos más larga y nos la bancamos y qué: ¡¡¡Argentina Campeón Mundial de la exportación de pescado de río!!!, hasta el record Guinness no paramos.
En los últimos años se han efectuado infinidad de propuestas e intentado a través de distintos mecanismos impedir la crónica de una muerte anunciada, pero parece ser que ninguna de las alternativas ha dado los frutos esperados en la regeneración del patrimonio común.
Vedas, controles, aumento de las aberturas de las mallas y del tamaño de las piezas de las especies, subsidios y toda una serie de proyectos inimaginables se han ensayado, pero lamentablemente el poncho no aparece.
Menos podemos tomar en serio los proyectos de inversión millonarios y las reiteradas ofertas de parte de los frigoríficos de establecer criaderos de peces tendientes al repoblamiento del río, los cuales en uno y otro caso nunca se han cumplido y muchos menos han sido exigidas por el Estado.
Creo y espero que coincida nuevamente con mis apreciaciones, que en este tema los intereses son tremendos y las redes de complicidades están a la medida de los mismos, de otra manera no se explica que ocurran las cosas que todos vemos menos los controles oficiales.
Cabe que nos preguntemos seriamente: mejoró, todo ese movimiento económico de magnitud, las condiciones y la calidad de vida de nuestros hombres del río, o sólo ha servido para el enriquecimiento de los exportadores?
Cuándo el último pez sea extraído y nada quede para la subsistencia de los pescadores, toda la comunidad que no participó de los beneficios de esta actividad, deberá subsidiar a miles de desocupados todo el año?
Ud. sabe bien, en este país se reparten las pérdidas y nunca las ganancias.
Qué hará toda esa gente ligada al río, cuando no haya más pesca, irá a parar a las villas miserias de las grandes ciudades, transformándose en otra víctima del clientelismo político o el asistencialismo estatal?
Lamentablemente tengo que admitir, que no habrá una solución ni revertiremos el problema en la medida en que no haya un compromiso de toda la comunidad en el tema, pero si estoy seguro de aquello que Don Atahualpa Yupanqui, expresaba en “El arriero”, “Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas…”.www.ecoportal.net
Ricardo Luis Mascheroni, Docente e Investigador U.N.L. - Argentina
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