Uno de los principales efectos negativos que ya está teniendo sobre nuestra vida diaria la insustentable utilización de los recursos naturales y su consecuencia mas devastadora, el calentamiento global, es la dificultad de acceso al agua potable.
Desde el inicio de la era industrial el agua ha sido un factor clave en la cadena de producción de la mayor parte de los bienes de consumo masivo.
El deshecho de efluentes líquidos, junto con la emisión de gases contaminantes han sido históricamente ignorados como una parte del proceso productivo y así se permitió durante siglos que las fábricas contaminaran impunemente tanto la atmósfera como los depósitos de agua dulce, esenciales para la supervivencia de todo ser vivo que habite el planeta.
El resultado de semejante desidia fue extremadamente conveniente para estas empresas que vieron reflejado en sus cuentas el beneficio económico de la falta de inversión en políticas preventivas de contaminación y tratamiento de sus efluentes, tanto como la falta de presiones impositivas y controles estatales sobre los impactos ambientales de su actividad.
Por otro lado y como siempre que alguien gana otros pierden, el planeta entero sufre hoy innumerables calamidades ambientales y escasez de recursos vitales que lamentablemente son solo el principio de un futuro poco promisorio.
Ríos, lagos y hasta los inmensos océanos son víctimas de la contaminación a tal punto que en muchos casos de fuente de vida han pasado a ser focos de transmisión de enfermedades y sinónimo de muerte.
Sin embargo, la vida moderna tal como ha sido pergeñada continúa precisando cada vez mas y mas recursos naturales para satisfacer sus ficticias necesidades de consumo. Vivimos en una “sociedad de consumo” y consumir -palabra derivada del latín “consumere”- significa gastar o destruir. Eso es lo que venimos haciendo durante los últimos siglos, gastando y destruyendo todo lo que la Tierra nos ofrece.
El volumen y la velocidad con la que gastamos y destruimos ha ido aumentando exponencialmente a tal punto que ya hemos sobrepasado la capacidad del planeta de absorber nuestros desperdicios, entonces nos encontramos ante la peor encrucijada posible.
Un apocalíptico escenario largamente anunciado por científicos y ecologistas se presenta ante nuestros ojos y los tiempos para reaccionar se acortan.
Muchos cambios en nuestro modo de vida son necesarios para detener o al menos reducir los terribles impactos de la modificación del clima sobre el planeta.
Entre el 7 y el 18 de diciembre 2009 Copenhague, la capital de Dinamarca, va a ser anfitriona de la 15ª Conferencia sobre el Clima de la ONU (COP 15). El objetivo de esta Cumbre es alcanzar un acuerdo global y ambicioso sobre el clima del planeta.
Mientras muchos países en vías de desarrollo muestran un compromiso muy constructivo, las naciones mas ricas continúan con la actitud, egoísta y suicida de mezquinar inversiones económicas relevantes para reducir las emisiones más duras de gases de efecto invernadero. Esa postura en la que priman los intereses económicos de las grandes corporaciones por sobre la humanidad entera, es la bomba de tiempo que si no es desactivada nos llevará al colapso del clima global.
Parece ser que en un mundo en el que todo es negociable, los cuantiosos beneficios económicos de las grandes multinacionales son la excepción a la regla. Copenhague 2009 podría cambiar el rumbo de las cosas pero, a vista de las negociaciones preliminares, lamentablemente lo mas probable es que sea sólo un balde más de agua tibia. www.ecoportal.net
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